Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

miércoles, 29 de febrero de 2012

(135) Mayte Carrasco, o sea periodismo humano y para la paz, más que periodismo de guerra
Mayte Carrasco, ovvero giornalismo umano e per la pace, più che giornalismo di guerra

«Quiero una foto contigo», me dice. Y le contesto: «Pues soy yo el que la quiere contigo».
  Se llama Mayte Carrasco y es periodista. Aparentemente, una nómada más de esa tribu que suele llevar pegada la etiqueta de “corresponsal de guerra” y que se arrastra por las trincheras del mundo dando bandazos por los cinco continentes, entre cráteres de mortero, ráfagas de kalashnikov, columnas de humo, fuego “amigo”, balas absurdamente llamada “perdidas” y muchos, demasiados “daños colaterales”.
  Pues no. Meter a Mayte así por las buenas en ese mismo saco sería por lo menos injusto y reductivo.
  Porque estamos hablando de una mujer que arriesga, sin duda, y sin embargo, cuando regresa del último “fregado”, no se entretiene más de lo necesario en ese deporte tan periodístico que es contar “batallitas”. Como tampoco su relato periodístico, en vivo (¡que ironía, hablando de muerte!) y en directo, claudica ante el sensacionalismo, la imagen innecesariamente macabra y las circunlocuciones grandilocuentes que sirven sólo para dar espectáculo e impregnar de incienso al profesional de la comunicación. Con el resultado de diluir el horror.
  No. A Mayte la hemos visto cientos de veces, desde el incandescente frente afgano como desde un barrio amartillado por la artillería en la siria Homs, y siempre ha conseguido narrar con claridad y eficacia, colocándonos directamente al otro lado de la pantalla para tener muy claro que ahí hay dolor, horror, miedo, dificultades, sufrimientos.
  Las de Mayte Carrasco son crónicas claras que narran y enseñan, porque también hay que enseñar. Pero no conceden nada al espectáculo, al morbo insano que cauteriza y vacuna haciéndonos indiferentes, demasiado acostumbrados al dolor ajeno. Ahí se ve a la periodista que cumple con su función social, dando voz a quien no la tiene y para que esos mensajes, y también los gritos de “¡socorro!” lleguen, esta nuestra colega se juega el tipo. Todos los días.
  Huye del cinismo, a veces ganado a pulso y otras fingido, ese cinismo ostentado por muchos “veteranos” de batallas y batallitas a lo largo y ancho del dolor mundial. Esta mañana, tomando un café (hubiésemos preferido un buen atay bin nanâa) y antes de irnos hacia el plató para la entrevista con Leticia Iglesias, Mayte me decía que no quiere acabar como  Fulano o Zutana, sólo dando tumbos y acostumbrándose al horror.  «Quiero una familia, algo de calma, tener proyectos», me decía. Mientras tanto, sabe que como muchos, pero no exactamente como lo hacen algunos, se juega el pellejo para que los gritos del mundo que le toca escuchar no se queden diluidos en la cacofonía general.
  Gracias, Mayte. Uno ya tiene largo recorrido y sin embargo no son frecuentes las ocasiones para reconciliarse con esta profesión. Tú eres una de ellas. Pero, por favor, que tengas baraka y ¡cuídate!
Beslama.

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