Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

miércoles, 22 de enero de 2014

(203) Manu Leguineche se nos ha ido. Recuerdo el día que lo “confesé”...
Manu Leguineche se n’è andato. Ricordo quando lo “confessai”...



«Monseñor Maffeo: es Ud. un ...»”.

Fueron las primeras palabras de Manu, cuando asomó la cabeza de la puerta insonorizada del estudio y miró hacia otro estudio, en el mismo pasillo, desde el que yo salía tronchándome de risa. Ocurría en la sede que Radio Nacional de España compartía, cerca de la madrileña “plaza de los delfines”, con Radio Exterior y un almacén donde se guardaban miles de películas del antiguo NoDo.

Esa tarde de hace unas cuantas décadas iba a venir Manu a la radio y queríamos gastarle una broma. Comprobar, por un lado, si yo tenía la capacidad de mantener el tipo, simulando ser un monseñor que el colega tendría que haber conocido en Roma; y por otro lado, verificar hasta qué punto un periodista curtido conservaba cierto grado de candidez. Y salió redondo.  Yo actuaba en “itañol” intercalando frases en latín y recuerdos romanos,  Manu conversaba soltándose siempre más hasta convencerse de que hablaba con un prelado con el que había coincidido en más de una ocasión. Aunque no consiguiera ponerle rostro.

Recuerdo que en esa conversación lo alabé por su profesionalidad de largo y hondo recorrido; pero no le ahorré alguna pequeña reprimenda, aunque al final le despedí casi absolviéndolo y con mi bendición.
 
Así, con ese divertido episodio, quiero recordar al Manu Leguineche que hoy se nos fue desde su Alcarria de los últimos años hasta el más largo, definitivo, infinito viaje con el que ha culminado una vida de observación, relato y análisis de lo mejor y peor que la existencia humana depara. Superviviente de decenas de conflictos y cientos de batallas, testigo de revoluciones y cambios de época, observador minucioso de la actualidad y buzo entre los meandros de la Historia, Manu ha sido uno de los nuestros que ha hecho escuela y ha empujado a generaciones de jóvenes hacia esta bendita y maldita profesión.
 
A Manu Leguineche lo conocí justo hace cuarenta años en una Lisboa que cambiaba radicalmente de rumbo. Conecté inmediatamente con ese colega que sobresalía del montón por muchos rasgos y cualidades. Sobre todo por la aparente sencillez y claridad de su relato y análisis de lo que nos rodea. Desde lo más cotidiano y aparentemente banal hasta los más peliagudos  berenjenales sociopolíticos o las guerras más sangrientas. Al Leguineche buzo de la Historia lo descubrí más tarde, por ejemplo con su “Annual 1921: el desastre de España en el Rif”. Al Manu humano, al hombre testigo y narrador de acontecimientos complejos, y sin embargo un ser muy sencillo, lo descubrí gracias a muchos cafés, cenas, paseos, charlas a 360 grados sobre lo divino y lo humano.
 
Muchos, en estas horas de la despedida, trazan perfiles muy documentados y profundos de Manu Leguineche. Yo quise recordar una broma, una anécdota. La que demuestra que el hombre con el que compartí y comparto el “porqué quise ser periodista” tenía momentos de candidez compatibles con una vida curtida, una larga experiencia y esa dosis de “cinismo de supervivencia” que los que ejercemos esta bendita/maldita profesión fingimos llevar a cuestas.
 
Descansa en paz, Manu. Aunque te imagino “incordiando” con tus preguntas.   

domingo, 5 de enero de 2014

(202) ”Estimados Reyes Magos: Yo también tengo memoria
”Cari Re Magi, anch’io ho memoria”.


Estimados Reyes Magos. Majestades:

Lejos de mí la intención de aguar Vuestra fiesta, sobre todo la de muchos niños que todavía flotan entre sueño y realidad, entre la vida cotidiana y los vuelos de la fantasía, con los ojos resplandecientes de ilusión, gracias a una sana tradición que, entre otras cosas, distribuye a mansalva sonrisas y emociones.
Pero tengo memoria. Y hoy, ojeando lo medios de información en todos sus soportes veo titulares, textos e imágenes que me hacen recordar como si fuese ahora mismo.
Recuerdo todos y cada uno de los cuerpos destrozados en los seis atentados a pocos metros de la puerta de mi domicilio madrileño, cuando era el bombazo y no el despertador a levantarme de la cama. Recuerdo a cientos de víctimas, hechas pedazos por la furia asesina en años en los que había que ir al escenario de la matanza para poder relatar el horror en toda su extensión bárbara e inhumana.
Recuerdo los años duros, los durísimos y los de las muertes intermitentes, como intermitente, en su permanencia, fue, ha sido y sigue siendo el chantaje.
Pero eso es conocido y suele recordarse, con mayor o menor detalle. Está instalado de alguna manera en la memoria colectiva.
Cuando digo que tengo memoria, sin embargo, quiero referirme a esta mi profesión de toda la vida en la que, a pesar de todo, sigo creyendo. A un periodismo de algunas luces y muchas preocupantes sombras, sesgos, compraventas, falsificaciones, hipocresías, ambigüedades calculadas y grandes omisiones.
Los viejos del lugar me incluyen en esa media docena o poco más de “corresponsales históricos” que acompañamos la Transición y narramos, día tras días, esa España rezagada, pobre, mal equipada y con muchos males endémicos que la hacían “diferente”. Un país que quería soltar el largo lastre de la dictadura y caminar mirando hacia delante, bajar la altura de los Pirineos e integrarse con pleno derecho y con todas sus consecuencias en la Europa de la que siempre ha sido parte.
Ese grupo de corresponsales contamos todo eso, lo explicamos a los demás europeos, más avanzados en casi todo menos en el gran entusiasmo y en el anhelo español de salir de la injusta situación en la que los avatares de la Historia habían relegado la tierra de Cervantes. Ese grupo de corresponsales fuimos cómplices de ese proceso, nos entusiasmamos, colaboramos a “vender” esa imagen activa de la España que quemaba etapas con inteligencia (y no pocos sustos). Hasta llegamos a pasarnos, conscientemente, en descripciones y análisis. Porque las resistencias externas (quiero olvidar a los países más insolidarios) eran fuertes. Algunos, no muy lejanos, preferían perpetuar esa comida maldición de que “África comienza en los Pirineos” porque siempre viene bien tener al pariente más cercano pobre, necesitado y controlado.
Pues a esos años, largos años de vicisitudes, quiero referirme. Porque no olvido. Recuerdo perfectamente cuando fuerzas políticas y sindicales (fui por una década y media presidente del Círculo de Corresponsales) me obligaban a extenuantes negociaciones para celebrar encuentros, comidas informativas indispensables para conocer de primera mano la postura de todos, incluido el mismísimo Satanás. Y a veces escuchábamos propuestas tan peregrinas como “nos vemos en las cercanías de Behobia, a lo sumo cerca de Burgos. Pero a la meseta no bajamos, sería una claudicación política”.
Y sin embargo no es eso lo que recuerdo, hoy, viendo esas imágenes de una reunión vergonzante y desafiante y los textos que acompañan la siniestra iconografía.
Quiero recordar, porque tengo memoria, a esos numerosos periodistas españoles que en esos largos años intentaron vendernos una burra siniestra a nosotros, colegas foráneos que no nos chupábamos el dedo y teníamos ojos y oídos. Intentaban convencernos, entre un café, una cena o un encuentro casual en un pasillo, de que había una “ETA buena” y una “ETA mala”. Ante tanta sangre y tanto horror irracional, el justificacionismo (permítanme el palabro) fue una larga insidia muy difusa y reiterada.
Hoy, viendo esas imágenes de Durango, recuerdo a todos y a cada uno de los que nos intentaban vender ese cuento. Unos se fueron, otros fundaron o dirigieron medios de información, otros más siguen escribiendo y opinando en papel, en webs o poniendo su cara ante las cámaras. No son pocos, créanme, y muchos pululan por las redes sociales. Algunos han tomado conciencia de ese error de percepción, de esa complicidad directa o indirecta con el terror, otros siguen con la “ambigüedad calculada” a golpes de palos y zanahorias.
Pues como tengo memoria podría seguir aquí con una larga lista de nombres. Pero ¿para qué? Sigo creyendo que la mejor ubicación de ciertos individuos es la antesala de mi total indiferencia. Bastante tengo con negociar y pelear con mi propia conciencia.
Queridos Reyes Magos: disculpen que tenga memoria y una memoria de este tenor en un día que es de fiesta, Su fiesta y la de niños y adultos de buena voluntad que miran al futuro con esperanza.
Tienen Uds. todo mi respeto y admiración, Majestades. Me llamo Josto Maffeo. Desde siempre, un ser humano. Desde casi siempre, periodista. Pero con memoria.