Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

lunes, 18 de enero de 2016

(248) Quando un amico se ne va, qualcosa muore nell’anima. O no?
Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma.
¿O no?



«Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma». “Quando un amico se ne va, qualcosa muore nell’anima”.

Molti anni or sono presi l’abitudine 
di regalare questa canzone,
un’orecchiabile “sevillana” intitolata 
"El Adiós" degli “Amigos de Gines”,  
a un numero ristretto e apprezzato 
di persone che, dopo un certo 
periodo di attività in questo paese,
lasciano definitivamente la Spagna.  
Un segno di amicizia e di dispiacere per la perdita, anche se non definitiva, di un contatto frequente.

Eppure, anche se si comprende che cosa vogliono esprimere gli autori della canzone, quel testo no fa giustizia alla realtà. Sí, è vero, l’addio, l’arrivederci e la lontananza possono anche essere struggenti, ma nell’anima non muore niente. Anzi, il ricordo è capace di sedimentare, rafforzare, consolidare, scolpire in modo indelebile negli affetti e nella memoria.

Trenta giorni fa se n’è andato Giuseppe Serra, il mio amico di tutta una vita: Beppe. Un amico di sempre, nonostante la differenza di età. Amico e compagno di avventure, di professione, di innumerevoli momenti piacevoli e pure di altri tutt’altro che allegri. Un riferimento, in ogni caso, lui e sua moglie Barbara. Quante notti di capodanno insieme a fare festa con altri amici, a fare onore alle delizie della gastronomia piemontese, a cantare a squarciagola, a ripercorrere decenni e a ridere o riflettere, ad essere d’accordo o a polemizzare.

Ci sono persone, quando si guarda indietro, che avresti preferito non aver conosciuto. Di Beppe debbo dire che sono felice di averlo conosciuto e frequentato per decenni.

Sarebbe lunghissimo ricordare ed enumerare. Oggi, trigesimo giorno dalla sua scomparsa, voglio ricordare l’amico Beppe, che il 18 dicembre scorso se n’è andato senza preavviso e non mi ha permesso di giungere in tempo per dargli l’addio e lasciargli una carezza sul volto. Sono arrivato tardi e in un periodo natalizio tutt’altro che allegro.

Grazie, però, a questo mondo informatizzato e alla cortesia del parroco, Don Alessandro Sacco, alla Messa del funerale c’ero anch’io, nonostante la distanza. E sono così riuscito a dare l’ultimo saluto a Beppe. Con queste parole alle quali non voglio aggiungere null’altro. Solo un «A presto, amico!».

«Cuando un amigo se va, algo se muere en el alma».
   Hace bastantes años comencé a regalar esta canción, "El Adiós" de los “Amigos de Gines”,  a un reducido y apreciado número de personas que, después de un periodo de actividad en este país, se iban definitivamente de España. Una señal de amistad y de disgusto por la pérdida, aunque no definitiva, de un contacto frecuente.
   Y sin embargo, aunque se entienda lo que quieren expresar los autores de la canción, ese texto no hace justicia a la realidad. Sí, es verdad, el adiós, el hasta pronto y la lejanía pueden ser muy dolorosos, pero en el alma nada muere. Todo lo contrario. El recuerdo es capaz de sedimentar, reforzar, consolidar, esculpir de manera indeleble en los afectos y en la memoria.
   Hace treinta días se fue Giuseppe Serra, mi amigo de toda una vida: Beppe. Un amigo de siempre, a pesar de la diferencia de edad. Amigo y compañero de aventuras, de profesión, de incontables momentos amenos o todo lo contrario que divertidos. Un una referencia, de cualquier manera, él y su esposa Barbara. ¡Cuántas nochebuenas juntos haciendo fiesta con otros amigos! Haciendo honor a las delicias de la gastronomía del Piemonte, a cantar hasta quedarnos roncos, a rememorar décadas y reírnos y reflexionar, estar de acuerdo o polemizar. 

   Hay personas que, cuando uno mira hacia atrás, preferirías no haber conocido. De Beppe tengo que decir que me alegro de haberlo conocido y frecuentado durante décadas.
   Sería muy largo recordar y enumerar. Hoy, trigésimo día desde su último viaje, quiero recordar al amigo Beppe, que el 18 de diciembre se fue sin preaviso y sin consentirme llegar a tiempo para decirle “Adiós” y dejarle una caricia. Llegué tarde y en un periodo navideño todo lo contrario que alegre.
   Y sin embargo, gracias a este mundo informatizado y a la amabilidad del párroco, Don Alessandro Sacco, en la Misa funeral yo también estuve, a pesar de la distancia. Y en medio de la Misa pude saludar por última vez a Beppe. Con estas palabras a las que no quiero añadir nada. Sólo un «Hasta pronto, amigo!».


Messa funebre di Giuseppe Serra - Chiesa del Sacro Volto   Ciao, Beppe.  Stavolta me l’hai fatta grossa. Giusto a pochi giorni dal nostro appuntamento ormai abituale da decenni, con te e Barbara.   Tra pochi giorni sarò in Italia e saranno il mio primo Natale e il mio primo Capodanno, dopo tanti anni, senza le tue battute, le tue frecciate, i nostri “amarcord” a volte allegri, altre malinconici, ma sempre con un sorriso finale perché il passato lo si è vissuto e non vale la pena rimpiangerlo con tristezza.  Io, però, il passato lo mantengo nella memoria ben chiaro. In queste ore ti rivedo lungo i decenni. Dai mille avvenimenti di cronaca che registravamo insieme per poi narrarli, alle passeggiate nei boschi alla ricerca di funghi, passando per le rimpatriate gastronomiche e le chiacchierate su tutto e di tutto. Anche con dibattiti vivaci, ma sempre all’insegna di un’amicizia consolidata a cavallo di due millenni.  So che ci rivedremo, Beppe, perché confido nella Misericordia. Tu ti sei solo anticipato, come sempre. Benedetta fretta!!!  Mi conosci. Ne voglio approfittare. E così ti chiedo di farmi strada, di farmi da guida, quando sarà il momento, tu che già ti sarai ambientato grazie alla Misericordia infinita di Dio.   Già, la Misericordia. Te ne sei andato proprio in quest’anno a lei dedicato, cogliendo al volo la “promozione” che ci viene dall’Alto. Una promozione senza limiti, o comunque con limiti che noi non possiamo né dobbiamo neppure ipotizzare. Solo confidare.  Ciao, Beppe. Faremo di tutto per stare vicini a Barbara. Tu, da lassù, dai un’occhiata a noi, vigila e raccomandaci.    Il tuo amico Josto.

viernes, 8 de enero de 2016

(247) Una Extrema Unción y una saludable “broma de curas”
Un’Estrema Unzione e un salutare “scherzo da prete”


Dedicado a los capellanes de hospitales,
al amigo fray Miguel Ángel Escribano Arráez, 
a los amigos anestesiólogos Nando Montoto
y Roberto Ruiz Abascal, y a todos los especialistas
médicos y enfermeros, en primera línea los de UCI y UVI.

«Et vos estote parati quia qua nescitis hora».
(Mt 24, 44)





Las circunstancias, el contexto y el lugar son lo de menos. Cosas que ocurren aunque preferirías que nunca ocurrieran ni tuvieran consecuencias. Pero la vida es así, con sonrisas y lágrimas y sorpresas que te abren el corazón y otras veces te lo parten. Es un decir, porque estos nuestros cuerpos tienen muchos más órganos y el abanico de posibilidades – las de padecer algo que uno se ahorraría – son casi infinitas.

 ¡Vaya preámbulo! Pero era necesario para liquidar el contexto. Vamos al episodio, que tiene su aquel, o más propiamente tiene esos toques de humor que humanizan hasta momentos que podrían ser dramáticos o camino de serlo. Y es justo lo que me pasó – y por eso lo relato – dejándome gratamente (¡¡¡a toro pasado!!!) marcado con una sonrisa por lo menos en estos tiempos de prórroga. Tiempos que espero sean lo suficientemente largos para poderles dar la lata a Uds. cada vez que tengan la gentileza de pasarse por estas páginas.

  Pues al grano. Acabé en una cama de hospital, con la mente en los dominios de Morfeo y de los mórficos, y con mi alma dudando si cerrar definitivamente las maletas para emprender el último viaje después de un tránsito sin pena ni gloria por este valle de lágrimas. Les ahorro el número, calibre y color de cada cable, tubo y manguito que me conectaban a unos cuantos aparatos (los conozco bien por mi frecuentación habitual en el mundo de la sanidad, y esos específicos tuve la posibilidad de verlos después, afortunadamente) y les ahorro también muchos detalles que no vienen a cuento y que me relataron cuando desperté (me despertaron) de manera bastante aparatosa y complicada.

  Algo que me contaron cuando reaterrizaba en este mundo me hizo reflexionar y mucho sobre lo que realmente podría haber pasado y que de momento parece que he conseguido retrasar. Pues se me dijo que, “por precaución” y vistas las circunstancias, un capellán, un sacerdote de mediana edad y sin embargo de larga experiencia en los ambientes sanitarios del sufrimiento y de los riesgos, consideró oportuno administrarme la Unción de los enfermos, más conocida como Extrema Unción o Sagra Viático. Se agradece, desde luego, pero una vez que te enteras de eso te paras a pensar y a reflexionar a fondo, aunque la muerte en sí (otra cosa es el sufrimiento) me asusta justo lo humanamente razonable pero no me aterroriza. Si tiene que llegar, se acepta con serenidad. Pero sin prisas...

  Lo bueno vino más tarde, unas cuantas horas después de despertar, cuando, con las constantes vitales camino de cierta aceptable normalidad en sus valores, recibí una visita, esa vez en condiciones de casi plena conciencia. Y fue cuando conocí al capellán, que me trajo la Comunión, se sentó a mi lado y después de un largo silencio me sonrió diciéndome en piemontés (ya sé, sería piamontés pero concédanme la licencia): «S'at serv com detaj, mai l'ai devú aministré l'Euli Sant dui volte al istess malavi» (“Si te sirve como dato, nunca tuve que administrar los Santos óleos dos veces al mismo paciente”).

  La carcajada fue optimista, coral y recíprocamente contagiosa. Luego hablamos un buen rato de lo divino y de lo humano, quedamos (si todo iba a salir bien) para algún día almorzar, charlar y saber algo más el uno del otro. Cuando se fue, me quedé con la imagen de un sacerdote de este tiempo implicado con cada uno de los seres que este tiempo ha cruzado por su camino de hombre de paz, del consuelo y de inyecciones de optimismo integradas con unas cuantas sonrisas. Algo que viene bien, muy bien, al cuerpo y al espíritu en momentos y situaciones donde la alegría no es exactamente la que reina.

  Pero... pero ahora, con cierta perspectiva, o mejor dicho con ojo retrospectivo, se me ha insinuado un diablillo de pregunta que necesita una respuesta. Por lo meno para reírnos un poco los dos otra vez. Y buscaré la ocasión para sentar al amigo sacerdote a una mesa piemontesa de esas dignas de este apellido (claro, daré el día libre a mi colesterol quisquilloso) y será entonces cuando el reverendo tendrá que confesarse. Pues sí, él conmigo. Porque la duda se me ha insinuado hasta la médula y quiero aclarar el arcano de esa frase: «Si te sirve como dato, nunca tuve que administrar los Santos óleos dos veces al mismo paciente».

  Piénsenlo bien. La misma frase puede significar que a un enfermo al que el sacerdote le administró la Unción nunca más se le presentó la necesidad de repetirla, pero también puede querer decir que como el enfermo pasó al estado de difunto ya no fue necesaria una segunda administración de Santos óleos. Me parece que las dos posibilidades interpretativas tienen el mismo peso, hasta el estadístico. Lo que cambia dramáticamente es el final.

   Es una broma, claro, y así hay que tomarla. Porque tienen Uds. que saber que una expresión muy frecuente en el italiano, cuando una broma es muy articulada o tiene alguna derivación hacia lo macabro, reza: “É uno scherzo da prete” (“Es una broma de curas”). Pues eso. Y de cualquier manera, gracias Padre, gracias amigo. Me dio Ud. el pasaporte con visado por si había que viajar, luego me hizo sonreír a la vida, porque de eso se trataba, eso trataba Ud. de conseguir. 
   Y lo consiguió. ¡Vaya si lo consiguió!

lunes, 4 de enero de 2016

(246) UN 2015 EN PARTE PARA OLVIDAR HA MUERTO.¡VIVA EL 2016! O ESO ESPERO

UN 2015 IN PARTE DA DIMENTICARE È MORTO.VIVA IL 2016! ALMENO, LO SPERO.


«Si perseguimos los valores de lo efímero, 
nosotros mismos seremos vacíos».
(Papa Francisco, 29 septiembre 2013)
 
«Te Deum laudamus: te Dominum confitemur...».





Acaba un año. Una muy antigua y arriesgada tradición de la ciudad de Roma, algo que afortunadamente ha modificado sus formas, llevaba la noche del 31 de diciembre a los habitantes de la Urbe a tirar por las ventanas y balcones todo lo viejo, lo inservible, lo que iba a sustituirse en el nuevo año.

Pues este es tiempo de balances, tiempo de deseos y de felicitaciones cruzadas. Entre otras cosas, como supongo le pasará a muchos, yo del balance 2015 ante todo pongo bajo los focos lo peor, lo que por deleznable tiro con mayor ímpetu desde mi balcón existencial.

A lo largo de una prolongada e intensa vida profesional y personal, he conocido muchas situaciones, las más dispares y en muchos ámbitos y países. He encontrado a muchísimas personas cuyo abanico ha ido desde lo sublime y excelso, pasando por el mediocre de la “normalidad” rutinaria para en muchas ocasiones bajar a lo más abismal y execrable con lo que puede convivir un ser humano. Para entendernos, vi en Calcuta la grandeza de una pequeña Madre Teresa cuando todavía no era muy conocida, y he tenido que encontrar o entrevistar en las profundidades de las cloacas a terroristas.

Entre lo peor de lo peor, he tenido delante a espías, secuestradores, torturadores, asesinos, terroristaspríncipes del doble juego y hasta del triple. A seres capaces de todo y de todo lo contrario sin mirar a nada y a nadie, y con una total incapacidad de plantearse el más mínimo problema moral antes, durante y después de sus propios actos. Sí, he visto a muchos, pero siempre fueron encuentros desde la distancia profesional, come suele ocurrir a un periodista que observa, narra y analiza, pero aprende a mantener ese espacio vital de seguridad que impide que todo y cada situación le afecte en sus equilibrios vitales.

Creía estar “vacunado”. Pues me he equivocado y mucho, la ilusión ha durado muchas décadas. Salvando las distancias, que las hay, con los ejemplos anteriores, puedo decir que he tardado casi una vida entera en tener mis primeros reales encontronazos "en la tercera fase" con cierta abyección, o "ligereza" moral, en personas de un supuesto “entorno normal y cotidiano”. Hablo de una notable desenvoltura en comportamientos deleznables llevada con increíble desparpajo e incapacidad de asumir la realidad. Y una vez comprobado que no se trataba de espejismos o de pesadillas, sino de hechos ciertos y comprobables - por mucho que intente convencerme de que existe y que siempre ha existido cierto tipo de seres humanos, refractarios a toda consideración ajena a sus intereses más inmediatos - sigo aparcado en la incredulidad, pues me ha parecido y me parece incomprensible.

La realidad, cuando quiere ser contundente, lo consigue. Y ante hechos concretos me quedo con una antigua pregunta: ¿Cómo pueden conciliar el sueño ciertas personas? Ya sé. Sé que hay tragaderas y cegueras para todo y sin límites. Porque parece que hay muchos que lo consiguen con gran facilidad, duermen como lirones y es otro misterio que llevaré irresuelto hasta mi último instante de vida.

Hace sólo unos pocos días no creía poder llegar a escribir estas líneas. Y hoy las escribo con desprecio de los hechos, pero sin rencor hacia las personas, como expliqué en un anterior post, cuando disertaba sobre el sentimiento para mí ajeno del odio. Todo lo contrario: a quien me hiere yo le deseo suerte, pero al mismo tiempo también que consiga ver sinceramente la realidad, los hechos.


Bueno, acaba un año. A mí me toca cerrar el 2015 marcado con una gruesa cornisa roja y un balance que me hubiese gustado diferente, sobre todo no tener que contabilizar cosas que nunca hubiese esperado. No deseo a nadie, ni a las mismas personas cuyos actos me duelen, pasar por algo parecido, por comportamientos sin la más mínima sombra de escrúpulos.

«Hay gente pa’ to’», decía ese torero. Les deseo que no tengan ocasión de constatarlo hasta los extremos. Pero sí que tengan un buen final y un mejor comienzo. Si pueden. Y, sinceramente, me gustaría que pudieran.

No puedo cerrar sin un propósito para 2016: tener el equipaje siempre en orden y confiar. Y recomiendo que cada uno piense y haga lo propio, concienzudamente y sin olvidar nada ni poner en la maleta ropa sucia con la ilusión de que en algún momento aparecerá limpia. Esos milagros no se contemplan ni con la más férvida de las esperanzas.

El otro propósito, batalla interior de titanes, es de completar el sufrido recorrido que tendría que llevar a perdonar, en gran parte bien encaminado, diría que casi conseguido totalmente. No tengo mucho tiempo y espero coronar la meta sin fisuras. Y digo perdonar porque DEBO. Olvidar es bien otra cosa, humanamente imposible.

Pero tranquilos. No todo es negro y no voy a olvidar que algo positivo, como espero haya ocurrido a todos, he vivido en este 2015 que ahora despedimos. He conocido a gente sencilla humanamente ejemplar; he sido testigo de pequeños grandes heroísmos cotidianos de los que nunca trascienden y que no se suelen agradecer; he encontrado a personas dispuestas a ofrecer hombros gratuitos cuando se necesitan; me he topado con profesionales tan escrupulosos que llegas a preguntarte cuánto hay de profesión y cuánto de vocación en lo que hacen. Un subrayado al mundo de la sanidad, pero no sólo. También he aprendido más de lo que creía saber en dar valor a lo y a quienes ese valor lo tienen "per se" o se lo ganan a pulso día tras día. Y por último, me he librado (más bien, sólo lo he retrasado) de algo inexorable que llevamos en el ADN desde el momento en que vinimos al mundo. Gracias a haberme librado estoy escribiendo estas líneas. Y sé muy bien a Quien y a quienes tengo que agradecer el tiempo regalado.

Tampoco quiero dejar fuera, en la parte positiva del balance, esa inyección de bienestar y de esperanza que procede del agradecimiento de alguien a quien se ha echado un cable en un momento de dificultad. Cada día más, también en este último año que dejo atrás, he visto confirmarse eso de que cuando se da en realidad se recibe, y a menudo se recibe con creces. La generosidad, y no sólo la material, sobre todo si espontánea, sin publicidad y con mucha implicación en los problemas ajenos, es un carburante poderoso que ofrece una gran energía muy útil para seguir caminando.
 
Renuevo el deseo para todos y cada uno y sin exclusión: que el 2016 les sonría. En lo que de verdad importa y no sólo en lo efímero de lo meramente material, inmediato, perseguido con obsesión o simplemente cómodo 
Sean Uds. felices, o por los menos serenos y en paz, con lo posible y dentro de lo posible.