Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

viernes, 8 de enero de 2016

(247) Una Extrema Unción y una saludable “broma de curas”
Un’Estrema Unzione e un salutare “scherzo da prete”


Dedicado a los capellanes de hospitales,
al amigo fray Miguel Ángel Escribano Arráez, 
a los amigos anestesiólogos Nando Montoto
y Roberto Ruiz Abascal, y a todos los especialistas
médicos y enfermeros, en primera línea los de UCI y UVI.

«Et vos estote parati quia qua nescitis hora».
(Mt 24, 44)





Las circunstancias, el contexto y el lugar son lo de menos. Cosas que ocurren aunque preferirías que nunca ocurrieran ni tuvieran consecuencias. Pero la vida es así, con sonrisas y lágrimas y sorpresas que te abren el corazón y otras veces te lo parten. Es un decir, porque estos nuestros cuerpos tienen muchos más órganos y el abanico de posibilidades – las de padecer algo que uno se ahorraría – son casi infinitas.

 ¡Vaya preámbulo! Pero era necesario para liquidar el contexto. Vamos al episodio, que tiene su aquel, o más propiamente tiene esos toques de humor que humanizan hasta momentos que podrían ser dramáticos o camino de serlo. Y es justo lo que me pasó – y por eso lo relato – dejándome gratamente (¡¡¡a toro pasado!!!) marcado con una sonrisa por lo menos en estos tiempos de prórroga. Tiempos que espero sean lo suficientemente largos para poderles dar la lata a Uds. cada vez que tengan la gentileza de pasarse por estas páginas.

  Pues al grano. Acabé en una cama de hospital, con la mente en los dominios de Morfeo y de los mórficos, y con mi alma dudando si cerrar definitivamente las maletas para emprender el último viaje después de un tránsito sin pena ni gloria por este valle de lágrimas. Les ahorro el número, calibre y color de cada cable, tubo y manguito que me conectaban a unos cuantos aparatos (los conozco bien por mi frecuentación habitual en el mundo de la sanidad, y esos específicos tuve la posibilidad de verlos después, afortunadamente) y les ahorro también muchos detalles que no vienen a cuento y que me relataron cuando desperté (me despertaron) de manera bastante aparatosa y complicada.

  Algo que me contaron cuando reaterrizaba en este mundo me hizo reflexionar y mucho sobre lo que realmente podría haber pasado y que de momento parece que he conseguido retrasar. Pues se me dijo que, “por precaución” y vistas las circunstancias, un capellán, un sacerdote de mediana edad y sin embargo de larga experiencia en los ambientes sanitarios del sufrimiento y de los riesgos, consideró oportuno administrarme la Unción de los enfermos, más conocida como Extrema Unción o Sagra Viático. Se agradece, desde luego, pero una vez que te enteras de eso te paras a pensar y a reflexionar a fondo, aunque la muerte en sí (otra cosa es el sufrimiento) me asusta justo lo humanamente razonable pero no me aterroriza. Si tiene que llegar, se acepta con serenidad. Pero sin prisas...

  Lo bueno vino más tarde, unas cuantas horas después de despertar, cuando, con las constantes vitales camino de cierta aceptable normalidad en sus valores, recibí una visita, esa vez en condiciones de casi plena conciencia. Y fue cuando conocí al capellán, que me trajo la Comunión, se sentó a mi lado y después de un largo silencio me sonrió diciéndome en piemontés (ya sé, sería piamontés pero concédanme la licencia): «S'at serv com detaj, mai l'ai devú aministré l'Euli Sant dui volte al istess malavi» (“Si te sirve como dato, nunca tuve que administrar los Santos óleos dos veces al mismo paciente”).

  La carcajada fue optimista, coral y recíprocamente contagiosa. Luego hablamos un buen rato de lo divino y de lo humano, quedamos (si todo iba a salir bien) para algún día almorzar, charlar y saber algo más el uno del otro. Cuando se fue, me quedé con la imagen de un sacerdote de este tiempo implicado con cada uno de los seres que este tiempo ha cruzado por su camino de hombre de paz, del consuelo y de inyecciones de optimismo integradas con unas cuantas sonrisas. Algo que viene bien, muy bien, al cuerpo y al espíritu en momentos y situaciones donde la alegría no es exactamente la que reina.

  Pero... pero ahora, con cierta perspectiva, o mejor dicho con ojo retrospectivo, se me ha insinuado un diablillo de pregunta que necesita una respuesta. Por lo meno para reírnos un poco los dos otra vez. Y buscaré la ocasión para sentar al amigo sacerdote a una mesa piemontesa de esas dignas de este apellido (claro, daré el día libre a mi colesterol quisquilloso) y será entonces cuando el reverendo tendrá que confesarse. Pues sí, él conmigo. Porque la duda se me ha insinuado hasta la médula y quiero aclarar el arcano de esa frase: «Si te sirve como dato, nunca tuve que administrar los Santos óleos dos veces al mismo paciente».

  Piénsenlo bien. La misma frase puede significar que a un enfermo al que el sacerdote le administró la Unción nunca más se le presentó la necesidad de repetirla, pero también puede querer decir que como el enfermo pasó al estado de difunto ya no fue necesaria una segunda administración de Santos óleos. Me parece que las dos posibilidades interpretativas tienen el mismo peso, hasta el estadístico. Lo que cambia dramáticamente es el final.

   Es una broma, claro, y así hay que tomarla. Porque tienen Uds. que saber que una expresión muy frecuente en el italiano, cuando una broma es muy articulada o tiene alguna derivación hacia lo macabro, reza: “É uno scherzo da prete” (“Es una broma de curas”). Pues eso. Y de cualquier manera, gracias Padre, gracias amigo. Me dio Ud. el pasaporte con visado por si había que viajar, luego me hizo sonreír a la vida, porque de eso se trataba, eso trataba Ud. de conseguir. 
   Y lo consiguió. ¡Vaya si lo consiguió!

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