Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

martes, 24 de mayo de 2016

(255) El padre de "Maicol Daglas" y la obsesión de españolizarlo todo
Il padre di "Maicol Daglas" e l’ossessione di spagnolizzare tutto



Esta mañana desperté recordado un sueño. No suele ocurrir a menudo, pero esta vez abrí los ojos con el recuerdo de la vivencia onírica, aunque no tengo ni la más remota idea de lo que pudo provocar ese sueño.

Recorría una calle abarrotada de gente que bebía y hablaba en voz alta, una auténtica multitud repartida en pequeños grupos ruidosos, la mayoría jóvenes. Por lo que se oía, estaba clara la prevalencia de españoles. Aquí y allá, una reducida presencia de visitantes, la mayoría procedentes de países anglosajones.

Ya ven: una escena muy frecuente en la España turística, en ciudades, en localidades de veraneo y hasta en muchas poblaciones del interior de la variada geografía de la Piel de Toro.

Si desperté recordando esa visión, no fue sin embargo por la imagen en sí. Más bien quedaron impresos en mi memoria los sonidos. Sobre todo una larga secuencia de palabras que a menudo salpicaban las charlas de las gentes de esa calle. Y esas palabras no pertenecían ni al idioma de Cervantes ni mucho menos al de Shakespeare. Navegaban entre mares y se metían a menudo en borrascas incomprensibles.

Se escuchaban cosas como «dejé un pósit en la nevera», «vaya si juega bien el equipo del Ahax», «me puse los lejjins», «en la casa del pueblo tengo un escúter», «me ha fallado el Guasap», y una larga serie de parecidas o peores lindezas. Algunas hasta aceptadas y ratificadas académicamente en ese afán – que nunca entenderé en sus excesos – de nacionalizarlo todo y a toda costa. Aunque sea a costa del ridículo.
 
Ya sé, algún lector ya estará objetando. Por eso aclaro que tampoco estoy de acuerdo con salpicarlo todo de inglés o de cualquier otra lengua de manera forzosa, ostentosa y simplemente obedeciendo a modas. Pero considero que si algo ha surgido en otro país, en esa lengua, y se ha dado a conocer internacionalmente con su nombre original, me pregunto por qué sólo en España, o por lo menos por qué aquí de manera más sistemática, hay una tendencia popular y oficial a españolizarlo todo a mansalva.

Hasta tengo una pesadilla personal, algo que me persigue en mis últimos cuarenta años con base y residencia en España. Hoy todavía me encuentro a personas que, aun conociéndome bien, siguen españolizando mi nombre a pesar de haber explicado que esa supuesta traducción con la que intentan llamarme no se corresponde con la realidad. En italiano, “Josto” no es el equivalente de “Justo” y la “J”, que no pertenece al italiano, se pronuncia como una “I”. Es un nombre minoritario, poco frecuente y de origen púnico y numídico.

En Madrid, y en su avileña Candeleda, mantuve muchas charlas con el desaparecido Luis Figuerola Ferretti, que fue artífice de grandes campañas de publicidad en la Transición, en paralelo con su faceta más conocida como imitador (¿Recuerdan a "Esmeralda Clamores" en Radio Nacional de España?). Y Luis me aclaró cómo surgieron los entuertos de Ajax (el detergente, luego vino el equipo de fútbol), Colgate (el dentífrico) y los de decenas y decenas de productos comerciales irreconocibles cuando aquí los anunciaban radio y televisión o los mencionaba un consumidor español.

Pregunté sobre los motivos de los anuncios en radio y televisión tan machaconamente españolizados. Y la respuesta de Luis fue relatarme con datos, citas y nombres que prevalecieron consideraciones muy pragmáticas de los distribuidores españoles. 

«Mi querido amigo: esa era una España muy provinciana y todavía algo autárquica. A mis clientes, y en general a los de las grandes agencias, les importaba un rábano que los españoles aprendieran o dejasen de aprender lenguas. Se trataba de vender y ponerlo fácil a la señora que entraba en un colmado, en la tienda de la esquina o en las primeras grandes superficies de la época. Y una vez que comenzamos a nacionalizar nombres y marcas, pues no pudimos hacer otra cosa que seguir corrompiendo la correcta pronunciación».

Así, más o menos, fue la explicación de Luis. Y hoy, en una España cosmopolita que es visitada por millones de personas y que sale a visitar el mundo, esa estrategia, o costumbre, se mantiene. Por inercia, por pereza y también con la participación activa de instituciones cuya actuación en muchas ocasiones no consigo entender.

Y no hablemos de esa paradoja tan recordada de que sólo en España se da la curiosa situación familiar de dos actores. Me refiero a Kir Duglas (sic!), padre de Maicol Daglas (otro sic!). Pero esa es otra historia... 

Y es otra historia, en el español hablado, esa sistemática colocación salvavidas y algo nacionalizadora de una "e" protética ante nombres propios o palabras originales del inglés, del italiano y de otras lenguas. Me refiero a Mr. Stan Spencer, que aquí asume la identidad de tal Están Espencer, o de que en una tienda madrileña de alta gastronomía escuché pedir «unas lonchas de espeq» cuando el cliente lo que quería, e indicaba un cartel, era el sabroso speck de Bolzano.

Lo dejamos para otra ocasión.

 

martes, 3 de mayo de 2016

(254) Un palabro poco cardiosaludable. ¿O no?
Una parola poco "cardiosalutista". O no?


REVISADO Y PUESTO AL DÍA
el Domingo 8 de Mayo 2016
(Ver al final)



Me llama un conocido filólogo y periodista, y sin embargo amigo (algunas veces esto es posible 😅), para un intercambio de opiniones, posiblemente fundadas y documentadas, sobre cómo se forjó y evolucionó un palabro italiano que en ciertos ámbitos muy populares ha dado la vuelta al mundo. El amigo y colega me ha pillado (eso no se lo dije) justo cuando estaba inmerso en la lectura y comparación temporal de unos cuantos resultados de varios análisis y pruebas médicas. Algo que ya no me quita el sueño, porque se asume lo que hay que asumir, pero que tampoco hay que descuidar completamente.

Curioso. El palabro en cuestión surgió de la medicina para dar un salto acrobático, una auténtica carambola (o más bien una “chilena”) a otro ámbito de la vida que, siendo lúdico, desinteresado y hasta cardiosaludable en el papel, a la hora de la verdad es muy profesional, cruce de muchos intereses y en lo cardio puede llegar a provocar hasta un infarto, un ictus o enfermedades sistémicas. Todas producidas por una alimentación ávida y compulsiva en un contexto de euforia estresante. ¡Vaya definición! Pero, rebus sic stantitus, así es, más o menos.

Y eso que – con la venia de los padres e hijos de la Albión del Brexit, y sin querer resucitar por enésima vez la polémica – según muchas y documentadas fuentes la actividad lúdica en cuestión habría nacido en el siglo XVI en Florencia. Se practicaba en la Piazza Santa Croce, en el centro de la cuna del Renacimiento y también de cierto elegante y refinado sosiego, tanto es así que en nuestros días todavía aplicamos el adjetivo “florentino” a algo agudo, elegante, gracioso, gentil, así como a una muy sibarita preparación de un buen bistec bien regado y zampado en restaurantes de renombre.

Mientras disertaba telefónicamente con el colega y amigo, y sin distraerme pero con cierta simultánea abstracción, me vi en una plaza que visito cuando puedo, muy cercana a la de Santa Croce. Me vi en la florentina Piazza della Signoria, observando a través de los cristales la imponencia del "David" de Miguel Ángel, (la copia, porque el original está poco más allá, a buen recaudo en el interior de la Galleria dell'Accademia). Claro, me vi agarrado a una taza de mi cappuccino preferido y hasta creo que desde la lejanía me alcanzaba el eco de los forofos que asistían a un evento de esa actividad lúdica que acababa de nacer.

Unos momentos sublimes, se lo aseguro. De esos que a Federico Fellini le hacían decir y filmar “Amarcord (“me acuerdo”, en su dialecto de la Romagna).

Pues aquí y ahora ya no tengo mucho más que añadir. Sólo fijar en el papel y en el espacio virtual mi agradecimiento a Alex por haberme hecho viajar unos momentos a mi cappuccino por antonomasia, a un escenario que pertenece al Arte, a la Historia y al cariño de mis papilas gustativas, además de haber sido cuna de algo que en su forma actual – lo digo con sinceridad – me trae olímpicamente al pairo.

¿El palabro? Ah... Eso no. No voy a “fusilar” algo que todavía no he leído y que leeré sin duda con curiosidad y atención. Pues no pierdan de vista el diario AS en los próximos días y lean a Alex Grijelmo. Así comprenderán mejor este algo ampuloso “ante factum”, casi una disertación de ningún sitio a ninguna parte. O no.

Post scriptum - No me hagan mucho caso, pero juraría que en mi viaje y cappuccino onírico me ha parecido ver la silueta del colega Francesco Manetto, que salía a la plaza después de haber pagado en la caja del célebre "Caffè Rivoire". El mismo de mi éxtasis cafetero. Mejor dicho: de uno de muchos.




"AGGIORNAMENTO" del 8 de Mayo 2016
Ahora lo van a tener claro.
He aquí el artículo de Alex Grijelmo en el diario AS de hoy.


"Clic" para leer el texto en el diario AS