Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

lunes, 29 de noviembre de 2021

(277) Justo Gallego, la fe del carbonero y la tragedia de Avianca en Mejorada del Campo
Justo Gallego, la fede del carbonaio e la tragedia di Avianca a Mejorada del Campo

«Per aspera ad astra»
(Séneca)

 «Verás qué recibimiento. Descansa al fin, Justo». Eso decía ayer Monsieur de Sans Foy, escritor y poeta bilbaíno (yo le llamo "nervionés") que se parapeta tras ese seudónimo cuando firma textos, versos o tweets con su característica carga de socarronería, a menudo de acidez, y con la ocurrencia siempre al acecho. Coincidimos en varios aspectos del ser y del saber, no siempre estamos de acuerdo, pero hay que reconocer que cuando Monsieur se pone serio sentencia como los marmolistas de un cementerio: escribe indeleble con cincel y “ad perpetuam rei memoriam”, como decían los paisanos de Cicerón. 

A Sans Foy le contesté que «sobre el recibimiento, no tengo ni la más mínima duda» y añadí un «Justo entre justos. Que DEP», para luego rememorar la primera vez que encontré y entrevisté a Justo Gallego Martínez, ese humilde agricultor visionario que en Mejorada del Campo, afueras de Madrid, dedicó toda su vida adulta a erigir una catedral con medios de fortuna, desechos de todo tipo y procedencia, materiales a menudo casi imposibles. Y lo hizo todo solo; en su aventura encontró más obstáculos que ayudas. 

Ayer Justo Gallego se fue de este mundo a los 96 años, sin ver concluida su catedral. Pero la obra está allí, en Mejorada del Campo. Una imponente estructura de un estilo indefinible, testimonio de un sueño cargado de fe y voluntad tozuda. Si Calderón sostenía que la vida es sueño, Justo Gallego ha demostrado que un sueño puede ser una vida con un objetivo. Conseguirlo es lo de menos porque, aunque no lo admitiera, en su fuero interno Justo sabía que no era tan sencillo. Estaba convencido, sin embargo, de que en el viaje de una vida, el que te has propuesto como no diferible, es más importante cada paso dado en el recorrido que la consecución de la meta

Esa filosofía, impregnada de fe, tozudez, resiliencia y una voluntad indómita, es la que Justo me explicó, directa e indirectamente hace más de cuarenta años. Estuve un día entero persiguiéndolo detrás de la carretilla, agarrándome a peligrosos andamios a los que subía o echándole una mano a amasar cemento con arena. Todo para intentar captar esa "fe del carbonero" que lo animaba y conocer los recursos que su físico, ya algo tocado, les permitían aprovechar y ensamblar ladrillos de segunda mano, hierros retorcidos, chapa procedente de desguaces y hasta viejas ruedas de bicicleta. La lista de los materiales utilizados en esa catedral por Justo es entre impensable, increíble y desconcertante. Ya lo dijeron autoridades y arquitectos cada vez que, ante la enfadada indiferencia del constructor, intentaban ponerle trabas. 

Y sin embargo, inacabada pero majestuosa, increíble pero real, esa catedral está allí, desafiando el skyline de Mejorada y mirando a un cielo al que Justo miró toda su vida. Y hacia arriba, muy arriba, Justo miraba, absorto, en las pocas pausas de su frenética actividad. En mi visita, en mis visitas porque hubo más a lo largo de los años, se detenía solo de vez en cuando unos segundos. Y era en esas pausas cuando, con su habla rápida, a veces atropellada por un sinfín de ideas, me soltaba alguna sentencia. Siempre concluyendo con un “Dios dirá”. La suya no era resignación ante las dificultades, que veía; era la aceptación de que la intención tiene que pervivir al desafío, la voluntad al obstáculo. Era la fe en que lo importante era caminar, caerse y levantarse, pero siempre mirando al frente, al objetivo. 

No quiero alargarme. Este solo es un breve recuerdo al que quiero añadir otro, el de un día, una noche más bien, de tragedia que me llevó años después a volver a ver a Justo para un saludo y poco más. La noche del 26 al 27 de noviembre de 1983 cenaba yo con el colega Annibale Vasile, el desaparecido corresponsal de la RAI, en un restaurante cerca de Mejorada (por cierto, un local que años más tarde sería volado por terroristas). Al postre, un fragoroso estruendo nos levantó de la mesa y poco después, por un azar que los periodistas no desean, pero agradecen cuando lo inevitable ha ocurrido, estábamos los dos no muy lejos de la catedral de Justo, a los pies de una loma contra la cual había chocado un Jumbo de la compañía Avianca en fase de aproximación al aeropuerto de Barajas. Los restos de 181 seres humanos, entre pasajeros y tripulación, mezclados a piezas de todos los tamaños y al contenido de muchos equipajes, estaban esparcidos ante nuestros ojos, a lo largo de cientos de metros. 

Con algunos vecinos y, si bien recuerdo, dos agentes de la policía municipal, fuimos los primeros que contemplamos ese horror. Los servicios de emergencias llegaron pocos minutos después y comenzó una noche terrible, espantosa por como se presentaba ese campo que parecía el del final de una sangrienta batalla. 

Al día siguiente, estando todavía en Mejorada, me acerqué a la catedral en obras para ver si estaba Justo Gallego, saludarle y preguntarle sobre su trabajo. Lo encontré empujando una carretilla llena de escombros recuperados en una demolición. Un saludo, algunas frases e, inevitable, la referencia al desastre aéreo de la noche anterior. Y fue en ese momento cuando Justo soltó, casi como un murmullo: «Aquí no hay luces, pero espero que esa pobre gente anoche se haya ido viendo la silueta de este templo. Que descansen en paz». 

Hoy añado: Tú también, Justo, descansa en paz entre justos y soñadores, cuerdos portadores de sanas locuras. 


* La iglesia inacabada se llamará “La catedral de Justo” y Mensajeros de la Paz, a quienes Gallego la donó, intentará concluir la obra.
** El ayuntamiento de Mejorada del Campo ha decretado tres días de luto por el fallecimiento de su “hijo predilecto” Justo Gallego.





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