Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

martes, 23 de octubre de 2018

(269) Dios apoya a los anestesiólogos
Dio appoggia gli anestesiologi


«Se non è vero, è ben trovato», «Si no es verdad, es una buena ocurrencia».
(Atribuido a muchos políticos italianos, entre ellos Andreotti y Fanfani)



Lejos de mí ser irreverente. Todo lo contrario. Pero hay cosas que son bonitas, aunque vistan aparentemente el traje de las ocurrencias, y que uno se resiste mucho a “largarlas” por pudor, hasta que siente la improrrogable necesidad de compartirlas. En eso estamos. 

Pues si Dios, el nuestro y el de otras religiones monoteístas, quiere el bien de sus criaturas, no hay ninguna contradicción en que quiera también que el ser humano utilice los medios razonables a su alcance para que su vida sea lo menos traumática y dolorosa posible. Es esta una premisa necesaria para poder entender el supuesto a partir del cual voy a exponer la afirmación que titula estas líneas: “Dios apoya a los anestesiólogos”. 

Con el amigo Dr. Roberto Ruiz Abascal
La afirmación – juzguen Uds. – surge de una conversación con un querido amigo a la par que magnífico profesional en su especialidad sanitaria. Tuve que pasar por urgencias y sucesivamente por un control especialístico y no dejé al final de ir a ver si el amigo Dr. Roberto Ruiz Abascal @docroberto2001, jefe de anestesiología, estaba en pausa entre una cirugía y la siguiente. Pues sí, y estuvimos como siempre, en el espacio que separa quirófanos de recuperación, conversando de lo divino (¡nunca tan bien dicho!) y de lo humano, aunque mucho de medicina, que es una de mis pasiones

Y en eso surgió que sí, Dios sugirió a la Humanidad, ya en tiempo inmemorial, que a una intervención quirúrgica traumática le antecede la anestesia, que tiene múltiples funciones, entre las principales facilitar la operación, controlar las constantes y eliminar el dolor. Un cocktail de hipnosis, amnesia, analgesia, relajación muscular y supresión de reflejos. Dicho en palabras modernas, todo ese pre-operatorio que desde mediados del siglo XIX cambió los momentos duros de nuestra vida, cuando se ensayó en el ser humano, y que hoy se llama anestesia o anestesiología

"Creación de Eva", fresco de Miguel Ángel, bóveda de la Capilla Sixtina.
Pero antes de Paracelso, de Llull y de Frobenius, de Long y más, hace tiempo que Dios ya había dado la pauta previa a la cirugía.
La Biblia la describe con unas pocas pero muy bien claras palabras: «Entonces el Señor Dios hizo caer sobre el hombre un profundo sueño, y cuando este se durmió, tomó una de sus costillas y cerró con carne el lugar vacío» (Génesis, 2:21). 

No creo que esa milenaria lectura se preste a ambigüedades. Es tan clara la descripción de proceso, en su exacto orden, que huelgan más explicaciones. Y por eso no añado más. Sólo agradecer que hoy contamos, cuando no hay más remedio que pasar por quirófano, con una gran batería de recursos y con unos grandes profesionales que en los momentos críticos tienen encomendada nada menos que la vigilancia y soporte de nuestras constantes vitales

Pues aunque con el respeto que se debe a la cirugía, vayan confiados. Estamos en buenas manos, por mucho que las estadísticas, inevitablemente como en todo, tengan su parte, mínima, a merced de lo imponderable. 

jueves, 18 de octubre de 2018

(268) "Clampar": un verbo que permite salvar vidas y... también soñar :)
"Clampare": un verbo che consente di salvare vite... ed anche di sognare :)


Confieso que siempre he tenido cierta debilidad por algunas palabras, o palabros, que proceden de adaptaciones desde otras lenguas o que pertenecen al lenguaje casi codificado de determinadas profesiones. En primer lugar, y las utilizo a menudo, hay una serie de expresiones que son propias de los operadores de la sanidad, en especial modo de la cirugía y de la medicina de urgencias y emergencias, en la que desde varias décadas soy un infiltrado bastante activo y con unos cuantos “pinitos” en mi haber. 

Sí, será por viajar a varios países y utilizar otras lenguas, admito que tengo la costumbre de llamar muchos fármacos por su principio activo (en farmacia pido trihidrato de amoxicilina o ácido tranexámico con las misma espontaneidad con la que pido en un bar un café “espresso”); pero la jerga de quirófano o de urgencias la reservo más bien a mis encuentros, cenas, reuniones y más con mis amigos médicos, enfermeros y técnicos sanitarios.

Arteria clampada para interrumpir el flujo y consentir la sutura
Entre estas palabras hoy coloco bajo los focos de su atención el verbo “clampar”. Seguro que si el lector no pertenece al mundo de la sanidad y alrededores difícilmente lo habrá utilizado y es muy probable que desconozca su significado.
Pues clampar es un verbo que cada día, en todo el mundo, en todo momento, está salvando muchas vidas porque consiente intervenciones quirúrgica de otra manera imposibles o, con frecuencia en accidentes de carretera, en desastres, en eventos traumático de variada naturaleza, permite la contención de una severa hemorragia, la estabilización de la víctima y la posibilidad de que llegue con vida al hospital más cercano. 

Pinza quirúrgica de Rochester Oschener para clampar
Clampar no pertenece al idioma de Cervantes. Es un préstamo de la lengua de Shakespeare, procede de la palabra clamp (pinza, abrazadera) y consiste en la compresión de diferentes conductos, generalmente de un vaso sanguíneo (arteria o vena) para interrumpir el flujo y así detener una hemorragia o facilitar una intervención quirúrgica. Se suele clampar con unas pinzas especiales que verán en las ilustraciones y se trata de una maniobra tan rutinaria como indispensable que me atrevo a decir que mientras Ud. lee estas líneas, seguro que se está haciendo en cientos de miles de lugares del mundo: en quirófanos, a bordo de una UVI móvil de emergencias o en el mismo escenario de una tragedia

En situaciones de emergencia se puede clampar un vaso sanguíneo simplemente pinzando con los dedos e interrumpiendo el flujo. No es sencillo, pero factible con experiencia. Un buen ejemplo lo ofrecen los médicos de las plazas de toros cuando intentan detener una hemorragia.

Y es también muy probable que Ud. mismo haya sido “clampado” si en algún momento ha tenido que pasar por quirófano, y no necesariamente por una intervención de alto riesgo. Lo que sí es seguro es que a los pocos minutos de nacer a todos nos han clampado el cordón umbilical. 

Pero, visto que la palabra en cuestión es un préstamo de la cotidianidad de una lengua al lenguaje profesional en otro idioma, consiéntame que mirando al mundo en el que vivimos y todavía más, a muchos aconteceres más cercanos, comparta con Ud. las posibilidades y la eficacia extrajergal que clampar tiene en muchas situaciones que claman por una pausa, un respiro, una solución aunque sea provisional. 

Sí, lo reconozco. Ya estoy despegando desde lo concreto de la medicina, esa que salva vidas, y voy a soñar dejando volar los deseos con improbables maniobras de clampaje (algunos dicen "clampeo"). A lo mejor esto es fruto del hartazgo, del aburrimiento, de esas frecuentes y reiteradas ganas de gritar (¿Se acuerdan de la oscarizada película Network, de Sidney Lumet?): «¡Estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo!». 

¿Clampar cuerdas vocales?
Es entonces que sueño con clampar las cuerdas vocales de todos esos cantamañas que intentan adoctrinarnos desde los extremos ideológicos. Con frecuencia soñamos con un mundo en el que quienes tienen grandes responsabilidades hacia la colectividad, de cualquier naturaleza esa sea, tengan bien clampadas las vías que pueden llevar a la toma de decisiones desastrosas. Uno imagina también poder silenciar con un fuerte clampaje a ese ejército de especialistas improvisados según la contingencia: todos bomberos ante un pavoroso incendio, ingenieros de caminos cuando se derrumba un viaducto, controladores de tráfico aéreo si hay un atasco en los cielos, o comadronas ante un difícil parto de quintillizos. Estoy mirando a las tertulias, a las cafeterías y las burradas y bulos que se leen en las redes sociales, y no sólo. 

La lista de los deseos de un buen y eficaz clampaje abarca mucho. Miren: me contentaría con un genérico clampar no tanto a los imbéciles, cuanto las vías de difusión de las imbecilidades. Sólo con eso viviríamos un poco más en la sensatez y en el sosiego. 

Pero me temo que clampar se quedará en el reducto jergal y vital de la sanidad: interrumpir un rato para que la vida pueda seguir su curso. El otro clampaje, el que estaba soñando, lo dejo para la carta a Papá Noel, y mientras tanto seguimos aguantando.