Unos apuntes dedicados a tres médicos amigos,
además de magníficos profesionales:
Rafael Cinza Rey Cardiólogo
Fernando Prados Roa Médico de Emergencias
Alfonso Morán Martínez Médico de Emergencias
y a todos los amigos profesionales de la Salud
Quienes suelen honrarme con su atención bien saben de mis décadas de andanzas entre nómadas, por muchos rincones del desierto. Y también saben que la medicina y el cuidado de la salud siempre están bien presentes en esos vagabundeos. En mi libro “Sahara – Un viaje a la sabiduría de las gentes del desierto”, dediqué un capítulo a la fauna autóctona de esas landas inmensas y allí me entretuve con la variedad de reptiles, además de algunas curiosidades sobre la peligrosidad de víboras y serpientes ola extraña inmunidad a los venenos de algunas pequeñas poblaciones que de la recogida del tóxico han hecho un negocio. Y ayer cayeron casualmente en mis manos esas páginas mientras, paralelamente, quería averiguar la situación de la distribución geográfica mundial de los antídotos. ¿Por qué? Sencillamente porque partía de un hecho: la peligrosa y creciente moda de sacar de su habitat a los reptiles, llevarlos a otros continentes lejanos como “mascotas” exóticas y luego provocar algún que otro susto, cuando no una irremediable tragedia.
Bothrops jararaca |
Visitaba pues las páginas del Munich AntiVenom INdex (MAVIN), un lugar indispensable para hacer frente a emergencias por inoculación de venenos de procedencia animal, y en ello caí en la página dedicada a la Bothrops jararaca, también conocida como víbora lanceolada o sencillamente jararaca. Lo primero que me tranquilizó, aunque no completamente, fue constatar que en Europa se podría conseguir antídoto específico contra el veneno de ese temible reptil a través de por lo menos once lugares (Austria, Alemania, Suecia, Suiza y Reino Unido). Tranquilizante hasta cierto punto, decía, porque la emergencia necesita de tiempos cortos y no todos viven cerca de Múnich, Estocolmo o Londres. Pero tranquilicémonos. No es muy probable que por aquí nos muerda una jararaca.
Ya saben lo que ocurre cuando uno comienza a bucear. Es como meter la mano en la bolsa de las chucherías (evítenlas, son un pésimo y nada saludable hábito) y de ahí puede salir cualquier cosa. Te esperas un cacahuete y salen pipas de calabaza, regaliz o un trozo de tela que entró no se sabe cómo en el envoltorio. Pues algo parecido a lo que ocurre “navegando”: la intertextualidad y la hipertextualidad se sabe donde comienzan pero nunca a donde pueden llevar.
Pues manteniéndome a prudencial distancia de la siniestra Bothrops jararaca acabé nada menos que en los “Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina”, los preciosos IECA, unos fármacos que han cambiado la vida de mucha gente por su eficacia terapéutica y su (siempre relativa) seguridad por el limitado espectro de efectos secundarios. A muchos todo esto les sonará a chino mandarín, pero si hablamos de Captopril, Lisinopril, Enalapril y más fármacos cuyos nombres terminan en “pril”, muchos, muchísimos, ya saben de lo que estamos hablando.
Los IECA son ampliamente manejados por angiólogos, cardiólogos y más especialistas, además de por los médicos de atención primaria, para el tratamiento de ese “killer silencioso” que es la hipertensión arterial, así como porque hay estudios que corroboran con su uso una sensible reducción de la mortalidad por insuficiencia cardíaca crónica. También hay algunas evidencias de su papel en la disminución de la transición a una insuficiencia cardíaca después de un infarto de miocardio. Ya ven que estamos hablando de unos fármacos que tienen su lugar destacado entre la batería de respuestas ante las claudicaciones y baches de nuestro perfecto pero vulnerable organismo.
Sérgio Henrique Ferreira |
Esta no es la sede más apropiada para que les cuente cómo el pentapéptido BPP5a, presente en el veneno de la jararaca, desencadena su acción inhibitoria de la enzima de conversión de la angiotensina. Pero sí lo es para que les recuerde que gracias a todo este proceso Ud. o alguien a Ud. cercano puede, con un fármaco de manejo habitual y poco crítico, controlar y estabilizar su hipertensión o una propensión a pagar los peajes, a veces muy caros, de una fontanería sanguínea que presente peligrosas fluctuaciones en caudal, presión y velocidad.
¿A dónde nos lleva esto? A muchas consideraciones. A mí, viajero apasionado de mis desiertos, me lleva a una constatación. Bueno, a varias. La primera, que contrariamente a cuanto se pueda pensar, los reptiles, y entre ellos algunos muy peligrosos y mortales, abundan, pero no se nos cruzan por el camino cada dos por tres como algunos puedan pensar. La segunda consideración es que todos, en cualquier reino y especie, tenemos un papel y si no lo vemos es porque todavía no lo hemos descubierto. Y la última, aunque haya más, es la comprobación de la veracidad de ese antiguo proverbio italiano: «Non tutto il male viene per nuocere» (No todo el mal llega para hacer daño”. Tampoco la siniestra Bothrops jararaca, a la que desde hoy le pido permiso para llamarla amistosamente “jarara”. Gracias, “amiga”.
No deja de sorprender el italiano de mis mañanas radiofónicas.
ResponderEliminarInteresante relato, además veo que yo mismo le debo mucho a la jararaca.
¿Que me tomo una serpiente cada día? Jahajaa...
A mí todo lo que se arrastra... y con esa pinta...
ResponderEliminarPero me gusta saber que también esos tienen razón de ser.
Interesante, muy interesante.
Aunque no es el tema del artículo, habría que recordar que el argentino Dr. Eduardo Braun-Menéndez estuvo en los estudios que descubrieron el papel de la angiotensina en la HTA.
ResponderEliminarNo fue sólo él, pero él era de los míos 😡
Da la impresión de que usted sabe algo de "melecina". Gracias por su magistral lección. Me voy haciendo una idea de su pasión.
ResponderEliminar"La siniestra jararaca..."
ResponderEliminar¿De derechas, no tiene?
Interesante y bien contada historia.
ResponderEliminarAhora cuando lo despacho puedo decir "lagarto... lagarto...".