Cuando ayer me llegó la primera noticia del asesinato en Afganistán de una cooperante española, un breve “flash” de agencia con pocos datos, lo relancé en las redes añadiendo, claro, mi pésame a sus allegados y a la Cruz Roja Española y al ICRC. Ninguna muerte puede serme ajena, mucho menos la de quienes, desde la cooperación o los servicios de emergencias, se vuelcan en asistir a quienes lo necesitan de manera a menudo dramática y urgente. Los míos, como suelo definirlos con admiración y cariño.
Fue sólo horas más tarde cuando me di cuenta de quien había fallecido mientras, en el lejano Mazar-e-Sharif, dedicada su tiempo, experiencia y altruismo al servicio de los discapacitados víctimas del largo y sangriento conflicto de Afganistán. La víctima era Lorena Enebral Pérez, 38 años, una fisioterapeuta segoviana de origen y afincada en Pozuelo de Alarcón. «¡Dios mío! – exclamé en voz alta – Pero si la conocí en el desierto».
Para Lorena y sus acompañantes – recuerdo que me dijo – se trataba de un primer contacto, probar la experiencia de meterse, aunque fuera brevemente y guiada, en ese fantástico y peliagudo ambiente natural y humano que lleva fascinándome ya desde unas cuatro décadas. No recuerdo todos los detalles. Pero sí (como puede imaginar quien me conoce) que charlamos mucho, durante la frugal cena y después; varias horas en las que contesté a muchas preguntas de una sana curiosidad por esa gente, sus costumbres y sus problemas. Del grupo era la más interesada y me hizo muchas preguntas que poco tenían que ver con lo poco y superficial que quiere saber el visitante esporádico, el viajero que considera esos “garbeos” como una aventurita, salir del tiesto de la rutina y poderlo contar. Poco más.
Recuerdo también que el día sucesivo, ya unos 150 kms. más allá, y en los márgenes del desierto, donde el grupo había dejado unos normales coches incapaces de entrar en el Sahara, les di las indicaciones oportunas y hablé con un amigo, uno de esos mecánicos del desierto que lo arreglan todo, para que reparasen una pequeña avería y poder así remontar hacia el Norte, a unos día de viaje. Pues recuerdo poco más, pero sí memoricé nombre y apellido y el mucho interés que Lorena Enebral ponía en sus preguntas.
Y es aquí donde, a lo mejor sin mucho fundamento, me asalta una duda, un escrúpulo de conciencia. ¿Habré contribuido de alguna manera, aunque fuera sólo mínimamente, a fomentar ese vuelco de años sucesivos hacia la cooperación y asistencia de gentes humildes, sin recursos y en situaciones a años luz de nuestra ”civilización”?
No tengo una respuesta. Lo único claro es que tenía que haber intuido ya entonces el motivo de ese bombardeo de preguntas. Era el germen de ese altruismo de fondo, que surge del alma y que afortunadamente anida en muchas y muchos más de los que tienen visibilidad. Y muchos y muchas, como ayer Lorena, en el recorrido de ese impulso altruista han dado el máximo: su propia vida.
Descanse en paz Lorena y descansen en paz todos quienes han perdido la vida por y para los demás. Gracias.
Caray amigo Josto. Como lo siento. Que triste noticia y que injustificada muerte. Seguro que era un excepcional persona. Maldigo al asesino.
ResponderEliminarD.E.P.
ResponderEliminarPreciosa la.reflexión de @JostoMaffeo , si no la habeis leido aún...merece la pena, homenaje a Lorena
ResponderEliminarPrecioso de verdad 😢. Lo siento mucho, personas así deberían ser eternas, dando todo a los demás. Mucho tenemos k aprender. Descanse en paz
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