Estimados Reyes Magos. Majestades:
Lejos de mí la
intención de aguar Vuestra fiesta, sobre todo la de muchos niños que todavía
flotan entre sueño y realidad, entre la vida cotidiana y los vuelos de la
fantasía, con los ojos resplandecientes de ilusión, gracias a una sana
tradición que, entre otras cosas, distribuye a mansalva sonrisas y emociones.
Pero tengo
memoria. Y hoy, ojeando lo medios de información en todos sus soportes veo
titulares, textos e imágenes que me hacen recordar como si fuese ahora mismo.
Recuerdo todos y
cada uno de los cuerpos destrozados en los seis atentados a pocos metros de la
puerta de mi domicilio madrileño, cuando era el bombazo y no el despertador a
levantarme de la cama. Recuerdo a cientos de víctimas, hechas pedazos por la furia
asesina en años en los que había que ir al escenario de la matanza para poder
relatar el horror en toda su extensión bárbara e inhumana.
Recuerdo los
años duros, los durísimos y los de las muertes intermitentes, como
intermitente, en su permanencia, fue, ha sido y sigue siendo el chantaje.
Pero eso es
conocido y suele recordarse, con mayor o menor detalle. Está instalado de
alguna manera en la memoria colectiva.
Cuando digo que
tengo memoria, sin embargo, quiero referirme a esta mi profesión de toda la vida
en la que, a pesar de todo, sigo creyendo. A un periodismo de algunas luces y
muchas preocupantes sombras, sesgos, compraventas, falsificaciones,
hipocresías, ambigüedades calculadas y grandes omisiones.
Los viejos del
lugar me incluyen en esa media docena o poco más de “corresponsales históricos”
que acompañamos la Transición y narramos, día tras días, esa España rezagada,
pobre, mal equipada y con muchos males endémicos que la hacían “diferente”. Un
país que quería soltar el largo lastre de la dictadura y caminar mirando hacia
delante, bajar la altura de los Pirineos e integrarse con pleno derecho y con
todas sus consecuencias en la Europa de la que siempre ha sido parte.
Ese grupo de
corresponsales contamos todo eso, lo explicamos a los demás europeos, más
avanzados en casi todo menos en el gran entusiasmo y en el anhelo español de
salir de la injusta situación en la que los avatares de la Historia habían
relegado la tierra de Cervantes. Ese grupo de corresponsales fuimos cómplices
de ese proceso, nos entusiasmamos, colaboramos a “vender” esa imagen activa de
la España que quemaba etapas con inteligencia (y no pocos sustos). Hasta
llegamos a pasarnos, conscientemente, en descripciones y análisis. Porque las
resistencias externas (quiero olvidar a los países más insolidarios) eran
fuertes. Algunos, no muy lejanos, preferían perpetuar esa comida maldición de
que “África comienza en los Pirineos” porque siempre viene bien tener al
pariente más cercano pobre, necesitado y controlado.
Pues a esos
años, largos años de vicisitudes, quiero referirme. Porque no olvido. Recuerdo
perfectamente cuando fuerzas políticas y sindicales (fui por una década y media
presidente del Círculo de Corresponsales) me obligaban a extenuantes
negociaciones para celebrar encuentros, comidas informativas indispensables
para conocer de primera mano la postura de todos, incluido el mismísimo
Satanás. Y a veces escuchábamos propuestas tan peregrinas como “nos vemos en
las cercanías de Behobia, a lo sumo cerca de Burgos. Pero a la meseta no
bajamos, sería una claudicación política”.
Y sin embargo no
es eso lo que recuerdo, hoy, viendo esas imágenes de una reunión vergonzante y
desafiante y los textos que acompañan la siniestra iconografía.
Quiero recordar,
porque tengo memoria, a esos numerosos periodistas españoles que en esos largos
años intentaron vendernos una burra siniestra a nosotros, colegas foráneos que
no nos chupábamos el dedo y teníamos ojos y oídos. Intentaban convencernos,
entre un café, una cena o un encuentro casual en un pasillo, de que había una
“ETA buena” y una “ETA mala”. Ante tanta sangre y tanto horror irracional, el
justificacionismo (permítanme el palabro) fue una larga insidia muy difusa y
reiterada.
Hoy, viendo esas
imágenes de Durango, recuerdo a todos y a cada uno de los que nos intentaban
vender ese cuento. Unos se fueron, otros fundaron o dirigieron medios de
información, otros más siguen escribiendo y opinando en papel, en webs o
poniendo su cara ante las cámaras. No son pocos, créanme, y muchos pululan por
las redes sociales. Algunos han tomado conciencia de ese error de percepción,
de esa complicidad directa o indirecta con el terror, otros siguen con la
“ambigüedad calculada” a golpes de palos y zanahorias.
Pues como tengo
memoria podría seguir aquí con una larga lista de nombres. Pero ¿para qué? Sigo
creyendo que la mejor ubicación de ciertos individuos es la antesala de mi
total indiferencia. Bastante tengo con negociar y pelear con mi propia
conciencia.
Queridos Reyes
Magos: disculpen que tenga memoria y una memoria de este tenor en un día que es
de fiesta, Su fiesta y la de niños y adultos de buena voluntad que miran al
futuro con esperanza.
Tienen Uds. todo
mi respeto y admiración, Majestades. Me llamo Josto Maffeo. Desde siempre, un
ser humano. Desde casi siempre, periodista. Pero con memoria.
Personas como Usted son a menudo más españolas, sin serlo, que muchos españoles de boquilla. Gracias por haberse esforzado en conocernos y aguantarnos. Y por su "complicidad" en años difíciles.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu excelente artículo. Qué es un país sin memoria?? Simplemente nada. Hemos de recordar cada portada.
ResponderEliminarEnhorabuena por tu excelente artículo. Qué es un país sin memoria?? Simplemente nada. Hemos de recordar cada portada
ResponderEliminarValiente, honesto y con rostro, nombre y apellido.
ResponderEliminarGracias por contarnos/recordarnos también esas vergüenzas muy nuestras.
Con mil disculpas. pero que tenga el valor de decir estas cosas un no español nos tendría que avergonzar.
ResponderEliminarLe sigo desde hace muchos años y mi italiano me ha permitido también leerle en su lengua cuando viví en Roma. No podía esperar algo menos y algo más claro.
ResponderEliminarGracias y un saludo desde San Sebastián.