Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

lunes, 9 de junio de 2014

(210) Sissi. El ninguneo, la bofetada y el inteligente savoir-faire
Sissi. Il disdegno, lo schiaffo e l'intelligente savoir-faire




Nunca me he considerado un “buenista” al uso. Sí reconozco que prefiero los buenos modales, que evito los enfrentamientos –otra cosa son los debates defendiendo ideas– y que soy incapaz de odiar y de albergar deseos de venganza. También puedo decir que, a lo sumo, ante cualquier actitud llamémosla hostil o incomprensible o reiteradamente molesta, suelo reaccionar con el ninguneo. Es decir: paso y, como suelo explicar, sigo llenando la antesala de mi indiferencia de sujetos y sujetas que no desvelan mis noches lo más mínimo.

¿Adónde quiero ir a parar?

No muy lejos. Sólo a indicar cuál es mi estrategia ante situaciones gratuitamente conflictivas, sobre todo no buscadas, recurriendo a la máxima economía del esfuerzo, a la salvaguarda de mi salud psicofísica y a procurar que no se haga sangre de algo que casi nunca merece la pena. Lo digo sinceramente, para mí y también para mis eventuales antagonistas, aunque yo no me reconozca tal y a lo mejor esa consideración, o peor, la de enemigo, la tienen hacia mí y no yo hacia ellos.

Y ¿a qué viene esto?

Pues es sencillamente algo que estaba reflexionando hace unos momentos, con la vista y el oído puestos en dirección a la tensión que se palpa en esta sociedad fácil presa de una demagogia desbordante, de una violencia verbal –y no sólo verbal– entre muchos que se tienen ganas y están permanentemente con el hacha de guerra desenterrada. Ya saben de lo que hablo. Basta con asomarse a tertulias, a las redes sociales, a la calle, al mundo político o de la comunicación, a cualquier ocasión en la que legítimas preocupaciones desembocan en la simplificación dialéctica, en el maximalismo más cavernícola y en ráfagas del “y tú más” condimentadas con altas dosis de rabia, revanchismo y odios soterrados.
 
No abundo más. Ya nos hemos entendido. Además, ya estoy en la fase en la que casi me estoy retirando a una posición de observador de algo que intuyo –ojalá me equivoque– como un enésimo desastre colectivo que acabará, por lo menos, en grandes frustraciones. Mientras tanto, cierta dosis de irresponsabilidad y de respuestas viscerales, sin mirar más allá de la siguiente manzana, se están adueñando de la situación gracias a unos cuantos tribunos pertrechados de flautas mágicas que arrastran masas.

Y en esas me estaba acordando de algunas de mis reacciones cuando todo parece perdido y hay que decidir cómo reaccionar, Ya sé cuánto se enfadan los que alguna vez me han gritado algo desde el coche de al lado que quiere adelantarme a toda costa en un atasco y yo contesto con una cordial y gran sonrisa a través de la ventanilla. A algunos se les hinchan las venas de cuello y frente. Otros, si tuvieran la posibilidad, bajarían y me partirían la cara.

Lo creo y lo practico. A menudo, más allá de la esterilidad de las posturas beligerantes, más que llegar a presentar la otra mejilla ante una bofetada es más eficaz erguirse, retroceder rostro y busto en posición austera y de seguridad y presentar la respuesta más elegante posible a quien ataca. Suele desconcertar y, a menudo, concede al agresor esa fracción de tiempo, esos segundos que pueden propiciar en el interlocutor o interlocutores cierto desconcierto y hasta reflexión sobre la utilidad de esa actitud hostil o displicente.

Pero soy testarudo. Cuando puedo prefiero esa vía. La de la reacción en positivo o tirando hacia el territorio del ninguneo. Lo que se dice “pasar” o “dejar caer”. Aunque, confieso, dar la vuelta a la tortilla es algo que más me deleita. Y a este propósito quiero recordar unas secuencias que ilustran magistralmente lo que quiero decir. Son las de la tercera película de una trilogía austro-alemana sobre ese personaje histórico conquistado por el mito que fue Isabel Amalia Eugenia, Duquesa de Baviera, luego emperatriz de Austria y reina consorte de Hungría. Para que nos entendamos, “Sissi”, la enfermiza y romántica mujer interpretada por Romy Schneider bajo la dirección de Ernst Marischka.

Bien, en “Schicksalsjahre einer Kaiserin”, titulada en español “Sissi enfrenta su destino”, tenemos a la pareja imperial ninguneada, o mejor dicho ofendida por una estrategia de los nobles de Milán, ciudad que veía a los austríacos como opresores y causa de todos sus males. Gran parte de las secuencias tienen como marco el “Teatro alla Scala”, templo de la lírica.

Les anticipo, si no conocen la película, que el tiro a los blasonados lombardos les sale por la culata. Pues contemplen, o vuelvan a contemplar (sólo son 11 minutos), como la habilidad de la joven emperatriz gana la partida en una situación que en muchos lugares y momentos de la Historia hubiese podido hasta desencadenar una guerra. En Italia decimos “fare buon viso a cattivo gioco”. Y siempre con elegancia, sin bajar al mismo lodazal. Pues eso es lo que bien ejemplifica esta escena imperial y teatral, regia y plebeya, en la que los verdaderos plebeyos son los supuestos nobles. Porque “noblesse toujours oblige”.



3 comentarios:

  1. Eso no es fácil, hay que teneer buenos frenos para contenerse.
    Pero voy a entrenar porque me fascina su estrategia y me encanta su capacidad de no alterarse.
    Saludos desde la Costa Blanca.

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  2. Iraide E.9/6/14 22:43

    Vi esa película y no me quedé con la secuencia. No sé si eso ocurrió exactamente así en la realidad, sin embargo la chica ha demostrado una rapidez de reflejos con la más inteligente de las reacciones.
    Es casi un “¿querían caldo? Pues dos tazas” en versión imperial-lírica.
    Y Ud. ha sabido jugar con eso de manera magistral.

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