No hice la mili aunque no soy exactamente un pacifista;
más bien pacífico. Pero exijo dar la bienvenida, en la cena anual de
confraternización, a los capitanes en la reserva de los Zapadores de montaña.
Para infundirles espíritu y fervor castrense. Con el ejemplo de mi beligerante vida.
No soy oriental y mucho menos comunista. Pero exijo poder pronunciar el discurso de apertura en el próximo congreso del Partido Comunista de Corea del Norte. Para exaltar la figura del llorado padre de la patria, Kim Jong-il, e incitar a mantener viva la llama de la revolución antiimperialista. Y que me tomen como ejemplo de coherencia.
No soy oriental y mucho menos comunista. Pero exijo poder pronunciar el discurso de apertura en el próximo congreso del Partido Comunista de Corea del Norte. Para exaltar la figura del llorado padre de la patria, Kim Jong-il, e incitar a mantener viva la llama de la revolución antiimperialista. Y que me tomen como ejemplo de coherencia.
La religión es una herencia cultural, no comulgo con
muchos de sus preceptos. Pero sería intolerable que no me dejen subir esos
peldaños del templo hasta el lugar desde donde quiero invitar al fervor, a un
general examen de conciencia, a la reafirmación de esa fe cuyos preceptos me la
trae al pairo. Salvo que los ajusten a mis exigencias.
He dado pocas patadas a un balón y todavía tengo
serias dificultades para entender a veintidós tíos en calzoncillos que
persiguen una pelota. Pero exijo estar un domingo en el Bernabéu y otro en el
Camp Nou, aun discrepando, para alentar y exaltar el espíritu hincha, fomentar el
forofismo y censurar muchas reglas de ese deporte que nunca practicaré.
No soy masón ni comparto muchos principios de esa
disciplina, pero quiero que en la próxima reunión de la logia más cercana me
dejen unos minutos. Para fomentar la afiliación a una orden cuyos principios iniciáticos
-que pretenden la evolución ética, moral y espiritual de sus miembros- me
parece bastante trasnochada. Pero creo que soy el ejemplo más adecuado al cual
tienen que inspirarse.
Soy periodista. No creo ni en santos ni en santidades.
Pero hoy, en el nombre de ese gran hijo de la Iglesia que fue San Francisco de
Sales, quiero pronunciar el discurso conmemorativo de la asociación de
periodistas. Mi independencia, servicio a la sociedad, rigor deontológico y honradez
intelectual de “paparazzo” descreído son suficientes créditos para que, en el
nombre de ese gran santo, ilumine la trayectoria profesional de muchos
compañeros.
Soy italiano de origen. Pero podría ser sin problemas
esquimal, persa, touareg o maorí. Lo que pasa es que lo que he escrito en los
párrafos anteriores, lo he soñado (¿o fue una pesadilla?)… en español. En “español
tolerante” ¡faltaría más!
Casi siguiendo la línea de muchos, no todos, esos
colegas de profesión que predican la tolerancia a su propio favor y la
transforman en exigencia en casa, grupo o gremio ajeno.
Por cierto, como carne sin dificultad. Pero nadie
puede impedirme dar el discurso de bienvenida en la próxima reunión de las
asociaciones de veganos. ¿Cómo dicen? ¿Mi debilidad por el buen jamón? Y eso… ¿a
qué viene? ¡¡¡Intolerantes!!!
(Repito: soñaba
o tenía una pesadilla. Pero nunca se me ocurriría pensar lo que soñé.
Extraño
país, este, en el que hay muchos que pretenden cambiar las reglas de clubs a
los que nunca pertenecerían. Buenos días. ¿O no?)
Aúpa Josto!! No te enfades, no merece la pena...sigue disfrutando de tu gran profesión y haciendo que los demás disfrutemos de tus puntos de vista y opiniones con respeto hacia lo que haces.
ResponderEliminarUn saludo desde las montñas.
La España de siempre. Nos matamos a lo largo de toda nuestra historia y ahora damos lecciones al resto del mundo. Pues "me duele España", sobre todo porque soy español.
ResponderEliminarAplaudo su sensatez.
Lorenzo Díaz