Sigo creyendo que, más allá de las alegrías de nuevos ricos y de la irresponsabilidad de gobernantes y pueblos, en la crisis del euro y de la eurozona sigue pesando, y mucho, un pecado original.
Es haber aceptado crear una divisa única a
imagen y semejanza de una que ya existía. Pues lo vemos: nuestro querido y
maldito euro sigue siendo otra moneda disfrazada con nuevo traje.
Pero su carácter, sus modales y sus tics no
se han adaptado a la convivencia. Nosotros nos hemos adaptado a ellos.
Y así nos va.
Adenda
No podemos
olvidar, sin embargo, que ahora la pelota la tiene que jugar también Francia. Y
es la hora de la verdad, porque París siempre se ha opuesto a la más mínima
cesión de soberanía. Y sin esa no se construye Europa ni se pueden tomar muchas
medidas inaplazables.
Pues es la hora de la verdad. “Faites vos jeux. Rien ne va plus, M. Hollande…”.
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