Cuando uno ya ha navegado unas miles de singladuras periodísticas, a través de dos milenios, en todo tipo de medio de comunicación y en varios países, puede añadir a sus propias y habituales herramientas de trabajo una que se ha ido autoalimentando día tras día: la retrospectiva directa, vivida en primera persona y sin necesidad de ir a buscar datos a través de la aproximación de la primera “wikinosequé” al alcance del ratón.
Entre las observaciones que me han detenido en estos últimos convulsos tiempos, hoy les propongo una llena más de interrogantes que de respuestas. Y confieso que entre algunas posibles respuestas albergo fuertes sospechas. Pero que sean Uds. quienes observen, reflexionen y saquen sus propias conclusiones.
Me refiero a ese veto ético que, en unos países más y en otros algo menos, nos habíamos autoimpuesto los periodistas, los editores y – donde los haya – los organismos de vigilancia deontológica de nuestra profesión. Hablo de la no publicación de los suicidios, salvo en casos excepcionales, bien motivados e ineludibles. Muy pocas situaciones lo justificaban, por mi experiencia directa.
Los motivos de esta autolimitación comenzaban por el profundo respeto por una tragedia íntima, personal y familiar. Una tragedia sobre la cual puede haber opiniones pero no juicios. Y si estos los hay, pueden limitarse al hecho en sí y no a quien lo comete, porque se nos niega la profunda introspección del ánimo humano hasta el punto de poder conocer situación, pensamientos, estado psicológico y mil otros factores que han determinado esa última decisión.
A ese motivo de autolimitación se sumaba otro procedente de una comprobación socio-psicológica: el grave riesgo de la emulación. Hay cientos de estudios internacionales que van en esa dirección y en todos los países se ha podido constatar que a mayor exposición de suicidios en los medios, mayor incremento de actos extremos en la cotidianeidad de esa sociedad. Me limito a indicar “La exposición mediática hace aumentar los suicidios: lo demuestran 50 estudios internacionales. Las responsabilidades de los periodistas”, del “Ordine dei Giornalisti”, el colegio profesional italiano al cual pertenezco. Colegio único en su género en el mundo porque, gestionado por los propios periodistas, autoriza a quienes pueden ejercer la profesión, representa y defiende el gremio pero al mismo tiempo tiene órganos deontológicos y propios tribunales cuyas sentencias – que pueden llevar a la suspensión o exclusión de la profesión – asumen carácter de sentencia de la magistratura ordinaria.
Por eso no profundizo sobre el riesgo de la emulación. Solo se lo propongo a Uds. para una personal y colectiva reflexión. ¿Por qué se ha roto el tabú? ¿Por qué no sólo se publican suicidios sino que se llevan a portada o a las primeras noticias de los informativos de radio y televisión? ¿Interesa, en ciertos casos y momentos, publicarlos?
Ahí lo dejo. Yo tengo algunas personales respuestas, hasta fuertes sospechas. Espero equivocarme.
Ud. levanta a menudo cuestiones éticas. Pero me temo que se ha equivocado de país. Aquí la ética aparece citada cuando es instrumental en la lucha política.
ResponderEliminarTiene todo mi apoyo en lo que dice. Aunque la mayoría no van a renunciar, salvo que se trate de los padres o un allegado de alguien en un medio. Vender y utilizar políticamente son motivos más que suficientes para publicar cualquier cosa con pelos, señales y detalles macabros.
El respeto se jubiló hace tiempo.
Que tenga un buen día.
Todo vale. Ya no hay respeto para nada y nadie.
ResponderEliminarImportante reflexión, pero me temo que a muchos no les importa nada. A menos que no se trate de su propia familia.
Así funcionamos en este país cainita que ha perdido todas sus referencias más elementales.