«Algo
se muere en el alma cuando un amigo se va.
Cuando
un amigo se va algo se muere en el alma.
Cuando
un amigo se va algo se muere en el alma.
Cuando
un amigo se va.
Cuando
un amigo se va y va dejando una huella
que
no se puede borrar y va dejando una huella
que
no se puede borrar.
No
te vayas todavía, no te vayas por favor.
No te
vayas todavía que hasta la guitarra mía
llora
cuando dice adiós»
Podríamos recurrir al ritmo de sevillana rociera y a esas estrofas pegadizas de “El adiós” con guitarras y voces de Los Amigos de Gines. Lo mismo que sería muy fácil, aquí, rememorar e incomodar a muchos personajes que por algo han destacado a lo largo de la historia de la Humanidad y cuyos actos y verbos, sobre todo sus reflexiones-balance, han tenido mayor relevancia en sus años no precisamente mozos. Podríamos pasearnos a lo largo de siglos, longitudes y latitudes del globo terráqueo, de lenguas y culturas, de vicisitudes y avatares, de gozos y angustias. En todo lugar y momento, la Humanidad ha tenido que decir algo parecido a ese “No te vayas todavía”.
Cuando uno ahonda en la memoria, mucho aflora y emerge sin solución de continuidad, aunque sin un orden establecido ni con el rigor de un historiador o de un archivero. Pero estamos preñados de ejemplos. Entre la Historia y la leyenda tenemos a Lucio Quincio Cincinato que, a sus 75 años de edad, los romanos llamaron a gritos, imploraron, para que abandonara su jubilación agrícola y retomara las riendas de la “res publica” en peligro.
Mucho más atrás en el tiempo, la Biblia nos propuso a Job, a ese anciano de la tierra de Uz, la actual Arabia, como un ejemplo de ser “sin culpa” y “apartado del mal” (Job 1:8.), distinguido por Dios como ejemplo de rectitud, paciencia y aguante frente al sufrimiento (Eze 14:14, 20).
En cualquier periodo, en todo lugar, encontramos a ancianos que han sido clave para entender un momento, para salir de una situación más que compleja, para generar ideas brillantes, indicar caminos, empujar hacia soluciones que otros ni vislumbraban. No seré yo quien vaya a hacer aquí una enumeración que tendría lagunas, sería sin duda opinable y que, en cualquier caso, presentaría el riesgo de quedarse corta como corta es nuestra memoria, a la par de la gratitud.
El elogio de la senectud ha quedado hoy algo desfasado, démodé, out, carca, obsoleto, contracorriente, en estos nuestros tiempos frenéticos y angustiosos en los que prima la inmediatez ante la visión histórica, lo que en el mundo de la economía se traduce en “resultados, ya” y que en la política sólo nos ofrece políticos y nos sustrae a esa raza en vías de extinción que son los estadistas. Pero en momentos de sosiego, entre una crisis y la siguiente, alguien se ha ocupado de recordarnos que si se hace camino al andar, quienes anduvieron, y anduvieron mucho, esos son los que llevan en el zurrón un bagaje de acumulación y experiencia del que la sociedad no puede tener la osadía de prescindir. Y, sin embargo, inmediatez y juventud parecen valores absolutos que puntúan de por sí solos ante una senectud tratada con desdén cuando no con evidente desprecio.
De esos elogios de la vejez, o toma de conciencia ante una circunstancia más que evidente, se ocuparon personajes como Platón en “La República” y Cicerón en su “De Senectute”, título, éste último, retomado por Norberto Bobbio. Y muchos más, a lo largo de la existencia del ser humano. No hay lugar, tribu, grupo social, país o continente que no haya sentido la necesidad de detenerse para escuchar, observar, hacer acopio, empaparse del producto de la experiencia de quienes ya recorrieron la mayor parte de los tramos de su paso por este mundo.
«Un vieillard qui meurt est une bibliothèque qui brûle», “Un anciano que muere es una biblioteca que arde”, nos avisaba el escritor, etnólogo, historiador y poeta maliense Hamadou Hampaté Bâ, en su bellísimo libro “Vie et enseignement de Tierno Bokar: Le sage de Bandiagara”, con el que rememoraba a la mente anciana más lúcida de su pueblo natal. Una fotografía clara, sencilla y fascinante que como pocas ha ilustrado el papel que la cultura africana otorga a una persona de avanzada edad y reconocida sabiduría.
22 abril 2013. Aplausos a cada frase del enérgico discurso de toma de posesión de Giorgio Napolitano en parlamento |
¿A dónde quiero ir con todo esto? Pues no muy lejos. Sólo a la estricta actualidad de estas horas. Cuando la incapacidad de la política, de políticos de todo signo, sensibilidad y tendencia, y la de la misma sociedad de la que son expresión democrática, necesitan entonar un angustioso “No te vayas todavía, no te vayas por favor” y pedir al venerable anciano Giorgio Napolitano, como a un moderno Cincinato y a un paciente Job, que por favor renuncie al merecido descanso y nos saque del abismo.
Una apelación a la visión y a la responsabilidad histórica y social que la Humanidad casi siempre ha confiado a la senectud, a ese refugio atávico de los miedos, calorcito en las grandes heladas, fármaco y placebo de enfermedades reales e imaginarias, desfacedor de entuertos y brújula en piélagos tormentosos.
No nos hagamos grandes ilusiones. “Rey Giorgio” al final ha cedido a la llamada de socorro y se ha puesto manos a la obra. Seguro que hará lo que considerará más apropiado según su ciencia y conciencia. Y, sea cual sea el resultado, su venerable senectud no espera gratitud. Sólo esa íntima sensación del deber cumplido que no es exactamente una sensación juvenil.
Lo dicho: VASP. Viejos, aunque sobradamente preparados. Como Giorgio, el puerto en el que Italia, hoy, busca abrigo y atalaya donde construir el presente, darse seguridad y poder otear el futuro.
Suerte tienen en Italia. Y menos mal que quedan recursos como hombres así, a quienes no se les pide el carnet de identidad.
ResponderEliminarSalve a tutti.
ResponderEliminarMeno male che c'è Giorgio. Mica tutti se lo possono permettere uno così.
Gran entrada. Me encanta :) Será que me hago mayor... jajajaja
ResponderEliminarMuy buena la entrada. Me encanta. Será que me estoy haciendo mayor... jajaja
ResponderEliminarHe intentado buscar un motivo para discrepar, pero me rindo, renuncio.
ResponderEliminarMagnífica pieza que rezuma sabiduría.
Es un Ud. un sabio, Don Josto.
Que tenga una feliz semana.
Puedo estar de acuerdo en líneas generales, aún sin llegar a hacer un mito de la edad. Hay muchos jóvenes sobradamente preparados y el futuro les pertenece.
ResponderEliminarJoan