Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

jueves, 28 de abril de 2016

(253) ¿Fumar rezando o rezar fumando?
Fumare pregando o pregare fumando?


Con la venia de Rafael y Miguel Ángel, 
franciscanos y sin embargo :) amigos.


¿Se puede encender un cigarrillo – y olvidemos por un momento muchas consideraciones sobre la salud - justo cuando se está rezando? Es decir: ¿Es irreverente, para alguien que tenga fe en un Ser Supremo, simultanear el momento de la más trascendente comunicación con la fruición de un peligroso placer que sigue siendo un vicio?

Pues depende.

Seguro que a muchos le sonará la anécdota que voy a utilizar, una de las muchas que saco como recurso para introducir o apoyar un debate en conferencias, charlas o clases. cuando me invitan a disertar sobre lo poco que sé.

La aparentemente pintoresca pregunta pertenece al acervo de la sabiduría popular y ha sido ubicada y contada en mil versiones, adaptada a latitudes y culturas entre las más diferentes. Se escucha con protagonistas dos novicios de un monasterio budista, así como entre dos seminaristas y hasta en el diálogo entre un anciano cherokee y un joven guerrero, ambos sentados a la sombra del gran totem que domina el centro del poblado y fumando un calumet.

En una de las versiones de la historia se cuenta de un joven novicio franciscano que comenta a un compañero de estudios: «Menudo rapapolvo el del confesor, cuando le pregunté si había obrado mal al fumar un cigarrillo mientras rezaba».

Y el compañero, sorprendido: «No lo entiendo. ¿Hablas del hermano Rafael? Pues le pregunté lo mismo y me dijo que perfecto, que había que aprovechar cada momento para dirigirse a Dios».

«Amigos: es el contexto. Nunca perdáis de vista el contexto. El orden de los factores altera, vaya si altera», escucharon a sus espaldas los dos jóvenes. Era la voz socarrona del siempre alegre fray Miguel Ángel, que paseaba por el jardín leyendo la última hagiografía del “Poverello” y se había percatado del dialogo y de las inquietudes de los novicios. «Lo habéis planteado mal – añadió el fraile – o por lo menos, las dos preguntas no describen la misma situación».

Y así, ante el estupor de los jóvenes, el fraile les explicó los conceptos de acción principal y acción secundaria, y de cómo esta es apropiada o lícita dependiendo de la naturaleza y del contexto en el que tiene lugar aquella, que es la acción principal.  Es decir: no es respetuoso de un momento tan trascendente como el rezo encender un cigarrillo en mitad de una oración. Pero sí es posible sentir la repentina necesidad de una imploración o de una invocación cuando se tiene en la mano un cigarrillo encendido.

Los novicios entendieron. Y nosotros también comprendemos que dos situaciones sólo aparentemente iguales no lo son y que contexto, orden y prioridades tienen un peso notable a la hora de tomar una decisión. Que es cómo comportarnos en cada situación aunque la última nos parezca exactamente igual a la que vivimos unas horas o unos días antes de plantearnos el dilema.

La anécdota de novicios y frailes tiene una amplia traslación a muchos momentos y circunstancias de la actividad humana. Y aquí dejo sueltas una preguntas, sólo algunas de las mil que puedo vislumbrar. ¿Se puede estar al frente y cuidado de intereses económicos personales y aceptar un cargo con responsabilidad pública? ¿Se puede estar al frente de una función pública y operar en frentes económicos de ámbito personal?

Y más. ¿Es lícito, comprensible y aceptable que alguien transcurra su tiempo libre frecuentando a individuos cuyas actividades están al margen o fuera de la ley, y al mismo tiempo rellenar el formulario para la academia de policía? ¿Es aceptable que un agente de los servicios de seguridad frecuente asiduamente ambientes de mala muerte y de cualquier manera al margen de la legalidad?

Pues depende. En esos y en mil casos y situaciones. Porque el orden de los factores y el contexto – como explicaban lo hermanos Rafael y Miguel – vaya si influyen. Pueden cambiar radicalmente la valoración y la licitud ética, moral, social y hasta penal. Y no hay que olvidar que también la conciencia de cada uno, la del interesado, tiene que sincerarse mucho para hallar la respuesta correcta


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