Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

martes, 30 de mayo de 2017

(261) Boycott or not Boicot? That is the question


«Serenidad es cuando lo que dices,
lo que piensas y lo que haces
están en perfecta armonía
».

Mohandas Gandhi



Es altamente improbable, diría que imposible, que alguien que me siga, me escuche o me lea pueda encontrar mi firma en un manifiesto o en cualquier otra expresión de boicot. Me refiero al boicot social o político, sin olvidar la oposición referida a una marca o a un producto comercial. No me apasionan, salvo casos muy contados y de una gravedad inusitada, esas manifestaciones públicas que conllevan a menudo el riesgo de la equivocación y por ende de la injusticia.

Pero sí, yo también adopto posturas de boicot. Lo hago desde que tengo memoria adulta y opero habitualmente en dos frentes: el ético-moral y el audiovisual-comercial. Claro, esto necesita de unas cuantas explicaciones, además de la premisa: siempre se trata de boicot, es decir de la exclusión de adquisición, consumo y uso de esos productos que, salvo una impepinable necesidad y la ausencia de alternativas, caen bajo el anatema de mi personal opinión. Todo esto en el silencio absoluto o por lo menos sin aspavientos; a lo sumo, algún comentario entre amigos y otras personas de mi entorno, si el argumento se presenta durante una conversación.

No aguanto esos jingles, latiguillos, musiquillas, fraseos, muy a menudo horteras, demasiado a menudo con tono pseudobarriobajero o falsamente infantil, que me producen un inmediato, instintivo y probablemente irracional rechazo. Por no hablar de la cantidad absurda de repeticiones televisivas o radiofónicas a lo largo del día, un auténtico bombardeo que hasta en alguien como yo, que no sabría como comenzar a odiar, producen sensaciones parecidas a ese sentimiento tan despreciable.

Para que se me entienda. Si antes no se me hubiese ocurrido poner a prueba mis lípidos con el consumo de ciertos quesitos, hoy tengo un motivo más para ni mirarlos en el escaparate de un supermercado. En sus videos comerciales, esa vocalización gritona y del todo superflua de su nombre comercial me retumba con irritación y me duele más que un lumbago.

Y NO, un rechazo silencioso con mayúsculas a ese yogurt, a la escapada a ese precioso rincón, a la página web de viajes que promete gangas y servicio esmerado, o a lo último del high-tech que llena la pantalla con el slogan a todo volumen en cuanto te descuidas.

Y otro NO, salvo que se trate de un fármaco salvavidas o de una necesidad no sustituible, a todo producto de empresas que estén involucradas en actividades, promociones, apoyos o cualquier otra connivencia con actos, acontecimientos, movimientos, filosofías o comportamientos que entran en colisión frontal con mi visión ética y moral de la vida. Ya sé que es difícil ese control, pero cuando salta a la vista o tengo la correspondiente información, no se quedan con mi dinero. Abstención o sustitución.

Y por último, tengo mi personal manera de decir NO al maleducado, al inaguantable y al frustrado que ataca en las redes sociales, muy a menudo desde un cobarde anonimato. Reconozco que, hasta ahora, soy un afortunado y que rara ha sido la ocasión en la que se han dirigido a mí con violencia verbal desde el sesgo, el fanatismo, la agresividad o la simple sinrazón. Para esos individuos tengo (vean imagen al lado) mi sello definitivo y personal, ultima ratio con la que coloco a los destinatarios en la antesala de mi total indiferencia. Sin más, salvo bloquearlos para que no vuelva a leerlos ni por error.

Decía en el incipit que no tomo parte activa en movimientos y operaciones de boicot. Pues no, pero sí. Y espero que se me haya entendido. ¿O no?






Nota histórico-etimológica
La palabra “boicot” tiene su origen en Irlanda. En tiempos de hambruna (1870), allí vivía Charles Cunningham Boycott (1832-1897), contable y administrador de las fincas del inglés Lord Erne. Cuando la Irish Land League propuso una rebaja de impuestos a los terratenientes, para que pudieran subsistir los trabajadores que alquilaban las tierras, Cunnigham Boycott no aceptó la propuesta y expulsó a todos colonos y labriegos, que perdieron sus casas.
Por esa actitud despiadada, la Irish Land League incluyó en su “lista negra” a Cunningham Boycott, prohibiendo cualquier relación, comercio o el más mínimo trato - pero también la violencia física - con el despiadado y odiado administrador. 

Desde entonces “boicot” entró en el lenguaje popular y en los diccionarios de medio mundo.


2 comentarios:

  1. Pues sí. El ninguneo y eso de "ni agua" son las mejores respuestas. El rechazo es silencioso, pero a la larga eficaz.

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  2. Paula Robles1/6/17 11:55

    Me parece muy sana esa actitud. Pasas sin mucho ruido de lo que no te gusta o no compartes y a otra cosa mariposa. Comprar si no compartes sería financiar en contra de tus ideas. Y eso nunca.
    Interesante el porqué se llama boicot.

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