Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

miércoles, 23 de mayo de 2012

(147) Caca, culo, pedo, pis y un acento antirreligioso. Receta infalible para cortar con hacha y cocinar radio, tv, periódicos y web
Cacca, culo, scoreggia, pipì e un accento antireligioso. Ricetta infallibile tagliata con l’accetta per cucinare radio, tv, giornali e web



Frené en seco, entre las madrileñas calles Clara del Rey y Cartagena. No era la primera vez que escuchaba algo parecido por radio. No importa la emisora, tanto monta… Pero esa blasfemia gratuita, la enésima, sólo es posible con tanta frecuencia aquí, en esta España de fantasmas y entusiasmos desbordados, de tabúes y tolerancia (¿también con los intolerantes, con los imbéciles y maleducados?), de soflamas y proclamas, de mitos y psicodramas, de continuas competiciones a quien escupe más lejos y a como, de una vez por todas, el mundo se entera de que desde esta piel de toro se le puede enseñar a la Humanidad el camino correcto hacia la civilización, la modernidad, el progreso y el progresismo, el edén (laico y laicista, por supuesto…), la libertad cueste lo que cueste y pese a quien pese, un mundo justo poblado de justos que epicúreamente puedan hacer lo que les viene en gana.
   Pues sí. Uno ha navegado lo suficiente por el mundo y por esta profesión plagada de cínicos que se venden como idealistas – profesión poblada también por muchos colegas que consiguen ser personas sensatas y equilibradas – y sin embargo no cesa de indignarse. Aquí se suelta todo, se emite todo, se enseña de todo y se escribe lo que sea. En aras de ese mito que es la libertad de expresión sin límites. “Porque aquí tuvimos una dictadura, ¿sabes?”, siguen soltándome desde hace unos seis lustros, los que llevo inmerso en esta sociedad que conozco como la mía.
   Ya, como si en el resto de Europa o en otros rincones del mundo no hubiesen tenido y padecido dictaduras, falta o limitación de la libertad. ¡Ya vale de agarrarse a un clavo sin cabeza que no puede sujetar lo insujetable! ¡Ya vale de coartadas!
   Vuelvo a esa frase que hoy me hizo frenar en seco y que no se me ocurre repetir, como no lo haría un medio de países del entorno. Auténtica blasfemia, que sin duda no es la primera pronunciada por el éter, como tampoco lo son exabruptos, insultos, expresiones soeces y muchas más lindezas que se sueltan con toda naturalidad entrando en casas ajenas y sin pedir permiso. Porque eso hacen la radio, la televisión y los periódicos: entrar en casas ajenas, a las que se tendría que acceder como mínimo con educación y con un lenguaje correcto.
   Poco importa que lo que se dice o escribe lo hayan escrito oyentes, telespectadores o lectores. Es una excusa impracticable en la mayoría o en todos los países del entorno. Claro, aquí la muletilla es la de siempre: “Libertad de expresión, no a la censura”. Pues por esa misma regla tendríamos que asumir con naturalidad que nos pongan a toda pantalla un primer plano y detalle de excrementos recién producidos; la descripción radiofónica, muy detallada, de un episodio diarreico; la crónica con tamaño y color de cada elemento observado en un vómito callejero post-botellón.
   Pues no. No se es más progre, más tolerante (¿?), más avanzado y más libre por dejar que cualquiera vomite lo vomitable con aderezo de ese vocabulario tan carpetovetónico que aquí vende mucho y que se basa en el consabido “caca, culo, pedo, pis y un acento antirreligioso”. Pero sólo se sigue siendo profundamente irrespetuosos, soeces y reiteradamente acomplejados como el día tras día demuestra, abriendo los ojos y afinando el oído. Vamos, perfecto laboratorio para psiquiatras y psicólogos. Extranjeros, por supuesto, o españoles que consigan abstraerse del entorno.
   Hay momentos, muchos, muchísimos, en los que la única reacción posible es la del “¡apaga y vámonos!”. Pero son tantos esos momentos que casi sería más saludable tirar la radio y el televisor y alejarse de los quioscos de prensa. Y a Internet -sobre todo a los foros de los medios de comunicación- ni echarle un vistazo.
   Tenía razón ese estadista europeo, muy conocedor de España y muy navegado por la política a caballo entre los dos últimos siglos. Una tarde, paseando por el granadino Carmen de los Mártires, me dijo: “La mayoría, buena gente. Pero a muchos, a demasiados, les falta finura. Los han cortado con hacha”.
   De las hiperfilias e hiperfobias con las banderas - otro complejo muy de aquí – hablaremos otro día. O mejor, no. ¿Para qué meterse en batallas estériles perdidas de antemano por desesperación?
   ¡Qué lástima!   

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