Pero hoy, perplejo ante la pasividad y la
connivencia de algunos, quiero expresar mi admiración hacia un hombre que ha
hecho honor a sus instintos más nobles: salir, sin pensar en posibles riesgos,
para ofrecer su apoyo y amparo a la más débil en el momento más necesario.
No conozco a José Arcas y me gustaría
conocerle. Para cruzarme con su mirada, sin duda la de alguien que responde a
impulsos con cerebro y con mucho corazón.
Me gustaría conocerle, y no lo excluyo, para
estrecharle la mano, sin duda fuerte, y quedarme con la sensación de un apretón
que merece la pena recordar.
Gracias, Don José Arcas. Me ha alegrado Ud.
el día y me ha confirmado que siempre merece la pena.
Léalo en El Mundo
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