No es que a estas alturas de la película uno se extrañe, se asuste o se escandalice fácilmente por lo que ve, escucha y lee.
Tampoco se trata de clamar cada vez que se asiste a la obsesiva reiteración – a lo mantra, para que nos entendamos - de filias o fobias que rezuman odio, ideología, posesión de la verdad y superioridad moral de una y otra parte del espectro político.
Ni siquiera me refiero a un ya imposible estupor ante la retahíla de proclamas, soflamas, logoeructos y recopilaciones de no-argumentaciones casi siempre basadas en la más ignorante y barata de las demagogias. Las de izquierda, derecha, arriba y abajo.
Y no piensen que, por muy demenciales que puedan parecer muchísimos comentarios en foros, miles de tweets o cientos de blogs, uno se sienta más marciano en esta realidad que de virtual sólo tiene la forma. Es real, muy palpable y parte integrante de la sociedad en la que vivimos.
Es decir, es lo que hay.
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Trabajador en una cloaca urbana |
Lo que aquí sí quiero plantear en voz alta es una serie de preguntas como periodista que ha tocado a lo largo de muchas décadas todos los palos de la profesión. Desde el papel que acaba en el kiosco hasta la radio y la televisión que entran en los hogares, pasando por la web, las redes sociales, los blog y otras formas de comunicación. Comenzando por la antediluviana FidoNet (recordarán los viejos del lugar esas pantallas ámbar, los acopladores acústicos…) o el francés Minitel, la IRC… etc.
Me refiero a los contenidos, no a la forma con la que se presentan. Y aquí van las preguntas.
¿Es una legítima manifestación del tan cacareado e ilimitado “derecho a libertad de expresión” consentir que cualquiera pueda escribir lo que le viene en gana en los comentarios de, por ejemplo, muchos “periódicos de referencia” en su versión on line?
¿Son aceptables el insulto, la acusación más grave sin fundamento o prueba, la explicita calumnia, la mofa a creencias profundas de todo tipo, la injuria con saña y epítetos de todo tenor y la más insultante denigración del próximo?
¿Son “progres” la barra libre y la ley de la selva?
¿De verdad se ha propagado tanto esa enfermedad tan acomplejada que confunde el respeto de las más elementales normas de la convivencia con la censura (“porque, ya sabes, aquí tuvimos una dictadura”)?
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Cloaca - Antiguos "Sewer flushers" |
Éstas y decenas de preguntas del mismo tenor surgen legítimas y espontáneas viendo, escuchando, leyendo. Sobre todo si, aun conociendo desde dentro esta sociedad, se ve todo con ojos “foráneos”, muy poco acostumbrados a que “medios de calidad” o “medios de referencia” (así se autoproclaman) dejen colar lo que sea y, mayoritariamente, de forma anónima.
Hablando de responsabilidades, decía mi abuela materna que es tan ladrón quien roba como quien sujeta el saco del botín o quienes facilitan el vehículo para trasladarlo a buen recaudo. ¿Es esa la función que han elegido aceptar y garantizar, día tras día, los medios que ofrecen tribunas sin control y donde impera el todo vale?