Si las palabras y el entusiasmo, verbal y gestual, fueran suficientes, yo apostaría sin titubear por Matteo Renzi. Pero mi tendencia es a no apostar por nadie a ciegas. Siempre prefiero escuchar, observar, conceder un tiempo prudencial (también cuando las prisas incumben y son vitales) y luego consolidar o no mis impresiones iniciales, que demasiado a menudo se quedan en deseos frustrados.
Pero sí quiero recalcar que este periodista - que ya tiene recorrido y viene de décadas de vida y profesión en el milenio anterior - tiene muchas ganas de que el discurso escuchado esta mañana en el Senado italiano, el del joven y peculiar alcalde de Florencia, nuevo líder del centroizquierda, llegue a traducirse en hechos. Aunque fuera parcialmente, pero con las dianas alcanzadas en lo prioritario.
Inch’Allah! dicen mis amigos del desierto. Lo repito como seguramente lo suspiran e imploran, abierta e íntimamente, los italianos de buena voluntad no cegados por el sesgo. Lo que menos me importa es que se identifique la tendencia de lo escuchado, que si es de Norte o Sur, de derecha o izquierda, de arriba o de abajo. Algo que en España sé que es difícil entender. Por ejemplo, ni se entiende algo que un italiano o un alemán tienen como normal: que además de la izquierda y la derecha existen el centroizquierda, el centroderecha y el centro a secas.
Cada uno tiene y es hijo o hijastro de su propia Historia. Italia tiene detrás – por ejemplo – un antifascismo activo (allí no hubo un Tío Paco que murió en la cama) en el que comunistas, democristianos, socialistas, liberales y más lucharon codo con codo. Un país de adversarios en lo político, pero no de enemigos. El odio, ese maldito sentimiento tan terriblemente humano, se reserva para asuntos más privados
Por eso, con la serenidad de que el color de por sí me importa un rábano, aplaudo el tono y el contenido concreto y contundente de Renzi. Sus anuncios de cosas reales con un lenguaje que bien poco ha concedido al “politiqués”. Todo lo contrario. Por eso, por esa actitud típica de una impetuosa edad de las ganas de hacer, aunque rompiendo moldes y reglas, mucho de lo visto y escuchado es bastante inédito en un mundo político en el que, demasiado a menudo, la edad media, en lugar de aportar experiencia y sosiego, ha constituido sólo un lastre.
Pero – insisto – no soy como Publio Mucio Escévola. Yo la mano al fuego ni la acerco. Pues entonces, a esperar un tiempo prudencial y a ver si son rosas. En ese caso florecerán, o nos quedaremos con las espinas. Pinchados, sangrantes y otra vez frustrados.
Me parece de lo más sensato y prudente que se pueda leer en caliente. Ud. nunca me defrauda. por eso lo sigo.
ResponderEliminarSaludos
Prometer es fácil y es lo que hacen todos los políticos. Nadie sube a una tribuna diciendo "no puedo hacer nada".
ResponderEliminarPero si escribe lo que leo, por algo será. Vamos a esperar un tiempo, no mucho, y ya veremos si este hace algo diferente.
Eso. ¡Ojalá que le vaya bonito!
ResponderEliminarY lo mismo espero para España y los españoles, antes de que la esperanza se vaya al garrete.
Estaremos observando.