«Los grandes espíritus han encontrado
siempre la violenta oposición de mentes mediocres.
La mente mediocre es incapaz de comprender
al hombre que rechaza plegarse ciegamente
ante los prejuicios convencionales y que elige
expresar sus propias opiniones con coraje
y honradez»
(Albert Einstein, “Carta a Morris Raphael Cohen”, 1940)
Adolfo Suárez
acaba de morir.
Pocas línea
apresuradas, a lo mejor atropelladas, justo cuando todavía corren los primeros
flashes de agencias. Ya se han escrito miles de artículos, otros miles
aparecerán, como han fluido y fluirán horas y horas de radio y televisión. Y los bits en
Internet, millones y millones.
Que tuve el
honor y el placer de conocer a Adolfo Suárez en años difíciles, no creo que
pueda tener trascendencia. Sí la tiene para mí, porque fue importante en mi
esfera personal, humana y profesional.
Fui cronista de
esos avatares, de la aventura de todo un pueblo que quería correr hacia el
futuro con no pocos temores en ese presente. Muchos lo fuimos, viniendo desde
fuera, y además de testigos a menudos fuimos “cómplices” de una aventura no
común en nuestro continente.
Salió lo mejor
que fue posible. Diría que mejor, imposible. Aunque es fácil, hoy, disertar a
toro pasado y sin las pesadillas, los fantasmas y el aliento de muchos temores
soplándonos en la nuca. También hay quienes se permiten un lujo hoy muy barato:
ningunear, menospreciar, pero gozando el fruto de lo que entonces ocurrió y que
fue posible porque grandes hubo artífices, y uno de ellos, en primerísima
línea, Adolfo Suárez.
No añado más.
Sólo quiero rogar que quien pueda y quiera, rece. Quien pueda y quiera,
reflexione. Sobre lo que ocurrió, lo que se consiguió y, sobre todo, lo que
afortunadamente no ocurrió y sin embargo en muchos momentos se temió: que los
tiros de la esperanza salieran por la culata.
Gracias, Adolfo.
No por haber sido el “hombre providencial”. Más bien por haber sido un español
normal, tan normal que fuiste la mejor síntesis de lo mejor de la normalidad
sensata de unos momentos históricos. Y supiste interpretarlos, con la colaboración
de muchos, con errores y aciertos, llevando la nave hacia aguas abiertas a
grandes horizontes.
Gracias, muchas
gracias. Y hasta siempre.
Adolfo Suárez González
(Cebreros, Ávila, 25 de septiembre de 1932 † Madrid, 23 de marzo de 2014)
* Con la venia de los colegas de Time, me tomo
esta libertad en una portada que ya pertenecea la Historia y a la memoria de muchos.
Grande, grande, D. Josto.
ResponderEliminartener a amigos de este país como Ud. es impagable.
Gracias.
La gratitud y el reconocimiento en este país no son moneda corriente. El olvido y el ninguneo campan a sus anchas y muchos se regodean en esos lodos.
ResponderEliminarQue luego llegue alguien que no nación aquí y que escriba estas cosas, eso me cabrea muchos más.
Pero se la agradezco, también de parte de quienes no quieren tener memoria.
Un saludo desde Elche.
Bienaventurados los que tienen memoria, porque a ellos va el agradecimiento de muchos que no queremos perderla.
ResponderEliminarGracias.