Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

lunes, 7 de diciembre de 2015

(243) Huida hacia delante, la alocada y pusilánime estrategia del avestruz
Fuga in avanti, la folle e pusillanime strategia dello struzzo


«En todo instinto o impulso, la verdad ha tomado forma
de una ensoñación para oprimir la voluntad
».

Gilles Deleuze



En el imaginario colectivo que por mucha fantasía que utilice, al final se alimenta y mucho de lugares comunes – a alguien que huye de la realidad y flota entre sus sueños se le asemeja a un avestruz. Ya saben, eso de emprender una carrera alocada y parar sólo de vez en cuando para esconder la cabeza bajo tierra y así evitar ver lo que incomoda.

No es exacto afirmar que los avestruces hagan eso por esos motivos, pero es perfecta la imagen aplicada a los seres humanos y justamente por ese motivo se ha perpetuado con gran eficacia. Hacer el avestruz es la descripción de un intento de fuga que no lleva a ninguna parte, es la huida de una realidad que en realidad no cambiará una pizca lo más probable es que empeore por mucho que se hunda la cabeza.

Peor aún. Con esa alocada y aparentemente cómoda actitud, todo se complica, aunque las consecuencias no aparezcan con inmediatez. Se ha perdido un tiempo precioso, se ha escogido la estéril, irresponsable y egoísta estrategia del “ojos que no ven, corazón que no siente y se ha dejado espacio para que todo lo que temíamos, o vagamente intuíamos, empeore. Al sacar la cabeza del hoyo, porque al final habrá que sacarla, el riesgo es que la elección de esa ceguera ya no consienta margen de maniobra para salvar por lo menos los muebles.

Quien lee estas líneas tendrá sus propias experiencias y reconocerá ese comportamiento en muchos momentos, ámbitos y sujetos que vamos conociendo y observando a lo largo de la vida. En comportamientos a la vista de todo el mundo y entre lo más cercano de las vivencias cotidianas y más privadas. Y ¿cómo no? habrá pasado, en mayor o menor medida, también con nuestros propios comportamientos.

La del avestruz es una estrategia de ganadores de lo inmediato y de perdedores a plazo. Casi nunca lo ganado, o lo aparentemente ganado hoy con esa modalidad se mantiene en el tiempo. Y las pérdidas se suelen incrementar con altos y a veces insostenibles intereses. La prima de riesgo es muy elevada. Además, es una ilusión y nada más que una ilusión creer que obrando así uno se puede liberar de la fatiga existencial y puede alcanzar la serenidad. Pan para hoy, hambre para mañana.

El avestruz entrenado con semblante humano – mírense alrededor – suele ser un sujeto aparentemente fuerte y decidido. Pero esconde una personalidad envuelta en sus muchas incertidumbres, debilidades y contradicciones que niega tozudamente a sí mismo. Su deseo de un objetivo es con frecuencia obsesivo y mientras corre se detiene justo el tiempo para que ese gesto defensivo de hundir la cabeza le consienta eludir los problemas, dificultades, temores, dudas y complicaciones. Y luego saca la cabeza y gracias a la arenilla y polvo en los ojos puede filtrar sólo lo que quiere ver.

Esa continua fuga de la realidad, con paradas para hundir la cabeza y apartar una y otra vez lo que no se quiere ver, puede encontrar soporte en comportamientos que son todo y todo lo contrario: colgarse pins y medallitas, abrazar causas de todo tipo de manera instrumental, pasar con un sorprendente y rápido desparpajo del blanco al negro, buscar alianzas que consoliden un clima de autoconvencimiento de que se corre por la pista correcta.

Pero la constante es la de hundir la cabeza. Un recurso que puede perdurar y dar la ilusión de su eficacia hasta a largo plazo. Casi nunca para siempre, y entonces el despertar a la realidad suele ser con una factura muy salada ante las narices de nuestro avestruz de turno, al cual, y dependerá de la predisposición del entorno y del daño ocasionado a lo largo de la carrera, se le podrá ofrecer conmiseración o desdén, una mano o la espalda que se aleja.

Por eso y por muchos más motivos que van desde los más prácticos a los psicológicos, desde los morales a los existenciales, esa de hundir la cabeza no es una táctica aconsejable. Y mucho menos digna de aplausos. Dejemos que los avestruces hagan los avestruces, aunque, más allá del lugar común, no sea exactamente por los mismos motivos. Y que las mujeres y hombres tengan el coraje y se quieran lo suficiente para salir del hoyo y mirar al frente. Con la realidad, la sensatez y la racionalidad, aunque a veces no sea lo cómodo que desearíamos, se puede llegar a un acuerdo.


* Texto de la serie “ad futuram memoriam”. Porque en la www, en la superficial o en la profunda, no se pierde nada. Todo queda y se puede recuperar.



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