Bísmil-lâhi r-rahmâni
r-rahîm.
No se me caen los anillos
por desear un Feliz Ramadán 1432 a todo creyente del Islam que lo celebre. Como
tampoco se me cayeron por celebrar las vísperas de este acontecimiento clave
para gran parte del mundo en la residencia de la Embajada de Marruecos, con
ocasión de la anual Fiesta Nacional.
Siempre he huído de la injusta
simplificación, de nuestro maldito desdén occidental y de esa latente falta de
respeto que es la primera capa de una vergonzante xenofobia, o de sentimientos
muy cercanos al rechazo de quien es diferente. Lo digo sobre todo como
periodista, antes que como ciudadano del mundo. Porque la simplificación y la injusta
clasificación de buenos y malos, de modernos y retrógrados, de demócratas y
carcas, etc., siempre parte de una supuesta superioridad de nuestro entorno. Y
pretendemos de los demás tiempos y modos eurocéntricos que prescinden del más
somero análisis de las situaciones y de las historias locales.
Como periodista, no puedo ser amigo de
gobiernos. Como periodista, y antes como hombre, lo soy de pueblos, de seres
humanos. De gente que, cuanto más la conoces y no la juzgas, mejor la
comprendes. En cualquier latitud. Mi gente, mi gente más querida, está en el
sur, al otro lado del Estrecho y aun más abajo, donde las carreteras son una
entelequia y la falta de espacio es una idea alocada. Donde los duros y sin
embargo maravillosos excesos de la naturaleza son paliados por la fortaleza y
el alma de hombres, mujeres y niños que tienen mucho que enseñarnos.
Pues en este Ramadán 1432 quiero saludar a
esa mi gente del desierto y alrededores. A esos seres que pueblan un Sahara tan
querido y al que no le pongo acentos. Esa inmensidad geográfica y étnica tiene los
sinfónicos y variados acentos milenarios del esfuerzo y de la sabiduría. Sobre
todo, de la humildad de personas que, aparentemente sin saber, tienen mucho que
enseñarnos.
Choukran, amigos. Y hasta prontito. Estaré en
la mejor compañía con vosotros. Entre nuestros reg, erg y hammada. Y otra vez,
Feliz Ramadán.
Con
el embajador de Marruecos, S.E. Ahmadou Souilem, y amigos y colaboradores de “Ojo
por ojo… lente por lente – Aïn bi aïn… ada bi adasa”. (Foto: Lola H.
Robles lola.h.robles@gmail.com
)
Bísmil-lâhi
r-rahmâni r-rahîm.
Non ho complessi nell’augurare un Felice Ramadan
1432 a tutti i credenti dell’Islam che lo celebrano. Meno ancora ho complessi per aver celebrato la
vigilia di questa ricorrenza, chiave per gran parte del mondo, nella residenza
dell’Ambasciata del Marocco, in occasione della Festa Nazionale.
Ho sempre sfuggito
l’ingiusta semplificazione, il nostro maledetto disdegno occidentale e quella
latente mancanza di rispetto che è la prima cappa di una vergognosa xenofobia,
o di sentimenti prossimi al rigetto di chi è diverso. Lo dico soprattutto come
giornalista, ancor prima che come cittadino del mondo. Perché la semplificazione
e l’ingiusta classificazione di buoni e cattivi, di moderni e retrogradi, di
democratici e ultrà, ecc., parte sempre da una presunta superiorità del nostro
mondo. E così pretendiamo dagli altri tempi e modi eurocentrici che prescindono
dalla più superficiale analisi delle situazioni e delle storie locali.
Come
giornalista, non posso essere amico di governi. Come giornalista, e ancor prima
come uomo, lo sono di popoli, di esseri umani. Di gente che, quanto più la
conosci e non la giudichi, meglio la comprendi. In qualsiasi latitudine. La mia
gente, la mia gente più amata, sta al sud, oltre lo Stretto e ancora più giù,
dove le strade sono un miraggio e la mancanza di spazio un’idea folle. Dove i
duri e ciò nonostante meravigliosi eccessi della natura sono attutiti dalla
forza e dall’anima di uomini, donne e bimbi che hanno molto da insegnarci.
In
questo Ramadan 1432 voglio salutare quella mia gente del deserto e dintorni. Quegli
esseri umani che popolano un Sahara tanto amato e al quale, come si scrive in
spagnolo, non pongo accento. Quell’immensità geografica ed etnica ha i
sinfonici e svariati accenti millenari dello sforzo e della saggezza. Soprattutto
quelli dell’umiltà di persone che, apparentemente senza sapere, hanno molto da
insegnarci.
Choukran,
amici. E a presto. Sarò tra di voi con la miglior compagnia. Tra il nostro erg,
reg e hammada. Ancora una volta, Felice Ramadan.
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