Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

lunes, 12 de septiembre de 2011

(105) Ni piaras ni rebaños. Seres pensantes y opinantes. Por muy “políticamente incorrecto” que a veces parezca
Né porcili né greggi. Esseri pensanti e con opinioni. Anche se può apparire "politicamente incorretto"

Amigos y amigas…. Uyyy… No. Pues retomemos.
Amigas y amigos, lectoras y lectores, internautas e internautos: 
No quería volver sobre el tema, sobre un argumento que para mis gustos ya está aburriendo muchos más moluscos (¿y moluscas?) que las consabidas ostras (¿y ostros?). Pero en este mundo en el que vivimos ya nos hemos quedado con demasiados rituales de conformismo, con ese “políticamente correcto” que se ha transformado en un auténtico bozal que nuestra sociedad – gran parte de ella – lleva supinamente y, con más frecuencia de la deseable, aparentemente con gusto. O por lo menos, sin hacerse demasiadas preguntas, ni mucho menos rebelarse.
Con todas las críticas que se les puedan hacer, vengo de un país en el cual tuve el buen gusto y la suerte de nacer. En una república recién surgida de una lucha contra un dictador que no se murió en la cama mientras, por sucesivas décadas, la oposición con sus variopintas etiquetas, conspiraba y luchaba… en París y alrededores. Yo vengo de un lugar en el que la libertad la conquistaron mujeres y hombres – comunistas y católicos, liberales y socialistas, “sinetiquetas” y gente común – que lucharon años - ¡codo con codo, a pesar de sus diferencias ideológicas!- para restituir al país sus libertades y sus normas democráticas de convivencia.
  Por eso, y por muchos más motivos, no tengo complejos ni tampoco esqueletos en el armario con los que arreglar cuentas o convivir bajo un permanente estado de amedrentamiento o con complejos de distinta naturaleza. Ni tengo que ser antinorteamericano, porque esos “chicos” – cuyas cruces blancas, miles, siguen conmoviéndome cuando visito Normandía y algunos lugares de Italia – a mí y a muchos nos dieron la libertad.
Ni tampoco tengo que demostrar mi respeto hacia la mujer. Tengo mi biografía y me acompaña una historia que, sin haber llegado a su estado ideal, tampoco se ha quedado muy atrás en la evolución del pensamiento, de las costumbres y de las reglas con relación a los países de su entorno.
¿Adónde quiero llegar?  Sencillamente a reafirmar mi libertad de pensar, hasta en voz alta, sin tener que pagar precios a la autocensura impuesta por las modas corrientes y por unas corrientes de pensamiento castradoras de la libertad individual. Y todo – sostienen muchos – porque tenemos que saldar cuentas con errores y discriminaciones del pasado.
Pues no. No me van a imponer historias e histerias de “género” (siempre he creído que el término se refiere a la variedad de mercancías de un colmado o a la atribución gramatical) ni me van a impedir que opine: sobre hombres y – ¡faltaría más! – tampoco sobre mujeres. Si creo haber encontrado a un hombre curioso, singular, excepcional, fuera de lo común o idiota, pues lo digo. Y si ha ocurrido con una mujer, no veo por qué en ese caso algún fantasma o sentimiento de culpabilidad histórica me tiene que obligar a la autocensura.
Esta misma mañana, sin que haya llegado la sangre al río, he visto en Twitter que existen reflejos condicionados sobre este último asunto. Reflejos muy rápidos y muy muy condicionados. Por la política, por muchos “ismos” y por un amplio abanico de medios de comunicación, que siguen teniendo una notable influencia sobre masas que a menudo tragan ruedas de molino sin pestañear ni plantear la más mínima objeción.
«Pero que alguien me diga de qué color soy… Yo sé que soy negro», decía mi viejo amigo Christian, médico africano de mi juventud, cuando en Italia se comenzó a difundir la consigna “de color” porque decir “negro” se consideró políticamente incorrecto. Luego vino Giuseppe, un barrendero que de golpe se encontró que de “spazzino” había pasado a la categoría de “operador ecológico”. Y no digamos lo de los minusválidos, que en italiano llevan décadas siendo “diferentemente hábiles”, eufemismo que en realidad no cambia absolutamente nada. Sólo llena el cajón de la hipocresía. Justo como cuando a un amigo que se define a sí mismo como “ciego” le obligan a autodenominarse “invidente”. Imagínense Uds – aquí bromeo por no llorar – si a un consagrado imbécil se le llamara “diferentemente inteligente”…
Pues no. A esto no quiero seguir jugando. Esta suerte de dictablanda muy “progre”, que hemos aceptado como masas obedientes y uniformadas, y no como individuos pensantes, ya es una verdadera esclavitud. La misma que ridiculizaba y hacía insufribles los discursos de cierto político de aquí. Alguien que Uds. recordarán y que con sus obsesivos y soporíferos «ciudadanos y ciudadanas, amigos y amigas, vascos y vascas», indujo en muchos a optar por la estratagema de poner arrobas: "Ciudadan@s, amig@s, vasc@s...". Y en eso estamos y no veo mermar la tendencia.
Volviendo al principio y al motivo de este desahogo, puedo prometer y prometo que si veo, creo y opino algo sobre una mujer, lo diré sin complejos. Lo mismo que una mujer hará conmigo y yo podré hacer referido a un hombre.
¿No queríamos paridad de derechos? Pues dos tazas. Y yo, dispuesto a tomarme ambas.

2 comentarios:

  1. Creo que lo básico es servirnos del lenguaje para comunicar las ideas, y no ser esclavos de, como bien dices, modas que nos cohiban a la hora de expresar nuestros pensamientos.

    ResponderEliminar
  2. Estoy harta de ser esclava de lo que me dicen que tengo que decir o hacer. Ya vale de medios y políticos con frases hechas y un montón de imbéciles que van detrás.
    Todo tiene un nombre y nunca es ofensivo llamar las cosas por su nombre real.
    Estoy de acuerdo con todo lo que ha escrito.
    Saludos.
    Marta Herrero

    ResponderEliminar

Los comentarios serán moderados - I commenti saranno moderati