Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

viernes, 4 de noviembre de 2011

(116) Corrupción lapidaria en el aula magna. Nada nuevo bajo el sol. Y en la Universidad, tampoco
Corruzione lapidaria nell’aula magna. Niente di nuovo sotto il sole. E neppure all’Università

Todo periodista que se precie y que tenga cierto recorrido profesional debe algo a algún que otro “garganta profunda”. Por lo menos, debe el input, esa frase, insinuación o comentario, que ha constituido el estímulo inicial para recorrer el camino de un acontecimiento o la comprobación de una noticia.
  Mi último “garganta profunda” es maño. O, a lo mejor, tendría que decir “magno”. Porque es en un aula magna, la de la Universidad de Zaragoza, donde se ubica el escenario de lo que les voy a relatar.
  Huésped de ese precioso edificio muy bien restaurado y conservado, pasé al lado de Miguel Servet, hice mi agradecida reverencia al cruzarme con la efigie marmórea de Don Santiago Ramón y Cajal, subí esa escalera que lleva al rojo fuerte de los pasillos superiores y me metí en ese escenario de mil acontecimientos – académicos y no – que es la preciosa aula magna.
  Allí me esperaba mi “garganta profunda”, un auténtico cicerón en cuya memoría residían fechas, acontecimientos, detalles, circunstancias, anécdotas, citas. No, no piensen Uds. en un personaje con gabardina y sombrero bajado hasta las cejas para ocultar su identidad. Allí, bien iluminado por el sol zaragozano que filtraba por los amplios y polícromos ventanales, mi informador ostentaba vestimenta muy refinada que sabía conjugar sin estridencias lo clásico con una pizca de atrevimiento moderno.
  Y comenzó la visita del aula magna. Descripción de cada pieza y rincón, explicación de las funciones del mobiliario, algún apunte sobre ceremonial y ubicación del senado académico y un sinfín de datos interesantes o curiosos.  Hasta que llegamos a una de las dos grandes lápidas que, enfrentadas,  se apoyan en las paredes laterales; una justo detrás de la cátedra de las lecciones magistrales, la otra, a la misma altura, cerca de una puerta de servicio.
  Como pueden observar en las imágenes, su trata de dos lápidas de cierto tamaño: unos escasos tres metros de alto por un ancho de algo más de un metro. Lo habitual: superficie marmórea, con sus vetas grisáceas, e inscripción esculpida y rellenada con una pátina dorada.
  «Mármol de Carrara, como puede observar», me espeta mi “garganta profunda. «Pues eso parece…», contesto, acercándome. Y en eso mi interlocutor golpea con los nudillos en varios lugares de la lápida, que emite un sonido sordo, modernizado, el mismo con que nos contestaría el toqueteo de un armario.
  Extrañado, sorprendido, me acerco cual Santo Tomás y constato repetidamente que ese perfecto mármol de la costa toscana italiana es… vulgar madera y ni siquiera de la mejor.
  Y aquí viene la anécdota, que mucho dice de que todo ya ocurrió y no hacemos otra cosa que repetir más de lo mismo. Una consideración que, ahora que vivimos la intensidad, la vehemencia, las acusaciones cruzadas de una campaña electoral, viene al caso.
  Me explica mi informador que en un acta de 1893, un asiento contable, está muy bien anotado el gasto, nada indiferente, para la realización y colocación de esas dos grandes lápidas que a lo largo de 118 años han visto desfilar reyes, eruditos, docentes, estudiantes, autoridades y pueblo llano que ha sido protagonista o testigo de un sinfín de actos.
  Todos ignaros de que, ya entonces – un déjà vu al que estamos desgraciadamente acostumbrados –   alguien se metió en el bolsillo la conspicua diferencia entre el blancor de Carrara y el grisáceo de una madera del montón.
  Y a propósito de montón, tanto monta… Porque lo que vemos y leemos hoy en día no es nada más que la perpetuación de uno de los vicios que, cuando se presenta la ocasión y no sabe resistir la tentación, el ser humano ha ido perpetuando y perfeccionando. Hasta hoy.

2 comentarios:

  1. È sempre stata corrotta, e lo sara, se aprire le nostre fogne, rete idrica, e le città piccole, medie e alcuni di grandi dimensioni, dove non ci sono queste reti che facevano i Romani, vedremmo quello che è stato cucinato, ma i piatti della Università di Saragozza, era grande! In il naso e così riccamente.

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  2. Es tan, tan, tan ejemplificador. Y lo peor no es que sucediera, sino que gran parte de la concurrencia, en lugar de condenar el acto, posiblemente se apuntó la metodología y envidió a ese que fue más listo que los demás.

    Me ha encantado.

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