Ésta es la transcripción de una conversación por radio entre una
unidad de la U.S. Navy y un interlocutor canadiense. Muchas fuentes la fechan
en octubre de 1995 y habría ocurrido en aguas próximas a la costa de Terranova. (1)
Estadounidense:
«Por favor, desvíen su curso 15 grados al norte para evitar una colisión».
Canadiense:
«Recomendamos que sean Uds. quienes desvíen su rumbo 15 grados al Sur, o la colisión será inevitable».
Estadounidense:
«Aquí el capitán de una unidad de la US NAVY. Insisto: desvíen su rumbo».
Canadiense:
«Y yo les repito: desvíen su rumbo».
Estadounidense:
«Aquí el portaaviones USS Lincoln, el segundo barco más grande de la flota de los Estados Unidos en el Atlántico. Nos acompañan tres destructores, tres cruceros y numerosos buques de apoyo. Les exijo que modifiquen ya su rumbo 15 grados Norte. Si no obedecen, adoptaremos la medidas necesarias para garantizar la seguridad de nuestras unidades».Canadiense:
«Imposible. Éste es un faro».
Y este párrafo procede de un antiguo reglamento de los ferrocarriles
de Kansas:
«Cuando dos trenes se cruzan en la misma vía, ambos tienen que detenerse y ninguno puede arrancar antes de que haya salido el otro».
Y ¿a qué viene todo esto?
Lo estaba recordando junto con otras historias – auténticas o
pertenecientes al mundo de los hoax – como parte de la reflexión ante
varios acontecimientos. Por ejemplo, las vicisitudes políticas italiana y
española, cada una aderezada con su dosis de tozudez, ideologías con
anteojeras, filias y fobias, antagonismos y odios viscerales, escándalos
grandes o pequeños. Ambas bien condimentadas con dosis de sus peculiares y
autóctonos esperpentos.
No tengo mucho que decir. O sí. Pero me limito a la primera
observación. La que pone en evidencia el griterío y la reacción visceral junto
con la incapacidad de bajar el volumen, callar un momento y otear el horizonte
para razonar serenamente sobre cual tendría que ser el rumbo correcto. El que
nos evite el desastre colectivo.
Tengo la sensación de que, aquí y allá, la intransigencia en la imposición
de unas ideas (¡ojalá fueran siempre ideas!) sobre las demás conduce a rumbos
ciegos que no llevan a ninguna parte. Salvo a ese totum revolutum que
viene bien a quien no tiene nada que perder y a los ganadores de siempre.
La racionalidad y el sentido común – es mi sensación, cada día más
acentuada – van perdiendo derecho de ciudadanía. El griterío domina. Escuchen
el tono y el contenido de los medios, observen los barrios de la Red, presten
atención en los bares y en la calle. No se ven muchos ladrillos para reconstruir
el presente y edificar el futuro. Pero abundan lodo y apisonadoras.
Navegamos entre la tozudez de las aguas de Terranova y la inamovilidad
tozuda de los raíles de Kansas.
¡Menuda derrota! En sentido marinero... y literal.
(1) Hay varias versiones de esta supuesta conversación. También hay quienes hablan de leyenda urbana (más bien marítima) y quienes la avalan. En cualquier caso – como decía un político italiano – «se non è vero, è ben trovato».
Lighthouse and naval vessel urban legend
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