Yo me refiero a los de mi profesión. A esos necios de lo políticamente correcto, a los que van con la gente que va detrás de Vicente, a los que como una ola - cantaría una fallecida coplera - son invisible gotas de agua que se dejan arrastrar por la corrientes.
No me alargo más de lo necesario. Ojeen el
periódico de esta mañana, los periódicos que ofrece el quiosco. Encontrarán artículos,
breves, crónicas, reseñas, recensiones y muchas otras piezas que elevan y
alaban algo o a alguien. A veces por convencimiento, otras porque es la moda,
es el tema de moda, es el personaje “in”. Haga lo que haga, diga lo que diga.
Todo esto se retroalimenta. Y también crea antagonismos.
Los de un lado adulan al escritor o al artista infumable y se dicen admirados
por la obra; los de la otra orilla – con el único argumento de estar
enfrentados – escriben pestes del mismo o de lo mismo.
Pues sí, estamos ante una no pactada conjura
de los necios, especie que también en esta profesión abunda y mucho más de lo
que muchos quisiéramos. Y lo grave es que actúan sin el dictado, sin la
imposición editorial, sin las condicionantes de la empresa. Son así sólo porque
navegar en la corriente de la multitud es fácil, muy fácil y con pocos riesgos.
Por eso, y por muchos más motivos, siempre he
huido de firmas de manifiestos, de apoyos incondicionales, de adhesiones
masivas. Salvo cuando se trate de un valor del que nadie se pueda apoderar.
Seré presumido – y a lo mejor, algo lo soy – pero me da pánico participar de
olas periodísticas que elevan el plauso y el aplauso inmerecido a la categoría
del libro de Kennedy Toole: la conjura de los necios.
Quando John Kennedy Toole scrisse “Una
banda d’idioti”, certamente non pensò nepure per un momento agli stupidi cui
intendo fare riferimento. O almeno, li incluse nella sua esperienza vitale di
osservatore, considerandoli un sottogruppo tra i molti che abitano nel nostro
pianeta. Kennedy, è evidente, scrisse il suo libro senza soffermarsi in modo
particolare sui “miei“ idioti.
Io
mi riferisco a quelli della mia professione. A quegli stupidi del politicamente
corretto, a coloro che seguono le mode, a quelli che come un’onda – cantava una
interprete del folk e pop spagnolo – sono invisibili gocce che si lasciano
trascinare dalla corrente.
Non
la faccio lunga più di quanto necessario. Un’occhiata al giornale di stamani,
ai giornali che offre l’edicola. Troverete articoli, brevi, cronache, rassegne,
recensioni e molti altri testi che elevano, lodano qualcosa o qualcuno. A volte
per convinzione, altre perché è la moda, è il tema di moda, è il personaggio “in.
Faccia ciò che faccia, dica ciò che dica.
Tutto ciò si retroalimenta. E crea pure antagonismo.
Quelli di una parte adulano lo scrittore o l’artista insopportabile e si dicono
ammaliati dall’opera; quelli dell’altra sponda – con l unico argomento di essere
contrari – scrivono peste e corna dello stesso o della stessa cosa.
Ebbene
sí, ci troviamo dinanzi a una non organizzata banda d’idioti, specie che anche
in questa nostra professione abbonda e molto di più di quanto molti vorremmo. Ciò
che è grave è che operano spesso senza ordini, senza l’imposizione editoriale,
senza i condizionamenti dell’azienda. Sono così solo perché navigare nella
corrente delle masse è facile, molto facile e comporta pochi rischi.
Per
questo, e per molti altri motivi, sono sempre fuggito dalle firme di manifesti,
dagli appoggi alla cieca, dalle adesioni in blocco. Salvo quando si è trattato
di un valore di cui nessuno può prendere possesso. Sarò presuntuoso .- e forse
lo sono un po’ – ma mi dà panico partecipare a quelle ondate giornalistiche che
elevano il plauso e l’applauso non meritato alla categoria del libro di Kennedy
Toole: la banda d’idioti.
.
Y yo pregunto: ¿Qué le va a costar decir estas cosas viendo todos los días a sus compañeros? Hay que tener valor, yo no sé si sería capaz de meter el dedo en los ojos a los de mi gremio.
ResponderEliminarMis respetos. Es Ud. de los que no hay.
Carolina Preciado, Tarrasa
Eso de donde va Vicente… lo vemos a diario. Hay que decir que también los lectores leen ese periódico porque se alinea con sus ideas. Al final todos cómplices aplaudiendo a los nuestros, también cuando los nuestro no merecen el aplauso. Eso es sectarismo, pero es de lo que hay.
ResponderEliminarEnhorabuena por tener lo que hay que tener y decir estas cosa, rodeado de colegas.
Roberto Cáceres