«Quiero una foto contigo»,
me dice. Y le contesto: «Pues soy yo el que la quiere contigo».
Se llama Mayte Carrasco y es periodista. Aparentemente,
una nómada más de esa tribu que suele llevar pegada la etiqueta de “corresponsal
de guerra” y que se arrastra por las trincheras del mundo dando bandazos por
los cinco continentes, entre cráteres de mortero, ráfagas de kalashnikov,
columnas de humo, fuego “amigo”, balas absurdamente llamada “perdidas” y
muchos, demasiados “daños colaterales”.
Pues no. Meter a Mayte así por las buenas en
ese mismo saco sería por lo menos injusto y reductivo.
Porque estamos hablando de una mujer que
arriesga, sin duda, y sin embargo, cuando regresa del último “fregado”, no se
entretiene más de lo necesario en ese deporte tan periodístico que es contar “batallitas”.
Como tampoco su relato periodístico, en vivo (¡que ironía, hablando de muerte!)
y en directo, claudica ante el sensacionalismo, la imagen innecesariamente macabra
y las circunlocuciones grandilocuentes que sirven sólo para dar espectáculo e
impregnar de incienso al profesional de la comunicación. Con el resultado de
diluir el horror.
No. A Mayte la hemos visto cientos de veces,
desde el incandescente frente afgano como desde un barrio amartillado por la artillería
en la siria Homs, y siempre ha conseguido narrar con claridad y eficacia, colocándonos
directamente al otro lado de la pantalla para tener muy claro que ahí hay
dolor, horror, miedo, dificultades, sufrimientos.
Las de
Mayte Carrasco son crónicas claras que narran y enseñan, porque también hay que
enseñar. Pero no conceden nada al espectáculo, al morbo insano que cauteriza y
vacuna haciéndonos indiferentes, demasiado acostumbrados al dolor ajeno. Ahí se
ve a la periodista que cumple con su función social, dando voz a quien no la
tiene y para que esos mensajes, y también los gritos de “¡socorro!” lleguen,
esta nuestra colega se juega el tipo. Todos los días.
Huye del cinismo, a veces ganado a pulso y
otras fingido, ese cinismo ostentado por muchos “veteranos” de batallas y
batallitas a lo largo y ancho del dolor mundial. Esta mañana, tomando un café (hubiésemos
preferido un buen atay
bin nanâa) y antes de irnos hacia el plató para la entrevista con Leticia
Iglesias, Mayte me decía que no quiere acabar como Fulano o Zutana, sólo dando tumbos y
acostumbrándose al horror. «Quiero una
familia, algo de calma, tener proyectos», me decía. Mientras tanto, sabe que
como muchos, pero no exactamente como lo hacen algunos, se juega el pellejo
para que los gritos del mundo que le toca escuchar no se queden diluidos en la
cacofonía general.
Gracias, Mayte. Uno ya tiene largo recorrido y
sin embargo no son frecuentes las ocasiones para reconciliarse con esta
profesión. Tú eres una de ellas. Pero, por favor, que tengas baraka y ¡cuídate!
Beslama.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios serán moderados - I commenti saranno moderati