Cuando vi ese titular, le dediqué pocos segundos de atención. Uno no ha nacido ayer, ha vivido y vive en este mundo, conoce la Historia y por lo que se refiere a la sociedad de su tiempo, esta se la ha pateado a lo largo de una intensa vida profesional y personal que lo ha dejado a lo mejor hecho unos zorros, pero desde luego no ciego, distraído y mucho menos ingenuo. Es decir, y es muy triste reconocerlo, que ha quedado con algo mermadas las capacidades de sorprenderse de los límites que puede alcanzar y superar, en el bien y en el mal, el ser humano. Aunque con ojos y oídos bien abiertos.
No entro ahora en la dramática situación de personas, cualquiera y en cualquier lugar y sector, que, por la amenaza, la violencia o insostenibles situaciones sociales, se ven obligadas a desarrollar actividades degradantes. Sabemos de lo que hablamos, es un multitudinario drama que nos rodea y permea nuestras sociedades y tenemos que reconocer que hacemos bien poco para dar respuestas humanas, sociales, políticas y legales.
Ahora, bajo el estímulo de ese titular, que no es el primero como tampoco lo son afirmaciones orgullosas de esa naturaleza, quiero detenerme un momento en lo que suelo definir la “voluntariedad de la abyección moral”. “Uy... lo que ha dicho...”, habrá reaccionado algún lector. Pues sí, he pronunciado y escrito la palabrota, esa que a muchos molesta y que otros tantos quisieran desterrar del diccionario y de nuestras vivencias.

¡No! Ese titular, esa afirmación con tonillo orgulloso (que en ese caso específico sea auténticamente sincero, no lo puedo juzgar) no lo acepto. Supera y de mucho mis límites, a pesar del incipit de estas líneas, cuando me refería a la escasa ingenuidad, a la nula ceguera y a esa lastimosa merma de la capacidad de sorprenderme de lo que somos capaces.
Sé lo que hay y como somos y hasta donde podemos llegar, ciertos hombres y ciertas mujeres. Lo cual no me impide poner mis barreras éticas y morales. Y no sólo en el campo específico y en la actitud que ha sido pretexto de este momento de reflexión.
Ante cualquier bajada de los topes que nos mantienen a flote, con todos nuestros límites, a los seres humanos, me planto y me rebelo, por lo menos en mi fuero interno. Me siento incapaz de comprender y aceptar la prostitución (ahora no hablo de la física) de los comportamientos éticos y morales de personas que rebajan su propia dignidad por cálculo, conveniencia, inercia o por querer alcanzar objetivos a toda costa. Aunque el precio sea la abyección de los comportamientos.

Por eso, porque tenemos la capacidad de moldearnos, es decir de escoger, aunque sea por la vía menos fácil y cómoda, hay que saber decirnos un seco “¡NO!” cuando advertimos que debajo de nuestros pies se están aflojando los pedales de nuestros frenos inhibitorios. Justo el momento en el que todavía podemos poner a salvo la dignidad. Que no es poco.
Nada peor que ponerle precio a un ser humano. Como nada más bajo que un ser humano se ponga precio a sí mismo.
ResponderEliminarY no me vengan con eso de que se venden porque hay compradores. Hay gente que se vende de mil maneras, en lo de todos los días. Casi siempre por orgullo y ambición, para conseguir algo.
Dispara fuerte, a estas horas de un lunes...
ResponderEliminarUna buena compañía, leerle en el metro y en día festivo. Es que a algunos nos toca currar más y justo porque es fiesta.
Triste el argumento. Sin bajar a una acera o meterse en una cama, hay gente que se vende por un simple antojo o por una ensoñación que deslumbra.
Que tenga una fiesta descansada.
Prefiero a un ladrón. Me dan asco quienes se rebajan a cualquier cosa para poder conseguir algo. A mí me hicieron unas faenas que no quiero recordar. Y era mi mejor amiga, que consiguió tener una historia con mi novio de entonces mientras seguía sonriéndome y yo confiando y contándole todo.
ResponderEliminarCuando lo descubrí fue un palo. Los dos se casaron y hoy ya están separados y ella está hundida. No sé si alegrarme o compadecerla. Todavía es una pesadilla recordar. Uf...
Dice que es incapaz de entender los “comportamientos éticos y morales de personas que rebajan su propia dignidad por cálculo” y por su conveniencia.
ResponderEliminarAntes explicaba que no se considera ingenuo. Algo no encaja. Gentuza así la hay y se ve con sólo mirar un poquito más atentamente.
Haylos y haylas que dan clases en la tele o en las Cortes, otros salen de misa confesados y comulgados y siguen, por no hablar de los que tienen que educar a los hijos con el ejemplo.
Pues no lo veo simple. Otra vertiente de las porquerías humanas. Siga sumando y escupa un poco más.
Lo importante es que no te amarguen la vida, eso es tener mala suerte.
¿Y lo tranquilizador que es dormir de una tajada o poder mirar hacia delante sabiendo que no tienes todo lo que quieres, pero la cabeza la mantienes alta?
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