A Concha García Campoy le decía, esta mañana, en televisión, en directo, que acababa de tomar «un café de película» y que fue un café intenso, divertido e interesante «con un auténtico cachondo mental». No podía ser de otra manera porque, en la salita Vip de televisión, mi interlocutor era Alex de la Iglesia, el director de cine, el presidente de la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas que acaba de estrenar su nueva película Balada triste de trompeta, con Carlos Areces, Antonio de la Torre y Carolina Bang. Y que prepara su siguiente proyecto, La chispa de la vida , con José Mota y Salma Hayek.
Y ¿qué tiene que ver un director de cine en un blog sobre la profesión periodística? Mucho y por muchos motivos. Porque nos vimos con Alex y Concha en el contexto de un informativo de televisión; porque en su papel de presidente de la Academia, Alex está toreando esos miuras que son la propiedad intelectual y artística y los derechos de los creadores; porque quien hace cine se dedica a las artes y al espectáculo, pues comunica. Que es lo que también los periodistas, de otra forma, solemos o intentamos hacer.
Y, además, De la Iglesia está aquí porque me da la gana. Se esté de acuerdo con él o se discrepe de él, tengo muy claro que es un buen comunicador. Llegó temprano («Desde luego, estas no son horas, pero yo también trabajo…») y tardó minutos en despertar bien. Que sea un comunicador nato lo demuestra el hecho que después de una veintena de minutos de charla tenía yo la sensación de haber transcurrido una entera mañana amena e interesante, hablando desde los derechos a mi desierto, desde los vinos al formato de pantalla más cómodo, pasando por la salud y como dominar los biorritmos. Cuando el tiempo transcurre, los argumentos no son banales y el ambiente se hace distendido y ameno, pues allí hay comunicación.
Lo que luego se demostró en la entrevista con Concha, en la que Alex dijo esas cosas aparentemente tan sencillas que ponen el rey al desnudo porque contienen constataciones de práctica sabiduría. Muy bilbaína, por cierto. Cosas como que «la gente escucha poco y eso no puede ser. Tienes que mirar alguien a los ojos y preguntarle cómo lo ve para cambiar tu punto de vista y sobre todo para avanzar».
Se refería, naturalmente, a las dificultades de conciliar posiciones en el debate sobre los derechos de autor. Pues he aquí a un cachondo metódico y pragmático - ha sido mi impresión - alguien cuya creatividad no está reñida con la prudencia de tener los pies bien apoyados al suelo. Como cuando dejó en el aire la respuesta a la pregunta de Concha García Campoy: «¿Con quién iría al cine? ¿Con Zapatero o con Rajoy?». Pues sí, Alex. ¿Para qué mojarte, si no llevabas puesto el bañador? Esa es sabiduría. De cine.
Lo dicho: un placer.
A Concha García Campoy dicevo, stamani in diretta tv, che avevo appena preso «un caffé cinematografico» e che era stato un caffè intenso, divertente e interessante «con un autentico cachondo mental», espressione intraducibile che equivale più o meno a grazioso intelligente. No poteva essere altrimenti perché, nella saletta Vip della tv, il mio interlocutore era Alex de la Iglesia, il regista, il presidente dell’Accademia delle Arti e Scienze Cinematografiche, che ha appena presentato il suo ultimo film Ballata triste di una tromba, con Carlos Areces, Antonio de la Torre e Carolina Bang. E che già prepara il prossimo film, La scintilla della vita, con José Mota e Salma Hayek.
A questo punto ci si chiederà che cosa c’entra un regista in un blog sulla professione giornalistica. Molto e per molti motivi. Perché con Alex e Concha ci siamo visti nel contesto di un tg; perché nel suo ruolo di presidente dell’Accademia, Alex sta toreando quei miura che sono la proprietà intellettuale e artistica e i diritti dei creatori; perché chi fa cinema si dedica all’arte e allo spettacolo, pertanto comunica. Il che è ciò che noi giornalisti, in altro modo, facciamo o cerchiamo di fare.
E poi, De la Iglesia è qui perché l’ho deciso io. Si stia o no d’accordo con lui o si discrepi, mi è chiaro che si tratta di un buon comunicatore. In tv era giunto molto presto («Certo che queste non sono, ma anch’io lavoro...») e tardò pochi minuti a svegliarsi bene. Che si tratti di un comunicatore nato lo dimostra il fatto che dopo una ventina di minuti di conversazione avevo la sensazione di aver trascorso un’intera mattinata amena e interessante, parlando dai diritti al mio deserto, dai vini al formato più comodo degli schermi, passando per la salute e come dominare il bioritmo. Quando il tempo scorre, gli argomenti non sono banali e l’ambiente si fa disteso e ameno, ebbene, lì c’è comunicazione.
E si dimostrò poco dopo nell’intervista con Concha, nel corso della quale Alex disse quelle cose apparentemente tanto semplici che fanno vedere il re nudo perché contengono constatazioni di pratica saggezza. Tutto molto bilbaino, senza dubbio. Cose come che «la gente ascolta poco e così non si può andare avanti. Devi guardare qualcuno negli occhi e chiedergli come vede le cose per modificare il tuo punto di vista e, soprattutto, per avanzare».
Si riferiva, naturalmente, alle difficoltà di conciliare posizioni nel dibattito sui diritti d’autore. Ebbene, ecco un grazioso intelligente e pragmatico - è stata la mia impressione - qualcuno la cui creatività non fa a pugni con la prudenza di tenere i piedi ben saldi a terra. Come quando lasciò per aria la risposta alla domanda di Concha García Campoy: «Con chi andresti al cinema? Con Zapatero o con Rajoy? ». Sì, Alex, perché inzupparsi fino al collo se non s’indossa il costume da bagno? Questa è saggezza. Cinematografica.
Ribadisco: un piacere.
¡Qué suerte!
ResponderEliminarSi contara yo con quienes me toca desayunar...
Seguro que uno que tiene la fantasía creadora de Alex (que algunas veces, pocas, me ha fallado) no puede ser otra cosa que ameno e interesante.
Nos vemos en el cine.
Raquel M.
Pues habrá que ver la última película de Alex de la Iglesia. Si es tan interesante y divertida como tomar café con él, merecerá la pena.
ResponderEliminarDe cualquier manera, me gusta como Ud. le pone siempre una sonrisa donde sea posible meteral. Como cuando analiza la prensa, que un día y otro también ofrece pocos motivos para sonreír.
Quedamos en la tele. Y en la radio.
Saludos.
Desde Bruselas (temporalmente) Arturo G. Quiroga