Era el año 219 antes de Cristo y lo cuenta Tito Livio. Las palabras, un aviso dramático, son de los angustiados embajadores de la ciudad hispánica: «Mientras en Roma discuten, Sagunto es asaltada». Pues Roma siguió debatiendo durante ocho meses y así Aníbal consiguió la rendición de Sagunto y la arrasó. Así comenzó la Primera Guerra Púnica.
Pues desde entonces nada parece haber cambiado. Otra, vez, por enésima vez, Roma discute. Y con Roma, París, Berlín, Madrid, y así todas las capitales de esta Europa insensible al drama de nuestros hermanos de la otra orilla del mar común. Último país de una larga serie de dramas africanos, Libia arde y Europa se mira al ombligo, valora oportunidades, equilibrios, riesgos. Y otra vez pierde un tiempo precioso mientras se pierden vidas humanas victimas de nuestra inercia comunitaria.
A esta cobardía oportunista – precaución la llaman – no es ajena la prensa. También en los medios se presentan escenarios, se hacen previsiones, se ponderan riesgos y consecuencias, se calcula cuanto podemos ganar o perder. Y se llenan columnas y columnas de blablabá.
Y mientras tanto, la enésima Sagunto de nuestros tiempos, el anhelo de libertad de nuestros vecinos, todo ese empuje vital se arriesga a precipitar en la tragedia, en la sangrienta frustración de una esperanza.
Siempre me he sentido europeo. Ahora, a la vista de nuestra pasividad - lo confieso – sigo sintiéndome europeo. Pero con impotencia, con rabia, con un enorme cabreo y muchísima vergüenza.
F. Domingos Marqués, “Últimos días de Sagunto” Gadafi bombardea a su propio pueblo
Palacio de la Generalidad, Valencia Libia, marzo 2011
Correva l’anno 219 avanti Cristo e lo narra Tito Livio. Le parole, un monito drammatico, sono degli angosciati ambasciatori della città ispanica: «Mentre a Roma deliberano, Sagunto è espugnata». Roma continuò a dibattere e deliberare per ben otto mesi e così Annibale ottenne la resa di Sagunto e la rase al suolo. Fu l’inizio della Prima Guerra Punica.
Da allora nulla sembra essere mutato. Ancora una volta, per l’ennesima volta, Roma dibatte. E con Roma, Parigi, Berlino, Madrid e così via tutte le capitali di questa Europa insensibile al dramma dei nostri fratelli sulla sponda opposta del mare comune. Ultimo paese di una lunga serie di drammi africani, la Libia arde e l’Europa guarda al proprio ombelico, valuta opportunità, equilibri, rischi. Ancora una volta, perde un tempo prezioso mentre si perdono vite umane vittime della nostra inerzia comunitaria.
A questa codardia opportunista – la chiamano precauzione – non è estranea la stampa. Anche nei media si prospettano scenari, si fanno previsioni, si ponderano rischi e conseguenze, si calcola quanto potremmo guadagnare o perdere. E si riempiono colonne e colonne di bla…bla…bla.
Nel frattempo, l’ennesima Sagunto dei giorni nostri, l’anelo di libertà dei nostri vicini, tutta quella spinta vitale rischia di precipitare in tragedia, nella sanguinosa frustrazione di una speranza.
Mi sono sempre sentito europeo. Ora, dinanzi alla nostra passività – lo confesso – continuo a sentirmi europeo. Con impotenza, però. Con rabbia, con un’enorme rabbia e moltissima vergogna.
Che piacere ritrovare il latino in un testo giornalistico. Non è di tutti i giorni.
ResponderEliminarMi rallegro, inoltre, perché un'occhiata indietro nella storia è sempre utile per trarre conseguenze sulle vicende attuali. Il vecchio assioma è eloquente: se vuoi progettare il futuro affrontando il presente, volgi lo sguardo al passato. Quanto meno, per non commettere gli stessi errori.
Il problema è che, purtroppo, continuiamo a inciampare nelle stesse pietre.
Grazie per i suoi commenti.
Lorenza Camagna
¿Posible que nadie se poner a pensar en términos diferentes? En lugar de decir que hay que esperar, que se deben valorar los acontecimientos y su evolución, que hay que ver quiénes son representantes del pueblo libio, que hay que ser prudentes, ¿por qué no hacen un sencillo cálculo? Que es de cuántas vidas se pierden cada minuto que el conflicto se alarga y Gadafi mata a su gente.
ResponderEliminarTiene Ud. razón. El senado romano – es decir Bruselas y todas la demás capitales – está instalado en el blablablá. Horrible.
En Vitoria decimos que no hay txapela lo suficientemente grande para cubrir la cabeza de un idiota.
Agur.
Aitana