Esto, ya se percibe, va de misterios.
Misterios meteo-periodísticos. Quien me conoce bien sabe que tengo mis ideas,
mis creencias, todo el equipaje sociocultural que uno ha ido acopiando y
moldeando a través de la vida. Pero soy todo menos que supersticioso y al mismo
tiempo admito que me siento desarmado, completamente inerme, ante fenómenos que,
tomando caminos dibujado con renglones torcidos – escribía Torcuato – te llevan
al terreno de lo imponderable.
Bien, vamos con la crónica de los
acontecimientos. Lo que comienzan ubicándonos en el set de Informativos
Telecinco, el más habitual de los tres que he utilizado en los últimos once
años. El mismo en el que, en esta temporada, los espectadores me ven una vez
ante el Chroma, como en los espacios de meteorología, y más tardo sentado a la
mesa a la izquierda de Concha García Campoy.
Vamos a volver atrás en el tiempo. Hace seis
o siete años, Juan Antonio Villanueva, que entonces conducía el Informativo Matinal,
antes de La Mirada Crítica, me dejó perplejo. Ocurrió que, concluido mi espacio
de análisis de la prensa del día y de algunos telediarios internacionales,
plano y micro pasan a él y, sin embargo, no mira a su propia cámara. Me mira a
mí, está a punto de decirme algo, luego piensa un momento, tuerce el busto, mira
a su cámara y retoma el hilo del informativo.
En esa ocasión no tuvimos ocasión de
comentarlo porque yo me fui de la tele porque tenía una cita, la mañana
siguiente tampoco nos acordamos y con el tiempo el episodio fue al cajón de
sastre de las anécdotas inexplicadas.
Algunos años más tarde, hace cuatro creo, el
set de era el mismo, con una gran mesa, y allí nos sentábamos el conductor,
Rafael Fernández, y yo, que tenía dos espacios. En uno, analizaba la actualidad
del día a través de artículos y editoriales de la prensa; en el otro, apoyado
por imágenes laboriosamente montadas, glosaba en directo el personaje o el
acontecimiento que constituían la efeméride del día.
Ocurrió al final de mi comentario. Desde el
fundido de cierre de la “película” que yo comentaba se pasa a mi primer plano,
luego al plano de conjunto en el que aparecemos los dos. Y en eso, Rafael
Fernández tuerce silla y cuerpo hacia su izquierda, es decir hacia mí, me mira
tan tranquilo a los ojos y ante, mi estupefacción, me pide la meteo, me pregunta
sobre las previsiones del tiempo para el fin de semana.
¿Qué iba yo a hacer? Pues utilizar ese
recurso que los viejos del lugar llamamos “tablas” y que consiste – oficio y
veteranía ayudan – en intentar salir del infierno sin chamuscarse el traje. Pues
mantuve la mirada con Rafael, esbocé una ligera sonrisa, miré hacia mi cámara y
salí del apuro con algo que, más o menos, sonaba así. «No soy meteorólogo y no
me atrevo a hacer previsiones. Pero como cronista puedo decir que acabo de
bajar de la redacción y a través de sus ventanales he podido constatar que el
sol luce sobre la Sierra de Madrid. Pues buen tiempo». Ráfaga, sintonía y así
acabamos. Rafael Fernández nunca supo explicar porque me preguntó lo que solía
preguntar a Mario Picazo o a los demás meteorólogos del su equipo. «Fue un
impulso, me salió natural preguntarte», me dijo Rafael.
Y ahora venimos a esta mañana. No, antes
tengo que recordar que justo ayer, en una pausa entre una pieza y la siguiente,
comencé contándole a Concha ese segundo episodio, el de Rafael Fernández. Más
tarde, concluido el informativo, completé el relato mientras nos tomábamos el
habitual café. Y la cosa acabó allí. Bueno… no acabó porque tuvo un sequito. El
de hoy.
Esta mañana, lo de siempre. Primer pase en el
Chroma, la entrevista, los acontecimientos de las últimas horas, las habituales
bromas con los cámaras en las pausas (sobre todo a cuenta de uno que no nombro,
apasionado fan de Ruth Méndez, que estaba hoy en el Festival de Cannes), hasta
el momento en el que Concha tuvo que dirigirse hacia mí para que comenzara mi
espacio.
Y en eso ha ocurrido lo que sólo en ese
particular set, el de Informativos, puede ocurrir. A Concha, o se le ha ido el
santo al cielo o algo subliminal ha pasado por allí y ha enredado la prevista
sucesión de los eventos. Pues me mira, la miro, nos miramos. Hasta aquí, todo
normal. Pero Concha vuelve a mirar a su cámara frontal, anuncia que es el
momento de la meteorología y en eso se dirige hacia mí.
¿Qué creen que ha ocurrido? Pues lo que tenía
que ocurrir si consideramos que yo… ya soy un veterano en eso de la
meteorología… y Concha estaba fresca del relato que le hice ayer. Además, hay
que decirlo, los dos tenemos tablas, más bien tablones los suficientemente
anchos y sólidos para contener y sujetar cualquier imprevisto. Lo mismo pasa
con el realizador, Juan Carlos Ramos, y con el coordinador, Emilio Garrido, que
no se inmutaron (en realidad, nosotros no los veíamos…). Y así, a mí no me quedó
más remedio que contestar algo muy parecido a lo que contesté en su día a
Rafael Fernández. Con una diferencia. Ayer desde el ventanal vi que llovía y
así lo conté.
Una apostilla, o dos, antes de concluir.
Primero, que en Concha, hoy, confluyeron dos circunstancias: una variación de
último momento del orden de la “scaletta” y, probablemente, el recuerdo de ese
antiguo episodio que le conté. Por último, hay que decir que unos cuantos
pensamos que en ese set puede pasar cualquier cosa. Hasta un informativo de
televisión. Que no es poco.
Me he partido de risas. Pero como veo a menudo el informativo, ya sé que sería casi imposible que un profesional así se quede sin respuesta. Esas no son tablas, son tablones.
ResponderEliminarGracias por el relato.
Merche
Estuve delante de la pantalla y en un primer momento no le dí importancia. Luego ya constaté que había pasado algo e lo bien que salió del apuro Josto Maffeo. Con Concha veo que podría salir los dos hasta del cañón del Colorado.
ResponderEliminarNos veremos por las mañanas.
Alfredo Aguirre