No quiero hacer aquí un análisis
político de los resultados electorales, de este que algunos han definido tsunami,
varapalo histórico, desastre, derrota sin paliativos. Para todo eso, y más, tengo mi periódico y otras sedes en las que ya
he expresado y seguiré expresando, a través de crónicas y artículos, lo que ha
ocurrido y por qué creo que ha acontecido.
Aquí, en este blog que se ocupa prevalentemente
de nuestra profesión, de un periodismo que atraviesa momentos complejos y de
transición a lo nuevo, quiero sencillamente apuntar algunas cosas. Lo hago como
periodista prevalentemente del papel y, sin embargo, nunca ausente, a lo largo
de mis décadas de profesión, de los medios radiofónicos, televisivos y, desde
cuando surgió la Red, también de Internet. Soy, por tanto, usuario sin reservas
de este mundo virtual cuyas noticias e ideas fluyen en forma de bits y bytes.
Pero no soy un adorador supino, más bien un frecuentador con los ojos abiertos
y, cuando es necesario, también crítico.
Prolija premisa, la mía. A lo mejor, sí. Pero
creo que viene bien ubicar el argumento y ubicarme yo para que se sepa dónde me
coloco. En una posición realista, sin idolatrías, diría. Esta mañana, unas
horas después de esos resultados electorales “tsunami”, solté en Twitter esta
frase: «Ya
tenemos la prueba de que el bar no es Twitter, el barrio no es Facebook, 35
mills de electores no son la Web». Era una de esas pequeñas provocaciones
que suelo dejar por allí para animar el debate, que siempre enriquece. La
formulación sintética, lo habrán entendido los frecuentadores de las redes
sociales, obedece a la restricción de los 140 caracteres.
Pues esa frase, nada inocente, viene a decir
lo que constato y pienso. Constato – lo he visto día tras día en la recta final
de la campaña electoral – que hay un sector en nuestra profesión, y otro sector
entre los usuarios que no pertenecen al periodismo, que parece haberse convencido
de que lo que ocurre entre un teclado, una pantalla y una red informática se
transfiere inmediatamente a la sociedad, a la calle, a la gente común. Casi con
actitud religiosa se ha creído y se ha repetido, hasta la saciedad, que un
mensaje, una serie de mensaje, un movimiento producido por el intercambio de
mensajes, todo eso es de por sí capaz de remover conciencias, de levantar,
soliviantar, organizar, revolucionar y determinar actitudes.
Hombre, a lo mejor un día llegaremos a las
cercanías de esa posibilidad. Cuando todos estaremos online, cuando habremos
pactado universalmente que el ágora (ἀγορά) de la sociedad se
traslada a este escenario y abandona casas, calles, plazas, locales. O que
complementa todos esos lugares. Pero hoy, desde luego, esto ni ha ocurrido ni
nos acercamos a las lejanías de la periferia de su posibilidad.
Otra cosa es que de Internet salten chispas,
que alguna llegue y prenda, que algunas llamas alcancen la realidad de cada
día. Pero, seamos sinceros, el domingo todo el blablá, hasta el más sesudo, de
nuestros teclados, en el voto de los españoles ha tenido una influencia más
bien escasa o nula.
Non intendo fare qui un’analisi politica dei risultati elettorali, di
quello che alcuni hanno definito tsunami, batosta storica, disastro, sconfitta
senza eufemismi. Per tutto ciò, e per molti altri aspetti, ho il mio giornale e
altre sedi nelle quali ho già espresso e continuerò a esprimere, attraverso
cronache e articoli, ciò che è accaduto e perché credo che sia accaduto.
Qui, in questo blog che si occupa
prevalentemente della nostra professione, di un giornalismo che attraversa
momenti complessi e di transizione verso il nuovo, vorrei semplicemente
annotare alcune cose. Lo faccio come giornalista prevalentemente della carta
stampata e, ciò nonostante, mai assente, nei miei decenni di attività, dai
mezzi radiofonici, televisivi e, da quando comparve la Rete, anche d’Internet.
Sono, pertanto, un utente senza riserve di questo mondo virtuale le cui notizie
e idee fluiscono sotto forma di bits e byte. Non sono, però, un adoratore
supino, forse solo un frequentatore con gli occhi aperti e, quand’è necessario,
anche critico.
Una premessa prolissa, la mia. Sì,
è possibile. Credo, però, che non sia male ubicare l’argomento e allo stesso
tempo ubicarmi, affinché si possa sapere esattamente dove mi colloco. In una
posizione realista e priva d’idolatrie, direi. Stamani, poche ore dopo quei
risultati elettorali “tsunami”, lasciai cadere in Twitter questa frase: «Abbiamo
già la prova che il bar non è Twitter, il quartiere non è Facebook, 35 mln di
elettori non sono la Web». Era una delle mie piccole provocazioni che
faccio scivolare nella Rete per animare il dibattito, sempre utile. La
formulazione sintetica, lo avranno compreso i frequentatori delle reti sociali,
obbedisce alla restrizione dei 140 caratteri.
Quella frase, certamente non
innocente, viene a dire ciò che ho constatato e penso. Rilevo – l’ho visto
giorno dietro giorno nella retta finale della campagna elettorale – che c’è un
settore nella nostra professione, e un altro settore tra gli utenti che non
svolgono attività giornalistica, che sembra essersi convinto che ciò che accade
tra una tastiera, lo schermo e una rete informatica si trasferisce
immediatamente alla società, alla strada, alla piazza, alla gente comune. Quasi
con atteggiamento religioso, si è creduto e si è ripetuto, fino alla sazietà,
che un messaggio, una serie di messaggi, un movimento prodotto dallo scambio di
messaggi, tutto ciò sarebbe in grado di smuovere coscienze, di sollevare,
organizzare, rivoluzionare e determinare atteggiamenti.
Mah, forse un giorno giungeremo
alle prossimità di quella possibilità. Quando tutti saremo online, quando
avremo pattuito universalmente che l’agorà (ἀγορά) della
società si trasferisce a questo scenario e abbandona case, vie, piazze, locali.
Oppure sarà complemento di tutti quei luoghi. Oggi, però, tutto ciò non è
avvenuto e non ci stiamo approssimando neppure alle lontananze della periferia
di quella possibilità.
Ben altra cosa è dire che da
Internet saltino fuori scintille, che qualcuna riesca a innescare una fiamma,
che alcune fiamme possano raggiungere la realtà quotidiana. Siamo però sinceri,
domenica tutto il bla blablà, anche il più profondo, delle nostre tastiere, sul
voto degli spagnoli ha avuto un’influenza molto scarsa o nulla.
Yo no puedo despegarme de mi tablet y sin embargo en mi entorno tres cuartas partes no tienen la más remota idea de qué va esto. Que luego sepan de lo que se está hablando en las redes, eso es ciencia ficción.
ResponderEliminarEso sí, tengo profesores con dos licenciaturas y un doctorado que siguen llamándoles “cacharros”. Y están en la sociedad. No en la red.
Pero, admítalo, es Usted un provocador. ;)))
Francisca Benito, Tarragona
No sé si llegará el día en que los dos mundos se comunicarán como si fuese uno. Pero ahora estamos a años luz, vamos, yo no veo a mis padres o a la vecina del quinto enterados de lo que tuiteamos.
ResponderEliminarAlicia
Creo que es debido también a que algunos viven en una burbuja y creen que todo lo que ocurre allí dentro pasa en el mundo. En parte sí, en otra no. Luego es también cuestión de protagonismo. Querer que todo le de la red sea importante, mientras que la mayoría de las cosas que pasa pasan sin pena ni gloria.
ResponderEliminarEs una crisis de crecimiento.
Saludos.
Arturo
L'ombelico. La Terra e l'Umanità vi girano attorno. L'asse terrestre e i poli sono solo secondari.
ResponderEliminarSe poi l'ombelico è di un giornalista, di un politico, di un personaggio pubblico, non tutti sono rotondi...
Salve.
Francesco, Recanati