Lo he contado muchas veces, pero creo que es mejor que lo fije por escrito. Ilustra muy bien lo que puede ocurrir cuando hacemos méritos para que unos cuantos (¿muchos? ¿muchísimos?) jóvenes se acerquen a la profesión con un auténtico cacao mental aderezado por la mitomanía y por mucha, muchísima superficialidad.
Ocurrió en una de esas ocasiones en las que tuve que largar una conferencia. En el auditorium había unas trescientas personas y entre los asistentes eran numerosos los estudiantes de los últimos cursos de Ciencias de la Comunicación.
En el turno de preguntas una chica de la tercera fila me interpela. Pero no. En realidad, con desconcertante desparpajo, declara: «Yo soy tendencialmente pacifista, pero me falta un año y espero que quede alguna guerra. Me gustaría cubrir una».
¿Pero saben lo que más me desconcertó? La ausencia de desconcierto entre la mayoría de los universitarios presente. Tuve ganas de decir «apaga y vámonos» y dejarlos allí tirados.
L’ho raccontato molte volte, ma credo che sia meglio fissarlo per scritto. Illustra molto bene ciò che può accadere quando facciamo di tutto per far sì che alcuni (molti? moltissimi?) giovani si approssimino alla nostra professione con un’autentica confusione mentale condita dalla mitomania e da molta, moltissima superficialità.
Accadde in una di quelle occasioni in cui fui invitato a pronunciare una conferenza. Nell’auditorio c’erano circa trecento persone e tra i presenti erano numerosi gli studenti degli ultimi anni delle facoltà di Scienze della Comunicazione.
Al momento delle domande, una ragazza in terza fila m’interpella. In realtà, no. Con una sconcertante franchezza, dichiara: «Tendenzialmente sono pacifista, ma mi manca un anno e spero che resti ancora qualche guerra. Mi piacerebbe raccontarne una».
Sapete che cosa maggiormente mi sconcertò? L’assenza di sconcerto tra la maggioranza degli studenti universitari presenti. Ebbi voglia di dire «Spegniamo tutto e andiamocene» e di abbandonare lo scenario.
Totalmente de acuerdo. La masificación de las facultades de periodismo ha sido su consecuencia. ¡Menudas fábricas de parados! Y lo peor, que muchos de los pocos que conseguirán entrar en una redacción harán mucho daño a la profesión y, sobre todo, a lector/oyentes/televidentes.
ResponderEliminarMarisa, vocacional y sin embargo en paro.
¡Hala! Todos Pérez Reverte o Manu Leguineche. Sin tener ni una base cultural ni tampoco la capacidad de ver y analizar. Suerte que tiene Google y el copia y pega de Windows.
ResponderEliminarY luego dicen que pierden lectores.
Patricia S.