Alguien podría objetar que no es para tanto, que en realidad un multimillonario es alguien que posee multitud de millones. Vale.
Pero, en serio, esto del “copia y pega” hace auténticos estragos, en las redacciones induce a la pereza y el sucesivo olvido del deber de control contribuye a estos divertidos y sin embargo preocupantes resultados.
Este titular, ahora, cuando estoy escribiendo estas líneas, aparece en Google multiplicado por 13.201. Son las veces que se repite, sin que nadie se diese cuenta en su momento de lo que estaba poniendo en página.
Permitidme un recuerdo. Es de mis años turineses, cuando no había surgido ni la hipótesis de Internet pero comenzaban a aparecer nuevas tecnologías en las redacciones. En ese gran periódico que es La Stampa entraban los ordenadores de nueva generación y nuevos programas informáticos, finalmente las agencias se podían leer en pantalla. Pero alguien, alguien con la vista larga y que conocía muy bien a los periodistas, tuvo la brillante idea de decir un “no” muy determinado. Nada de poner en comunicación las agencias con los programas de redacción. Ya existían las primeras versiones de Windows y ese brillante director intuyó los posibles estragos del “copia y pega”.
C’è chi potrà obiettare che non è la fine del mondo, che in realtà un multimilionario è chi possiede moltitudine di milioni. Bene.
A parte gli scherzi, questo del “copia e incolla” sta facendo autentiche stragi, nelle redazioni induce alla pigrizia e la successiva dimenticanza del dovere di controllo contribuisce a questi divertenti ma anche preoccupanti risultati.
Questo titolo, quando sto scrivendo queste righe, compare in Google moltiplicato per 13.201. È il numero delle occasioni in cui ricorre senza che nessuno si rendesse conto di ciò che metteva in pagina.
Consentitemi un ricordo. È dei miei anni torinesi, di quando ancora non si affacciava neppure l’ipotesi di Internet, ma nelle redazioni cominciavano a entrare nuove tecnologie. In quel gran giornale che è La Stampa entravano i computer di nuova generazione e nuovi programmi informatici, finalmente le agenzie si potevano leggere sullo schermo. In quei giorni ci fu qualcuno, qualcuno con la vista lunga, che ebbe la brillante idea di dire un “no” molto secco. Neppure a parlarne di mettere in comunicazione le agenzie con i programmi che servivano per redigere i testi. Già esistevano le prime versioni di Windows e quel brillante direttore intuì i possibili danni del “copia e incolla”.
Pereza, distracción, pasotismo, rutina. A los periodistas que han caído en esta alucinante cadena de repeticiones incontroladas les haría una sugerencia. ¿Por qué no se van a la Armada o se dedican a la medicina, más bien a la cirugía? Allí sí que la cadena sería perfecta: "Bisturí, bisturí, bisturí... tijeras, tijeras, tijeras".
ResponderEliminarBueno, en este caso, afortunadamente, el daño es mínimo y la sonrisa asegurada. Pero la pifia es más bien gorda.
Saludos.
Armando, desde Zaragoza