Acompañado por la LXI edición del festival de la canción italiana de Sanremo (¡Finalmente buena música, buena sátira y hasta momentos de alta pedagogía histórica, entre una canción y la siguiente!) he aquí otro fin de semana con kilos de periódicos borrachos por su gran capacidad de prever el pasado. Son eso periódicos que el sábado y el domingo – dicen – pueden dedicar más espacio al análisis y a la reflexión. Se mira sobre todo al mundo medioriental, magrebí y árabe en general, con mucha atención hacia esta ola de cambios, todos in progress y de los que sería una osadía vaticinar el futuro, y se entonan unos mea culpa que suenan a lloriqueo general. Con mucha hipocresía y pésima memoria, se estigmatizan las posturas hasta aquí mantenidas por Occidente, por nuestra Europa, para afianzar la “mano dura” que exorcizaba nuestros opulentos miedos occidentales.
Si en todos los análisis hubiese una suficiente dosis de buena fe, de profunda sinceridad y de auténtico propósito de enmienda radical en las actitudes, las de las sociedades y las de los estados, bien, en ese caso los pecados del pasado podrían ser perdonados y sobre ese perdón se podría hilvanar también nuestro cambio. Ese que, una vez por todas, tendría que llevar a tratar “au pair” a nuestros directos interlocutores de la otra orilla mediterránea y del área medioriental.
Tengo mis dudas. Todavía prevalecen, y están profundamente radicados en nuestras sociedades, todos los prejuicios de nuestra doble moral. “Esos – piensan muchos y también demasiados entre los que tienen papeles y responsabilidades institucionales – no son como nosotros, no están preparados para una democracias como las nuestras. Hay que vigilarles, acompañarles, tutelarles, pero sin que se note demasiado para no chocar contra su susceptibilidad”. Hay quienes esto lo escriben así de claro y quienes, sin embargo, prefieren la prudencia de la hipocresía y de la insinuación entre líneas. Y ocurre sea en las posiciones conservadoras, sea en las liberales, como también en las pseudoradicales y en el llamado progresismo que alterna el pragmatismo cuando tiene el poder con el blablablá cuando no tiene la responsabilidad de tomar decisiones o de ubicarse en posiciones claras .
Pero no es de las contradicciones de los políticos o de los miedos de las sociedades de lo que quiero hablar en esta sede. Quisiera sencillamente que el lector de la prensa diaria, una prensa frecuentemente demasiado miope y provinciana, prestara su atención a la facilidad y soltura de periodistas y cabeceras cuando reprenden. Los mismos que, desde la izquierda, la derecha y el centro, han sostenido por muchas décadas la realpolitik a golpe de artículos, crónicas parciales y editoriales llenos de palos y zanahorias, esos mismos están hoy entre los que critican, acusan, tachan, censuran y desnudan los errores y las injusticias de nuestras políticas occidentales.
Ni una palabra, o a lo sumo muy pocas, sobre la complicidad de nuestro cobarde e injusto paternalismo, relleno de fantasmas y de nuestros miedos, inundado por hectolitros de tinta y toneladas de papel que en las últimas décadas, y no sólo, a esas políticas han ofrecido un fuerte sostén. Sé muy bien que para la prensa, de cualquier tendencia, es arduo rectificar, admitir errores repetidos en el tiempo. Pero por una vez hay que decirlo: en el kiosco, en pantalla, y en los últimos tiempos también on line, somos culpables tanto cuanto lo han sido y todavía lo son los que nos gobiernan. Sé bien que la mía, conociendo nuestra profesión, es una utopía. Pues como dicen también mis amigos, los vecinos de enfrente del Mediterráneo, la esperanza es la última en morir. ¡Inch’Allah!
Accompagnato dalla LXI edizione del Festival della canzone italiana di Sanremo (finalmente buona musica, buona satira e persino momenti di alta pedagogia storica, tra una canzone e l’altra!) ecco un ulteriore fine settimana con chili di quotidiani ebbri del senno del poi. Sono quei giornali che il sabato e la domenica – si dice – possono dedicare più spazio all’analisi e alla riflessione. Si guarda soprattutto al mondo mediorientale, maghrebino e arabo in generale, con grande attenzione per quest’ondata di cambiamenti, tutti in progress e di cui è azzardato vaticinare il futuro, e s’intonato mea culpa che suonano a piagnisteo generale. Con molta ipocrisia e altrettanta pessima memoria, ci si duole degli atteggiamenti fin qui mantenuti dall’Occidente, dalla nostra Europa, a sostegno della “mano dura” che esorcizzava le nostre opulente paure occidentali.
Se in tutte le analisi ci fosse una sufficiente dose di buona fede, di profonda sincerità e di autentico proposito di svolta radicale negli atteggiamenti, degli individui e degli Stati, beh, a quel punto i peccati del passato potrebbero essere perdonati e su quel perdono si potrebbe imbastire anche la nostra svolta. Quella che, una volta per tutte, dovrebbe condurre a trattare “au pair” i nostri diretti interlocutori dell’altra sponda mediterranea e dei dintorni mediorientali.
Ne dubito. Prevalgono ancora, e sono profondamente radicati nelle nostre società, tutti i pregiudizi della nostra doppia morale. “Quelli – pensano molti e purtroppo troppi tra chi ha ruoli e responsabilità istituzionali – non sono come noi, non sono preparati per una democrazia come le nostre. Devono essere vigilati, accompagnati, tutelati, ma senza che si noti troppo per non urtare suscettibilità”. C’è chi questo lo scrive a chiare lettere e chi, invece, preferisce la prudenza dell’ipocrisia e dell’insinuazione tra le righe. E accade sia nelle posizioni conservatrici sia in quelle liberali, come pure nelle pseudo-radicali e nel cosiddetto progressismo che alterna il pragmatismo quando detiene il potere con il blablabla quando non è costretto ad adottare decisioni o a prendere precise posizioni.
Non è però delle contraddizioni dei politici o delle paure delle società che mi voglio occupare in questa sede. Vorrei semplicemente che il lettore della stampa quotidiana, una stampa troppo spesso miope e provinciale, prestasse attenzione alla frequente facilità e disinvoltura dei giornalisti e delle testate quando rimproverano. Gli stessi che, da sinistra, da destra e dal centro, hanno sostenuto per decenni la realpolitik a colpi di articoli, cronache parziali ed editoriali cerchiobottisti, ecco propri quelli stanno oggi tra coloro che criticano, accusano, bollano, censurano e mettono a nudo gli errori e le ingiustizie delle nostre politiche occidentali.
Non una parola, o comunque pochissime, sulla complicità del nostro vigliacco e ingiusto paternalismo, farcito dai fantasmi delle nostre paure, inondato da ettolitri d’inchiostro e tonnellate di carta che negli ultimi decenni, e non solo, a quelle politiche oggi criticate hanno offerto un forte sostegno. So bene che per la stampa, di qualsiasi tendenza, è arduo rettificare, ammettere errori reiterati nel tempo, ma per una volta diciamolo: all’edicola, sullo schermo e ultimamente anche on line, siamo colpevoli tanto quanto lo sono stati e sono ancora coloro che ci governano. So che la mia, conoscendo la nostra professione, è un’utopia. Mah, come dicono anche i miei amici dirimpettai del Mediterraneo, la speranza è l’ultima a morire. Inch’Allah!
Si tiráramos de hemerotecas, más de un periodista se sonrojaría. Cómo pontifican algunos ahora, y cómo escribían todo lo contrario hace no mucho tiempo…
ResponderEliminarEso es de lo sabelotodo. De la complicidad podríamos hablar largo y tendido, pero es suficiente ir al kiosco y comprar cualquier periódico.
Agur.
Iñaki