Por principio, casi nunca compro algo que alguien me ha ofrecido. Y si
me lo ofrecen con insistencia, reiteración, alevosía, nocturnidad y muchas
otras circunstancias agravantes, seguro que ese producto lo borro de mi lista
de apetencias. Tengo gustos muy firmes y personales y en las compras no admito
interferencias. Así de claro. Salvo que sea yo, antes de tomar una decisión, quien
requiera el consejo de un experto del ramo.
Entre periodismo y publicidad no
puede haber confusión y, sin embargo, hay que reconocer que son vasos
comunicantes con algún grado de dependencia recíproca. Lo que significa que,
aun reconociendo yo la función informativa de la publicidad, la de alimento y
sustento de los medios en los que nos expresamos, puedo entrar en contradicción
al tener cierta aversión al bombardeo de anuncios. Lo que conlleva que algunos
conocidos y amigos del gremio de la “pro-paganda” (una etimología "macarronica" sería reveladora)
me miren con perplejidad y algo de desconfianza.
¿Adónde quiero llegar? Pues a
rescatar ese grito enloquecido - «Estoy más que harto y no quiero seguir soportándolo» - que retumbó en la película “Network” (Un
mundo implacable, 1976). ¿Se acuerdan?
La mía es la exasperación de
muchos y este es un desahogo que quiero hacer público. Por eso aprovecho el
blog. Para reiterar mi cansancio y mi protesta y también, al mismo tiempo, para
avisar a los que todavía no han sido alcanzados por las lapas telefónicas, esas
moscas tele-cojoneras que irrumpen en nuestras casas y despachos y que tampoco se
privan, vía móvil, de cazarnos cuando estamos por allí, no importa donde, con
el objetivo de convencernos de que nuestro teléfono o Pda son obsoletos, que
hay que modificar el contrato pasando a uno más conveniente o - también eso
ofrecen - para que compremos un producto de un largo catalogo gracias a un
programa de puntos. Y que conste, nos van a regalar puntos para todo salga más
barato.
Bien. Mejor dicho, muy mal. Hoy
quiero señalar un número, el que aparece en la pantalla de mi Pda con
inaceptable frecuencia. Cualquier día, en cualquier hora, casi siempre en los
momentos más intempestivos e inoportunos. Para que Uds. lo reconozcan y
rechacen la llamada sin perder tiempo, para que conste mi hartazgo y mi
desesperación, aquí lo tienen en el tamaño que merece toda mi repulsión:
Per principio, non sono solito comprare
prodotti che qualcuno mi offre. E se mi sono offerti con insistenza, reiterazione,
inganno, orario notturno e molte altre circostanze aggravanti, allora è sicuro
che quei prodotti scompariranno dalla lista dei miei desideri. Ho gusti chiari
e molto personali e negli acquisti non ammetto interferenze. Salvo che sia io,
prima di decidere, a richiedere l’opinione di un amico o di un esperto del ramo.
Tra giornalismo e pubblicità non ci può essere confusione e, ciononostante,
dobbiamo riconoscere che sono vasi comunicanti con qualche grado di reciproca dipendenza.
Ciò significa che, pur riconoscendo la funzione informativa della pubblicità,
quella di alimento e sostegno dei media nei quali ci esprimiamo, posso entrare
in contraddizione quando provo certa avversione nei confronti del bombardamento
di annunci. Questo mio atteggiamento spesso provoca che amici e conoscenti del
settore “pro-paganda” (un’etimologia “maccheronica” lo direbbe tutto) mi guardino
con perplessità e con un po’ di sospetto.
Dove voglio arrivare? Beh, per esempio a evocare quell’urlo folle - «Sono incazzato nero e tutto questo non lo accetterò più» - che echeggiò nel film Network (Quinto potere, 1976). Lo ricordano?
La mia è l’esasperazione di molte persone e questo è uno sfogo che voglio rendere pubblico. Per questo motivo utilizzo il blog. Per ribadire la mia stanchezza e la mia protesta e, allo stesso tempo, per avvisare chi ancora non è stato raggiunto dalle piattole telefoniche, quelle mosche tele-cavalline che irrompono nelle nostre case e uffici e che non si fanno scrupolo di molestarci quando ci troviamo, non importa dove, a tiro di telefonino. Lo fanno per dirci che il nostro telefono o il palmare sono vecchi, che dobbiamo modificare il nostro abbonamento telefonico perché non è adeguato, oppure - ci offrono pure questo – insistono nel volerci far comprare un qualsiasi prodotto di un ampio catalogo grazie a un programma di punti. Non senza informarci, naturalmente, che ci faranno ossequio di un po’ di quei punti al fine di farci fare un affare.
Bene. O meglio, molto male. Oggi voglio segnalare un numero, quello che
compare sul display del mio palmare con un’inaccettabile frequenza. Qualsiasi
giorno, a qualsiasi ora, molto spesso nei momenti più inopportuni. Affinché possiate
riconoscere e rifiutare queste chiamate senza perdere tempo, affinché possano
essere chiare la mia stanchezza e la disperazione, ecco il numero, nelle
dimensioni prossime alla mia riprovazione:
Grazie per la comprensione e collaborazione. Facciamo una catena. Invalicabile. E orecchie da mercante.
Ese es el teléfono más molesto y son los que más dan la lata a todas horas. Pero la lista de molestadores es muy larga.
ResponderEliminarMe uno a la cacerolada y aplaudo con cabreo.
Rogelio Andujar, desde Málaga
Tiene toda la razón. Vamos a ver: ¿Dónde está escrito que por el hecho de poseer mi número de teléfono, la compañía puede llamarme a su antojo? O, aun peor, ¿comercializar los números de los clientes?
ResponderEliminarYo intenté eso de enviar una carta, acogerme a la llamada “lista Robinson”. Pues ni me contestaron y siguen llamándome.
Tampoco sirve de mucho cambiar de operador. No son todos iguales, pero en esos comportamientos se parecen como gemelos.
Gracias por enfadarse en mi nombre. Y muy buena la película, un clásico.
Mercedes R. (679……)
Este es un chantaje permanente y no hay salida. Necesitas un teléfono, contratas una línea o compras una SIM y estás en un fichero. De allí a que te llamen media sólo il tiempo hasta la siguiente promoción o el último pulso entre operadores.
ResponderEliminarEl usuario siempre está pillado en el medio. Sin una ley clara y dura estamos en sus manos.
Aquí en Sevilla hubo un tiempo en que unos listillos ofrecían listados de abonados por un dinerito y se podría comprar por tramos, eligiendo las letras del alfabeto.
Lo mejor es poco móvil y mucho Skype.
Saludos.
Álvaro
Vale, las telefónicas tiene un poder al que no podemos hacer frente. ¿Y el poder de los medios? Esa película la vi y lo dice todo de hasta dónde puede llegar el poder de la televisión. Según en qué manos cae, apañados estamos.
ResponderEliminarQue no hay nada que hacer.
José Luis
A mi también me carga mucho que sigan insistiendo. Sobre todo cuando ha quedado claro que non pienso ni quiero cambiar el contrato o comprar el móvil que acaba de salir.
ResponderEliminarTambién pienso, sin embargo, que detrás de una chica que llama, probablemente desde otro país, hay una explotada que cobra dos duros contactando todo el día una lista de teléfonos.
Hasta pronto.
Rosa María
Pienso lo mismo y no sabría expresarlo mejor. Lo escrito es perfecto, no se hable más.
ResponderEliminar¿Dónde hay que firmar?
M. Fernanda Serra, Tarragona
Yo estoy pensando en cancelar todos los teléfonos y comprarme una paloma mensajera. Me costaría un pugnado de mijo y no me daría la lata.
ResponderEliminarFrrrrrrrr...
Juan Palomo