Fue cuestión
de minutos, de pocas horas, hasta que en la Red, en las redes sociales, sobre
todo en Twitter, las reacciones a la noticia ascendieran el pódium de los “trending
topics”. La cibertestosterona – hormona que en Internet, a menudo cómplice el
anonimato, mueve todo lo que se mueve a velocidades cercanas a las de las ondas
hertzianas – fue muy activa. Disfrazados de santa indignación, los adjetivos, epítetos,
insultos y un amplio abanico de lindezas llegaron como dardos venenosos y
dolorosos al cuerpo de Sus Euroseñorías.
Había ocurrido que, en una votación que nunca
hubiese alterado las actuales normas, socialistas y populares españoles habían
rechazado en el europarlamento la posibilidad de bajar de la clase business a
la turista en los vuelos pagados por Bruselas. Sólo un puñado de españoles,
nacionalistas catalanes y ecoizquierda,
habían apoyado la medida en pro de la austeridad.
En momentos en los que el paro galopa hacia
los cinco millones de personas que buscan o que ya no buscan un trabajo porque desesperan,
en días en los que la desilusión, la incertidumbre, los problemas personales y
familiares se entremezclan con los nubarrones que pintan el futuro, la reacción
fue inmediata. Y fue Internet el medio en el que se desahogaron cabreos y
frustraciones, indignación y rabia. Twitter, con el #eurodiputadoscaraduras,
fue la urna electoral que recogió una auténtica avalancha de reacciones durísimas.
Claro, los medios on line, las
radios y las teles, antes de que sus hermanos de papel hicieran lo mismo pocas
horas después en los quioscos, retroalimentaron y amplificaron el clamor hasta
que cundió la preocupación en los partidos. Y estos empezaron a correr de un
comunicado a una entrevista, de una nota a un tweet, en el intento de
que el fuego no llegara a hoguera preelectoral. Pero, como reza el adagio – “enloda
que algo queda” – el daño ya estaba hecho.
¿Conclusión? Pues que una
vez más la demagogia, la desinformación, el titular de trazos gruesos, la
rapidez de Internet y otros ingredientes montaron el circo. Poco importa si la
medida votada en el europarlamento no hubiese podido cambiar nada y que el
estatuto del parlamentario europeo, vuelos en business incluidos, sólo se puede
modificar por otros cauces.
Ahora bien, nadie queda indemne. En este recalentamiento
de los instintos básicos del linchamiento on line, políticos y medios han tenido sus precisas
responsabilidades. Por la solemne inoportunidad los primeros, por la demagogia
barata los de mi gremio.
Questione
di minuti, di poche ore, finché nella Rete, nelle reti sociali, soprattutto in
Twitter, le reazioni alla notizia hanno cominciato a scalare il podio dei
“trending topics”. Il cibertestosterone – ormone che in Internet, spesso
complice l’anonimato, muove tutto ciò che si muove a velocità prossime a quelle
delle onde hertziane – è stato molto attivo. Ammantati da una santa indignazione,
gli aggettivi, gli epiteti, gli insulti e un ampio ventaglio di ossequi hanno
colpito come dardi velenosi e dolorosi gli Euro-onorevoli.
Era
accaduto che, in una votazione che mai e poi mai avrebbe alterato le attuali
norme, socialisti e popolari spagnoli avessero respinto nell’europarlamento la
possibilità di scendere dalla classe business alla turistica nei voli pagati da
Buxelles. Solo un manipolo di spagnoli, nazionalisti catalani ed ecosinistra, aveva
appoggiato la misura nel segno dell’austerità.
In momenti in cui la disoccupazione galoppa
verso i cinque milioni di persone che cercano o che già non cercano un lavoro
perché disperano, in giorni in cui la disillusione, l’incertezza, i problemi
personali e familiari si intersecano con i nuvoloni che dipingono il futuro, la
reazione è stata immediata. Ed è stata Internet la via per lo sfogo di
incavolature e frustrazioni, indignazione e rabbia. Twitter, con #eurodiputadoscaraduras,
ha costituito l’urna elettorale che ha raccolto un’autentica valanga di
reazioni durissime. C’era da aspettarselo. I media on line,
le radio e le tv, prima che i rispettivi fratelli di carta facessero la stessa
cosa poche ore dopo nelle edicole, hanno retroalimentato e amplificato il
clamore fino a generare preoccupazione nei partiti. Questi hanno cominciato a
correre da un comunicato a un’intervista, da una nota a un tweet, nel
tentativo di riuscire a far sì che il fuoco non diventasse rogo. Era però
evidente, come recita l’adagio – “infanga, qualcosa resta” – che il danno era già stato fatto.
Conclusione? Beh, che ancora una volta la
demagogia, la disinformazione, il titolo ruvido, la rapidità di Internet e
altri ingredienti hanno montato il circo. Poco importa se la misura votata nell’europarlamento
non avrebbe potuto cambiare nulla e che lo statuto del parlamentare europeo,
voli in business compresi, può essere modificato solo con altri
procedimenti.
È evidente che nessuno ne esce indenne. In
questo surriscaldamento dei basic instincts del linciaggio on line,
politici e media hanno avuto precise responsabilità. Per la solenne
inopportunità i primi, per la facile demagogia quelli della mia professione.
De acuerdo, no será esa la manera de modificar la situación y también es verdad que a un diputado europeo hay que pagarle bien. Pero habría que prohibirle otras actividades y no estaría mal, en momentos como estos, que lanzaran mensajes de austeridad. Los símbolos también tienen su importancia.
ResponderEliminarUn soriano perplejo.
Lo peor de todo esto es que estamos hablando de diputados, no todos, que a menudo han sido enviados a Europa por partidos que necesitaban quitárselos de encima. También hay que decir que el parlamento europeo, siendo necesario, no brilla por su actividad determinante en los asuntos de los ciudadanos. Y a los medios les diría que no sean hipócritas: sólo se ocupan del parlamento de Estrasburgo cuando hay un asunto polémico o un escándalo.
ResponderEliminarVamos, que nadie se haga el inocente.
Alicia Huertas
Muy bien, pero nada de concesiones a unos parlamentarios que, en su mayoría, no me parece que se ganen el sueldo. Ni siquiera saben cuidar su imagen ni tienen el don de la oportunidad.
ResponderEliminarJaime Orellana
Habría que pagarles muy bien y luego prohibir otras actividades durante el mandato. Y que sus cuentas sean transparentes. ¿Para qué queremos buenos políticos si los mejores pueden ganar más en la empresa privada?
ResponderEliminarJaime