Al amigo Charles Powell le tengo por hombre serio y ameno
(los mestizajes anglo-españoles son fértiles en eso), por un estudioso de gran rigor, por un historiador que no suele casarse con tirios o troyanos, y por un analista muy próximo a los equilibrios de esas balanzas romanas que adornan los palacios de justicia. Me refiero al equilibrio de las balanzas, naturalmente, no al de algunos jueces que se sientan debajo…
Acabo de leer un amplio extracto del “El amigo americano”, el último libro que Charles acaba de publicar y que leeré integralmente con atención y avidez. De momento, ya me ha sido más que suficiente la lectura parcial de este último esfuerzo del Subdirector de Investigación y Análisis del Real Instituto Elcano. Para reconfirmar lo que ya sabía – la autoridad de Powell en lo que estudia, analiza y narra – y también, aun sin él proponérselo, para evocar algunas facetas de la más estricta actualidad entre las líneas de una historia de relaciones eminentemente hispano-norteamericanas.Charles Powell hace un relato muy documentado de las complejas y cómplices relaciones que Washington mantuvo con Franco y con el franquismo. De la firmeza de Eisenhower a los vaivenes de Kissinger, pasando por muchos altibajos dictados por el mero oportunismo y cálculo político, económico y estratégico, toda una línea, por sinuosa que sea, aparece para confirmar eso de que los estados no tienen amigos, sólo tienen intereses. Me hace recordar, sin mencionarlo, ese crudo y cínico axioma que se atribuye a Franklin Delano Roosevelt y a su secretario de Estado, Cordell Hull. Uno de los dos, refiriéndose al dictador nicaragüeño “Tacho” Somoza, habría dicho: «Sí, puede que Somoza sea un hijo de p…, pero es nuestro hijo de p…». Una pragmática definición que mucho más tarde, en esa ocasión mirando hacia el dictador panameño Manuel Antonio Noriega, volvió a pronunciar el simpático, peligrosísimo y astuto general Vernon Walters, asesor de muchos presidentes de los Estados Unidos y “número dos” de la Cia. Aquí confieso que perdí la oportunidad, por olvido, en las dos ocasiones en las que tuve la posibilidad de charlar con él, en Madrid y en Lisboa, de preguntar a Walters si de verdad lo dijo y si seguía pensándolo.
Pues les aconsejo vivamente que lean el libro de Charles Powell que acaba de salir, que además de historia es periodismo de investigación, del bueno. Estoy más que seguro de que, además de abrir unas ventanas hacia la reciente historia española, también tendrán muchas respuestas y explicaciones a los comportamientos y a las contradicciones de los estados, Estados Unidos en cabeza. Por ejemplo, en algo tan actual como lo del ahora enemigo Gadafi, que hace sólo unos meses era nuestro excéntrico amigo Muhamar. Bueno, en propiedad habría que decir que era «nuestro hijo de p…» de enfrente, en la otra orilla de este siempre agitado Mare Nostrum, que sigue siendo un hijo del
Atlántico y de las relaciones que lo surcan.
Dwight "Ike" Eisenhower, Vernon Walters,
Francisco Franco, Juan Carlos I, Franklin Delano Roosevelt, Anastasio “Tacho”
Somoza, Manuel Antonio Noriega, Muhamar Gadafi
Considero l’amico Charles Powell un
uomo serio e ameno (i mix anglo-spagnoli son fertili in questo), vedo uno
studioso di grande rigore, uno storico che non si sposa con nessuno e un
analista molto prossimo agli equilibri di quelle bilance a due piatti che
adornano i palazzi di giustizia. Mi riferisco, naturalmente, all’equilibrio delle
bilance, non a quello di certi giudici che si siedono sotto…
Ho appena letto un ampio estratto di “L’amico americano”, l’ultimo
libro che Charles ha pubblicato e che leggerò fino in fondo con attenzione e
avidità. Per ora, già mi è stata più che sufficiente la lettura parziale di
quest’ultimo sforzo del Vicedirettore per la Ricerca e Analisi del Reale Istituto
Elcano. Per riconfermare quanto già sapevo – l’autorevolezza di Powell in ciò che studia, analizza e
narra – e pure, anche
senza che lui se lo proponesse, per evocare alcuni aspetti della più stretta
attualità tra le righe di una storia di relazioni eminentemente
ispano-americane.
Charles Powell fa una ricostruzione molto documentata delle complesse e
complici relazioni che Washington mantenne con Franco e con il franchismo.
Dalla fermezza di Eisenhower all’andirivieni di Kissinger, passando per molti
alti e bassi dettati dal mero opportunismo e calcolo politico, economico e
strategico, tutta una linea, per quanto sinuosa, appare per confermare ciò che
si è sempre saputo: gli stati non hanno amici, hanno solo interessi. Mi fa
ricordare, senza menzionarlo, quel crudo e cinico assioma attribuito a Franklin
Delano Roosevelt e al suo segretario di Stato, Cordell Hull. Uno dei due,
riferendosi al dittatore nicaraguense “Tacho” Somoza, avrebbe detto: «Sì, è possibile
che Somoza sia un figlio di p…, ma è il nostro figlio di p…». Una prammatica
definizione che molti anni dopo, in quell’occasione guardando al dittatore
panamense Manuel Antonio Noriega, ripeté il simpatico, pericolosissimo e astuto
generale Vernon Walter, consigliere di molti presidenti degli Stati Uniti e “numero
due” della Cia. Qui confesso che perdetti l’occasione quando, nei due incontri
che ebbi, a Lisbona e Madrid, dimenticai di chiedere a Walters se quella frase
l’aveva pronunciata e se la pensava allo stesso modo.
Non mi resta che consigliare vivamente la
lettura del libro di Charles Powell appena pubblicato, un testo che è storia ma
anche giornalismo d’inchiesta e di quello buono. Sono più che sicuro che, oltre
a schiudere finestre verso la recente storia spagnola, si avranno molte risposte
e spiegazioni sui comportamenti e le contraddizioni degli stati, con gli Stati
Uniti in testa. Per esempio, in qualcosa di tanto attuale quanto ciò che accade
con l’oggi nemico Gheddafi, che solo qualche mese fa ero il nostro eccentrico
amico Muammar. In realtà e con più proprietà dovremmo dire che era «il
nostro figlio di p…» dirimpettaio, sull’altra
sponda di questo sempre agitato Mare Nostrum, che è pur sempre un figlio dell’Atlantico
e delle relazioni che lo attraversano.
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* Charles Powell, El Amigo americano, p.704,
Ed. Galaxia Gutenberg
¿De qué no extrañamos? Mucha retórica, muchos principios y sin embargo los individuos, nosotros mismos, no somos muy diferentes de los estados. A ver: ¿quién es el guapo que acepta pagar cien euros el litro de gasolina porque se la compramos estrictamente a países productores que respectan los derechos fundamentales y, además, les pagamos su precio al coste real…?
ResponderEliminarSeguro que delante del surtidor la inmensa mayoría perdería memoria y principios. Pues como hacen los estados. Ni más ni menos.
De cualquier manera, este es un libro que leeré con mucha curiosidad. Gracias y saludos.
Jaime
Que me perdone el Sr. Powell, que conozco por su reputación academica. Pero no puedo resistirme a leer este comentario sin olvidar que en España utilizamos ese eufemismo de "hijos de la Gran Bretaña".
ResponderEliminarLo digo con una sonrisa y sin acritud.
Emilia
Siempre me he preguntado de dónde procede la tradición inglesa de los hispanistas. Y sin embargo cuando leo libros de autores del otro lado de la Mancha, tengo que reconocer que sus análisis sobre España tienen calado y perspectiva. ¿Por qué será?
ResponderEliminarNo será que nos ven de cerca, de muy cerca, por lo de Gibraltar?.
Best regards.
Aurelio
Todavía espero un libro que explique a fondo como Francia fue la que insistió para condenar España a quedar fuera del Plan Marshall, perpetuando así la dictadura franquista. A Powell le pediría que se lo piense.
ResponderEliminarGracias.
Laura
Di simili considerazioni opportunistiche, più che dettate dalla realpolitik, stiamo raccogliendo alcuni pericolosi frutti proprio ora. Se solo ci soffermassimo un momento a pensare quanti popoli hanno pagato le nostre complicità, ci sarebbe da vergognarci. Non tutto è sicurezza ed economia.
ResponderEliminarLuciano Giordano