Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

domingo, 1 de mayo de 2011

(77) Ernesto Sábato ha muerto. Se ha ido un gran menudo hombre con un inmenso mundo interior
Ernesto Sábato è morto. Se n’è andato un grande piccolo uomo con un immenso mondo interiore


Ayer se nos fue Ernesto Sábato. A los 99 años, en su residencia de Santos Lugares, en la provincia de Buenos Aires, murió el pensador, el escritor, el argentino universal, el premio Cervantes por la literatura, el eterno candidato al Nobel y el autor, entre otros, de “El túnel”, “Sobre héroes y tumbas” y “Abbadón el exterminador”. Pero quien se nos ha muerto fue mucho más que eso, fue el titular de una inmensa y probablemente semidesconocida vida interior, aun cuando Sábato no fue ajeno al mundo y estuvo bien presente en y cara a la sociedad. Por ejemplo, cuando presidió la Comisión Nacional de Desaparecidos, publicó su famoso informe y retumbó ese inolvidable “¡Nunca más!” relativo a la durísima y sangrienta represión llevada a cabo en Argentina por los gobiernos de la dictadura militar.
Ernesto Sábato con Josto Maffeo (1983)  A lo largo de algo más de una década, tuve el privilegio de caer en la simpatía de Sábato, de encontrarme con él en algunas ocasiones y en todas, sobre todo en una, el escritor no quiso hacerle caso al reloj. Hablamos horas, sobre todo ese 13 de junio de 1983 en un banco del parque madrileño del Oeste. La fecha la leo en la única foto amarillenta, en blanco y negro, que lleva su firma (¡Dios mío, yo era un joven con pelo inmenso y Sábato ya residía en la venerable senectud!). Es esa la única imagen que se salvó entre las muchas perecidas en varios desastres, sobre todo informáticos.
  No voy a hacer aquí un retrato biográfico de Ernesto Sábato y de su obra. Otros lo han hecho, lo están haciendo en estas horas o lo harán con más profundidad y extensión. En este momento sólo quiero recordar al hombre que conocí y traer a la memoria nuestras charlas, debates sobre el aquí y el más allá, sobre coincidencias y lejanías en las respectivas visiones de la vida. Le recuerdo sobre todo como un conversador de difícil arranque, a lo mejor algo desconfiado, para luego soltarse pesando y pausando cada una de sus palabras, todas las frases.
  Recuerdo a un Ernesto Sábato enérgico y tierno, afectuoso y seco, cordial y retraído. Fundamentalmente, a un tímido con un inmenso mundo interior. Conocí a un hombre atormentado por la duda, siempre dispuesto a poner todo en juego y en discusión. Como lo hizo pasando a través del comunismo, que abandonó, escaldado, para abrazar el existencialismo y alternar entre la racionalidad y el misterio. Con muchísimas dudas y algunas certezas. Como esa autodefinición de anarquista que repetía, matizando: «Pero ¿quién ha dicho que un anarquista es necesariamente alguien que pone bombas?”. O la cuestión más trascendente y sus respuestas: «Sí, si insistes en la pregunta, diré que creo que Dios existe». En otro momento afirmó: «Dios existe, pero a veces duerme: sus pesadillas son nuestra existencia».
  Aquí quiero decir que, afortunadamente, sintiendo profundamente la muerte del gran escritor argentino, no hay pesadilla porque queda su obra, un largo e intenso recorrido a través de su creación y de sus ideas.
  Descansa en paz, Ernesto.



Ieri se n’è andato Ernesto Sábato. A 99 anni, nella sua residenza di Santos Lugares, nella provincia di Buenos Aires, è morto il pensatore, lo scrittore, l’argentino universale, il premio Cervantes per la letteratura, l’eterno candidato al Nobel e l’autore, tra gli altri, di “Il tunnel”, “Sopra eroi e tombe” e “Abbadón lo sterminatore”. Chi se n’è andato, in realtà, fu molto più che tutto ciò; fu il titolare di un’immensa e probabilmente semisconosciuta vita interiore, anche se Sábato non fu estraneo al mondo e fu ben presente nella società e di fronte a essa. Per esempio, quando fu presidente della Commissione Nazionale dei Desaparecidos pubblicò la famosa relazione ed echeggiò quell’indimenticabile “Mai più!” relativo alla durissima e sanguinaria repressione sferrata in Argentina dai governi della dittatura militare.
  Nel corso di più di un decennio, ebbi il privilegio di godere della simpatia di Sábato, d’incontrarlo in diverse occasioni e in tutte, soprattutto in una, lo scrittore non volle dar retta all’orologio. Parlammo per ore, in particolar modo quel 13 giugno 1983 in una panchina del parco madrileno dell’Oeste. La data la rilevo dall’unica fotografia ingiallita, in bianco e nero, che reca la sua firma (Dio mio, ero un giovane dai capelli immensi e Sábato già abitava la venerabile senilità!). È questa l’unica immagine salvata tra le molte perdute in vari disastri, soprattutto informatici.
  Non farò qui un ritratto biografico di Ernesto Sábato e della sua opera. Altri l’hanno fatto, lo stanno facendo o lo faranno con maggiore profondità ed estensione. In questo momento voglio solo ricordare l’uomo che conobbi e riportare alla memoria le nostre conversazioni, dibattiti sul qui e sull’aldilà, su coincidenze e lontananze nelle rispettive visioni della vita. Lo ricordo in particolar modo come un conversatore dal complicato avvio, forse per un’innata diffidenza, per poi sciogliersi pesando e cadenzando ciascuna delle sue parole, tutte le sue frasi.
  Ricordo un Ernesto Sábato energico e tenero, affettuoso e secco, cordiale e chiuso. Fondamentalmente, un uomo timido con un immenso mondo interiore. Conobbi un uomo tormentato dai dubbi, sempre disposto a mettere tutto in gioco e in discussione. Come lo fece passando attraverso il comunismo, che abbandonò per l’esistenzialismo e alternare tra la razionalità e il mistero. Con moltissimi dubbi e alcune certezze. Come quell’autodefinizione d’anarchico che ripeteva, puntualizzando: «Chi dice che un anarchico è necessariamente qualcuno che mette le bombe?». Oppure, la questione più trascendente e le sue risposte: «Sì, se insisti con la domanda, dirò che Dio esiste». In un altro momento affermò: «Dio esiste, ma a volte dorme. I suoi incubi sono la nostra esistenza».
  Qui voglio dire che, per fortuna, con il profondo dolore per la morte del grande scrittore argentino, non c’è incubo perché permane la sua opera, un lungo e intenso percorso attraverso la sua creazione e le sue idee.
  Riposa in pace, Ernesto.

3 comentarios:

  1. Leí "Sobre héroes y tumbas" porqué por casualidad había leído de las polémicas que suscitó. Ese libro muchos no lo entendieron, como no entendieron al autor, que en esas páginas se enfrenta a todas las dimensiones del ser humano.
    Grande y tierno, Sábato. Espero que ahora haya despejado sus dudas.
    Aurelio Beltrán

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  2. Anónimo2/5/11 01:44

    "Enérgico y tierno, afectuoso y seco, cordial y retraído". Como lectora de Sábato (hasta hice una tesina), algo así me había figurado. Gracias por su aportación. Qué suerte haberle conocido tan de cerca.
    Sarai

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  3. Yo tuve la oportunidad de escucharle en una de sus pocas conferencias. Salí con la impresión de que se trataba de una persona que se pasaba el día elaborando, pensando y repensando. De los que no dejan un sólo momento sin hacerse preguntas.
    ¡Grande Sábato!
    Esther Belloso

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