Nos vemos, sin fecha ni horario fijo, en algunas pantalla o sintonía radio italiana o española. Y lo mismo ocurre en medios escritos. Tengo la inmensa suerte de no depender de nadie, de no deber nada a nadie y de poder opinar libremente cuando y donde solo yo lo considere oportuno.
«Fatti non foste a viver come bruti, ma per seguir virtute e conoscenza»
«No habéis sido hechos para vivir como brutos, sino para seguir virtud y conocimiento»
Dante Alighieri, "La Divina Commedia", Inferno - canto XXVI

miércoles, 2 de marzo de 2011

(49) Cuando los medios consagran lo abyecto y a los gilipollas
Quando i media consacrano l’abietto e gli imbecilli

«¡O tempora, o mores!» No es necesario y sería exagerado llegar a resucitar la célebre invectiva de Cicerón a Catilina, pero reconozco que en algunos momentos la tentación se hace fuerte. Luego uno se sosiega y reconoce lo evidente: que cualquier tiempo tuvo, tiene y tendrá sus más y sus menos, sus escaladas hacia lo sublime, la bajada a la normalidad y también – cómo no –  la vertiginosa caída hasta lo más hondo de las cloacas.
  Bien saben quienes tienen la amabilidad de pasar por estas páginas que soy todo menos que tierno con mi profesión. Y a esta quiero limitarme en algunas breves consideraciones, por la enorme (ir)responsabilidad que periodistas y medios tienen en sugerir, moldear, dirigir, imponer actitudes, definir o romper límites para las tragaderas sociales, éticas y morales de la colectividad y de sus pobladores.
  Nunca he creído en mitos, no recuerdo haber pedido un autógrafo ni haberme excitado al paso de alguien muy conocido. Ni ahora, ni ayer y muchos menos anteayer. Los mitos – bien lo sabemos los periodistas – a menudo son producto del bombo y del rebote, local o planetario, que la prensa ofrece a los buenos, a los mediocres y también a los malos malísimos.
  En tiempos en que el “pensamiento único” es casi una imposición y cuando muchos lo aceptan por la cobardía social de no querer quedarse en evidencia, los medios colocan la etiqueta de “progre” y de “moderno”, cuando no de “genio”, a cualquiera que sobresale en algo y, sin embargo, no se puede decir lo mismo de todos los demás aspectos de su personalidad, de su vida y de sus actitudes.
  Dos ejemplos, uno de estos días y el otro de hace algún tiempo pero todavía de gran actualidad. Borracho perdido, y parece que no se trata de la primera vez, el modisto John Galliano insultó gratuita y fuertemente a unas personas que encontró en una cafetería parisina y culminó su ataque con expresiones de admiración a Hitler y con frases fuertemente antisemitas. El otro personaje es Roman Polanski, conocido hombre del cine y muy conocido violador de menores, reclamado por la justicia y en permanente estado de rebeldía.
  Bien. Es decir, mal, muy mal. En muchos medios, hay que reconocerlo, se ha estigmatizado con merecida dureza la actitud de uno y de otro. Pero muchos medios y muchos, demasiados periodistas, han añadido el “pero”. Ese “pero” que intenta pasar por encima, que suaviza la barbaridad, la imbecilidad y la criminalidad. Hemos leído «Sí, pero es un gran director de cine… Ya, sin embargo sus diseños son revolucionarios…» y otras lindezas que suenan a exculpatorias, creando así un movimiento de opinión hacia la indulgencia.
  Lo siento, yo también quiero poner mi “pero”, pero al revés. Calígula adoraba y cuidaba los caballos, pero era un déspota despiadado y alocado. Hitler amaba la arquitectura y adoraba y cuidaba sus perros, pero era quien era y no es necesario recordarlo. Y que Hemingway fuese un buen narrador nadie lo niega, pero era un empedernido alcohólico con el que era difícil compartir momentos de lucidez.
  Pues es una cuestión de prioridades. Con demasiada frecuencia en los medios se exalta un aspecto, una propensión, una capacidad, soslayando y exculpando tout court lo que hay detrás y que con mucha frecuencia es lo más importante. Porque, no lo olvidemos, los periodistas señalamos a la sociedad símbolos, ejemplos, modelos. Y estos no pueden ser ni violadores ni borrachos nazistas y antisemitas. Por mucho que gusten sus películas y sus vestidos.
«¡O tempora, o mores!».  Non è necessario e sarebbe esagerato resuscitare la celebre invettiva di Cicerone a Catilina, ma riconosco che in alcuni momenti la tentazione si fa forte.  Poi mi tranquillizzo e riconosco l’evidenza: che qualsiasi tempo ha avuto, ha e avrà i suoi momenti alti e quelli bassi, le scalate verso il sublime, la discesa alla normalità ed anche – come no – le vertiginose cadute verso l’abisso delle cloache.
  Chi mi fa la cortesia di passare per queste pagine ben sa che io sono tutto meno che indulgente con la mia professione. Ed è a questa che intendo limitarmi in alcune brevi considerazioni, per l’enorme (ir)responsabilità che giornalisti e media hanno nel suggerire, configurare, dirigere, imporre atteggiamenti, definire o rompere limiti alla tolleranza sociale, etica e morale della collettività e dei suoi membri.
  Non ho mai creduto nei miti, non ricordo di aver mai chiesto un autografo né di essermi alterato per aver incrociato un noto personaggio. Né ora né ieri e neppure ieri l’altro. I miti – lo sappiamo bene noi giornalisti – spesso sono il prodotto del rumore e dei rimbalzi, locali e planetari, che la stampa offre ai buoni, ai mediocri e pure ai cattivi cattivissimi.
  In tempi in cui il “pensiero unico” è quasi un’imposizione e quando molti lo accettano per la vigliaccheria sociale di non volersi porre in evidenza, i media collocano l’etichetta di “progressista” e di “moderno”, se non di “genio”, a chiunque possa emergere per qualsiasi motivo, senza però obiettare su tutti gli altri aspetti della personalità del soggetto, della sua vita e dei suoi atteggiamenti.
  Ecco due esempi, uno di questi ultimi giorni e l’altro di molto tempo fa, ma ancora di grande attualità. Ubriaco fradicio, e pare proprio che non si trattò della prima volta, lo stilista John Galliano ha insultato gratuitamente e pesantemente un gruppo di persone incontrate in un caffè parigino, culminando l’attacco con espressioni d’ammirazione nei confronti di Hitler e frasi fortemente antisemite. L’altro personaggio è Roman Polanski, noto uomo di cinema e molto noto come violentatore di minorenni, reclamato dalla giustizia e in permanente stato di latitanza.
   Bene. Anzi, male, molto male. In molti media, è giusto riconoscerlo, è stato censurato con meritata durezza l’atteggiamento di uno e dell’altro. Eppure, molti media e molti, troppi giornalisti, hanno aggiunto il “però”. Quel “però” che cerca di passare sopra, che soavizza l’atrocità, l’imbecillità e la criminalità. Abbiamo letto «Sì, però è un grande regista… Già, ciò nonostante i suoi abiti sono rivoluzionari…» e altre perle che suonano a mo’ di discolpa, creando così un movimento d’opinione verso l’indulgenza.
  Mi spiace, ma anch’io voglio collocare il mio “però”, in questo caso al contrario. Caligola adorava e curava i cavalli, però era un despota spietato e folle. Hitler amava l’architettura e adorava e curava i suoi cani, ma era chi era e non è necessario dire di più. Che poi Hemingway fosse un buon narratore nessuno lo nega, era però un alcolista cronico con cui era difficile condividere momenti di lucidità.
   Si tratta, dunque, di una questione di priorità. Con troppa frequenza, nei media si esalta un aspetto, una propensione, una capacità, passando sopra e discolpando tout court ciò che c’è dietro e che frequentemente è l’aspetto più importante. Non dobbiamo dimenticare che noi giornalisti additiamo alla società simboli, esempi, modelli. E questi non possono essere né stupratori né ubriaconi nazisti e antisemiti. Anche se possono piacere i loro film e i loro vestiti.  

3 comentarios:

  1. Anónimo2/3/11 12:48

    Desde luego, das en el clavo. Si Gadafi pintara con Goya, nunca podría olvidar que se trata de Gadafi y no de Goya o de cualquier persona medianamente normal.
    Un delincuente genial es ante todo un delincuente. Ser genial, además es una agravante, no una eximente.
    Agur. Aitor.

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  2. Anónimo2/3/11 15:45

    Pues si he dejado de leer asiduamente unos cuantos medios, eso se debe a que estoy harto de que me "sugieran" con insistencia cuales son los modelos que tengo que seguir. Que esto es progre, que el otro hace tendencia, que ir por allí es "in".
    Basta ya de políticos y periodistas que adoctrinan colocando etiquetas a los demás, censurando su resistencia a tragar lo intragable. Y eso que este es el país que aplaudió y envidió al Dioni: ladrón, pero listo y admirable.
    Es lo que tenemos y por eso batimos récords: borrachos, drogadictos, parados, ignorantes. Somos los más "in". Pero...
    Un lector harto, pero muy harto.
    Cartagena

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  3. Anónimo3/3/11 22:01

    Un imbecille è anzi tutto un imbecille. Che poi abbia estro in una cosa o in un'altra, poco importa. Al massimo, aggrava la propria imbecillità.
    Anche i codici penali molto spesso considerano aggravanti quelle che a prima vista sembrerebbero attenuanti.
    Mi piacciono i suoi commenti, sono pieni di ineccepibile buon senso.
    Arrivederci.
    Federico

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